La Ciudad decidió la semana pasada coger el toro por los cuernos y ponerle escolta a Trace. Una decisión que vino motivada por esas imágenes de la plazoleta del Príncipe repletas de basura. Imágenes que no podían tolerarse, como tampoco puede tolarse lo ocurrido a unos trabajadores que tienen miedo. Pero de aquellas decisiones adoptadas para tapar superficialmente las heridas producidas nos nacen ahora nuevos problemas. La Ciudad, que adoptó una decisión que no es de su competencia, ahora anuncia que retirará esa escolta a partir de mañana y, como consecuencia inicial le llueven todos los palos y críticas. Ambos inmerecidos porque el Gobierno local no es responsable en materia de seguridad ciudadana, lo es la Delegación del Gobierno, que ni tan siquiera ha emitido un comunicado sobre lo sucedido, confiando en que su inacción sea suplida por la administración local, que parece haberse puesto como meta el solucionar los problemas de ambas plazas. Como explicación al ‘no pasará nada’ argumentan que no habrá riesgos porque la basura la pasarán a recoger a las 9.30 horas, cuando ya hay luz del día. Es entonces cuando una recuerda cuando le rajaron la cara a un trabajador de la por entonces Urbaser. Le tuvieron que dar 40 puntos en la cara, ¿saben a qué hora fue?, a las 11.30 horas.
Tenemos un problema. Un problema grave que no puede ser solucionado con las primeras ideas que sacamos de la chistera. Ahora lo tenemos con Trace, ¿y mañana?, ¿tiene la Ciudad recursos para servir de escolta a los colectivos agredidos si éstos amenazan con no cubrir determinados barrios? Saben que no, como también saben que el origen va más allá de este tipo de decisiones. La respuesta que se está dando la Administración es la de la defensa teñida de victimismo. Y esa no es precisamente la que necesita ahora mismo el ciudadano.