Lo que pasa en el Príncipe

Quienes no vivimos en la barriada nunca podremos imaginarnos lo que significa vivir en el Príncipe. Más o menos nos aproximamos a su gente, a sus calles, a su modo de vida. Y más o menos intentamos comprender lo que allí pasa. En el Príncipe vive gente buena y noble, que te echa una mano cuando puede, que te abre las puertas de su casa, que intenta explicarte su punto de vista sobre la realidad. En el Príncipe, como en todos lados, también hay gente que se oculta en la barriada, gente que provoca altercados y gente que los propios vecinos no quieren, pero tienen que vivir con ellos. Me recuerdan en cierta manera a mi Casco Viejo de Pamplona, en esos años 80/90 tan jodidos en los que al lado de tu piso vivía el que vendía heroína o el que apoyaba a los etarras dándoles cobijo o pasando información. Eran aquellos años en los que las manifestaciones eran todos los viernes: destrozaban las lunas de los coches, quemaban contenedores y tu calle se convertía en una lluvia de piedras. Tenías que correr lo que pudieras para llegar a tu portón o cerrar corriendo la persiana de la tienda porque manifestantes y policías se enfrentaban entre piedras por un lado y pelotas de goma por otro. Si te pillaban en medio nadie te iba a preguntar si eras un vecino que evitaba líos o si eras de las junteras de los radicales.  Unas calles más abajo de mi casa murió un anciano porque un bote de humo entró en su vivienda y también recuerdo el caso de otro vecino que perdió un ojo por una pelota de goma. En aquellos tiempos esperabas que terminaran de romper cristales, de detener y de ver lo que no debías ver para luego bajar a la calle con tus hermanos y buscar las pelotas de goma de la Policía, con las que luego jugábamos en el barrio. ¿Por qué les cuento esto? Para que ustedes entiendan que las circunstancias que rodean a un barrio no tienen por qué servir de excusa para criminalizarlo y abandonarlo, para dejar a sus gentes al libre albedrío, para no hacer justicia y buscar un remedio a la situación.
Dicen que en el Príncipe no hace falta una comisaría. Yo sólo sé que desde que se fue la Guardia Civil y las fuerzas de seguridad empezaron a ceder espacio a las mafias, al dominio del desorden, al caos... el Príncipe se ha ido perdiendo. Y ahora lo queremos recuperar a base de operaciones Guadiana, a base de antidisturbios, pretendiendo arreglar en poco tiempo lo que durante años hemos dejado que germine.
La muerte de Karim ha sido un drama, es un asesinato despiadado al que han rodeado muchos errores. El que quiera los puede asumir y el que no puede seguir colocándose una venda en los ojos. Los vecinos salen hoy a la calle para pedir seguridad. Pero esto no es algo que debe importar solo al Príncipe, sino a todos los ciudadanos. Esto no es algo que debe entenderse como la concentración ‘de ellos’ y no del resto. Pedir seguridad no es malo y reclamarla de forma pacífica es síntoma de que los vecinos están cansados, de que ya no pueden más, de que hay miedo. Y eso Ceuta no lo puede permitir. Esto debe ser cosa de todos.