Seguimos, cual patos mareados, dando vueltas a esto de la inmigración. Un tema siempre espinoso y en continuo conflicto pero que, parece, acaba de ser descubierto por un Ministerio, el de Interior, preocupado como nunca por el bienestar de sus guardias civiles y policías nacionales.
Incongruentemente habla de defensas, publicita el blindaje protector que va a fomentar, después de que se hayan intentado cargar, con artes más que maliciosas, a la cúpula de la Guardia Civil y lo hayan hecho con el máximo responsable en Fronteras del CNP. Fíjense que curioso, en ambos casos haciendo uso del rotativo nacional que parece haberse convertido en el protegido de Interior, siempre presto a publicar informes sesgados para que don Arsenio, el hierático e incompetente jefe de la Benemérita salga airoso, o para que se carguen al único jefe policial capaz de rebatir, con su experiencia, las mentiras mediatizadas que fundamentan la invasión inexistente.
Todo parece que cambia y mejora, pero la realidad es la misma. Los guardias civiles son captados en imágenes que deberían dar vergüenza al mismísimo Ministerio: ¿esta es la frontera sur de Europa?, se preguntaría cualquier hijo de vecino que viera al efectivo en cuestión, encaramado a la valla de Melilla, protegiéndose del porrazo del subsahariano mientras su compañero saca un extintor. Más vergüenza aún debería ocasionar la imagen de ese delegado del Gobierno en Melilla observando junto al coronel las “terribles armas” usadas por esos subsaharianos para entrar en la ciudad: cuatro palos. Todo resulta patético y hasta causa sonrojo.
Interior sigue en sus trece, en su discurso sobre mafias, guerra psicológica de cifras... congratulándose con los titulares mediáticos afines que una tiene que leer con los que se difunde como novedad los asaltos masivos que estamos viendo ahora y que llevan produciéndose de forma más o menos dramática desde hace años.
Tenemos un revoltijo encima digno de un sistema incompetente, lleno de políticos estrella que paren mensajes estrellados mientras la población, atónica, se marea con la recepción de mensajes marcadamente falsos. Triste, demasiado, que sigamos dando vueltas a los mismos asuntos. Incompetentes.