Hubo ayer quien se dedicó a poner una sola flor pegada en cada uno de los nichos en los que se encuentran enterrados los restos de inmigrantes que han topado con la muerte en Ceuta. No sé quiénes fueron, pero ha sido uno de los actos más hermosos que he conocido. Cada uno de los nichos tapados con una lápida blanca, sin reseña, porque en ellos hay personas enterradas a las que nunca se les consiguió identificar, fue marcado con una flor pegada. Porque hay gente, mucha gente en este pueblo que los tiene en su memoria, que sufre cada vez que lee que se ha producido un naufragio, que acude a los entierros, que llora por ellos aunque no los conozca, sencillamente porque el dolor no entiende de conocimientos sino de sentimientos, de corazón.
Las comparecencias para decir que todos somos muy buenos, que todos sufrimos por el dolor de la inmigración, que a todos nos afecta... son solo eso, meras poses. La realidad se presenta en los gestos de quienes realmente sí sufren, sí empatizan con el lamento de esos padres que no saben dónde están sus hijos, sí entienden que otro mundo es posible sin necesidad de normalizar sangrías que no deberían producirse. No, por pensar esto no son perroflautas, ni soñadores de un mundo sin fronteras... son hombres y mujeres que sí sufren el dolor colectivo, que sí creen que se puede hacer algo más que guardar un minuto de silencio cuando viene bien en la agenda.
Por mi parte, a esa o esas personas que ayer colocaron estas flores, os doy las gracias. De corazón. Gracias por no olvidar, gracias por recordar.