El despertar de la mente, como el abrir de las flores, es algo natural. Abrimos los ojos, y la vida se manifiesta en todo su esplendor, y no es incorrecto decir que la vida es una invitación a descubrir sus secretos, y a disfrutar de su belleza.
Sin embargo, siendo esta su esencia, y el mundo posible hacia donde dirigir nuestros pasos, ocurrieron la escasez, el frío, y la enfermedad: la vida también se manifiesta como problema.
Entonces, el ser humano tuvo ingeniárselas para diseñar un sistema con que hacer frente a la adversidad. De la mano de los grandes inventores y pensadores, el sistema evolucionó hasta alcanzar su máxima expresión y justicia, como es el Estado de Bienestar.
El bienestar es nuestro vehículo existencial, ya que solo disfrutando de ciertas comodidades, podremos entregarnos a ese fin último que es la contemplación de la belleza, en sus más diversas formas. Una vida plena de sentido es una existencia con salud mental. Pero somos una sociedad, y el Estado de Bienestar tiene una dificultad: que el bienestar alcance a todos y todas.
En ausencia de bienestar, la vida se convierte en una mera lucha por la supervivencia, y esto es deficiente para completar y entender la condición humana. Si no nos obligamos con el propósito de justicia, si no multiplicamos las oportunidades, estaremos abocando a mucha gente a ese imposible que es la desesperanza, estaremos despojando la condición humana de su esencia.
Como regla general, la lectura de lo imposible, el caos, no es solución de nada. Antes bien, el caos todo lo destruye. En un sistema inclusivo, donde esté escrito que todo el mundo tiene derecho natural a una oportunidad, incluidas las personas con discapacidad, así, la salud mental echará raíces. El orden es semejante a la salud.
Por el contrario, la percepción como imposible de ese logro que es el proyecto de vida independiente, y de ese designio que es el disfrute de la belleza, llevarán consigo la pérdida de la fe, de la autoestima, y la salud mental entrará en barrena. Una sociedad sin moral está destinada a sufrir.
Yo estoy muy agradecido con la oportunidad que me brindó el sistema. Gracias al Estado de Bienestar soy quien soy. He disfrutado de una educación excelente, de una sanidad milagrosa, pronta y de calidad, y finalmente de un buen trabajo. Al no faltarme lo básico pude centrarme en mi desarrollo personal; no es poco.
Insisto: solo en un entorno de bienestar podremos conocer nuestro talento y nuestras potencialidades. El principal rasgo de un sistema justo es el relevo generacional. La juventud debe percibir que los mayores se desviven por abrirles el camino, deben leer que su futuro es posible.