Son 400.000 los euros que, de momento, integran las indemnizaciones derivadas de las caídas por culpa de las losetas. 400.000 euros por reclamaciones de quienes han sufrido en sus carnes el efecto de una mala solución que, de forma incongruente, sigue manteniéndose en el tiempo. La Ciudad nunca se tomó en serio este problema cuando debía hacerlo. Después se dedicó a parchear mientras llegaban las condenas, con cargo a las arcas municipales. Y así hemos continuado, con publicitación de nuevos plazos y anuncios mientras los ciudadanos siguen sufriendo caídas, acrecentadas en los días de lluvia.
El último accidente lo ha sufrido una joven estudiante, que ha terminado con la mandíbula rota y con una complicada recuperación por delante que le va a terminar por cambiar toda su vida. Ella, sin duda, encarna uno de los sucesos de mayor gravedad, pero en la breve historia local se recogen otros tantos episodios complicados, de caídas con mayor o menor gravedad, con secuelas que muchos de losa afectados siguen arrastrando. Porque aunque se cobren las indemnizaciones, mal y tarde, hay quienes no logran recuperarse por completo de las caídas producidas porque desde el principio no solo se hicieron mal las cosas sino que se incurrió en una falta de responsabilidad por no buscar soluciones de una manera mucho más rápida y eficiente.
Desde el primer momento en que se colocó este tipo de loseta, ya hubo quienes advirtieron de su peligrosidad y aventuraron las consecuencias posteriores. Pero no fue precisamente por parte de la oposición, sino que en el propio partido del Gobierno se alertó de que las cosas no se estaban haciendo bien, mientras que la fiebre de las losetas verdes y no verdes (porque no solo las primeras son las que resbalan) no paró.
En las decisiones domésticas se nota el buen funcionamiento de un equipo gubernamental que no deja de ser más que una alcaldía de pueblo, aunque haya quienes se crean incluso de sangre real por estar incluidos en unas listas -así son, tenemos de todo un poco-.