En la tumba 4946 del cementerio de Sidi Embarek está enterrado Yusef Serguini, un adolescente de El Jadida que murió en su intento por llegar a nado a Ceuta. Su cadáver fue encontrado en la noche del 31 de marzo en la playa de la Ribera.
Hoy se puede dar oficialmente su identidad. Hasta este momento había sospechas de peso y las lágrimas de una madre a la que no le hacían falta pruebas oficiales para saber que ese chico de solo 17 años al que se le rezaba en nuestra ciudad era su niño.
El incansable trabajo que lleva a cabo el Laboratorio de Criminalística de la Unidad Orgánica de la Policía Judicial de la Guardia Civil por rastrear las identidades de los cuerpos que aparecen sin vida en nuestras costas obtiene unos resultados que son importantes.
Lo son a nivel judicial, ya que se puede registrar ese fallecimiento y posibilitar que su familia pueda reclamar, por ejemplo, un traslado de los restos a su lugar de origen. Pero lo son también en el ámbito de lo emocional para tranquilidad de quienes ahora tienen ya una constatación por escrito de lo sucedido.
Eso es quizá lo más importante, esa vertiente social y humana que consigue la Guardia Civil con servicios que podrían parecer puramente oficiales, pero no lo son.
La historia de Yusef comienza en El Jadida, su tierra. Un lugar del que han partido muchos jóvenes siguiendo una ruta de la inmigración que ha dejado ya, en solo un año, media docena de muertes en nuestras costas de varones nacidos en ese lugar.
Este joven, amante del fútbol y con una vida por delante, emprendió ruta con dos adolescentes más, Abdulá y Mohamed. Su rastro se perdió en la noche del 24 de marzo intentando llegar a Fuente Caballos.
Solo siete días después, la Guardia Civil localizaba un cuerpo sin vida en la orilla de la Ribera sin que pudiera confirmarse su identidad con las primeras pesquisas realizadas.
Ahora se ha podido verificar que era Yusef, y se ha hecho gracias a que se ha seguido el protocolo. Es importante conocerlo porque solo así se pueden cerrar muchas de estas tragedias.
La llegada de una familiar por parte de madre a la sede de la Comandancia de la Guardia Civil posibilitó no solo la presentación de denuncia por desaparición sino también la práctica de la prueba de ADN.
Esa fue la clave, el paso determinante para que desde el laboratorio de Ceuta se remitiera la información a la central que ahora ha confirmado lo que esa madre que lloraba a su hijo en El Jadida siempre manifestó: el cuerpo era el de Yusef.
La conclusión oficial es clara: el fallecido comparte parte del ADN por pertenecer a la misma rama materna. Esto, junto al resto de indagaciones practicadas por la Guardia Civil, ha servido para cerrar esta historia asociada a la inmigración.
La tía de Yusef pudo venir a Ceuta ya que reside en Italia, no se vio atrapada por esa política de visados tan cruel que impide incluso que familiares directos de desaparecidos puedan cruzar la frontera exclusivamente para aportar su ADN.
Tampoco la administración deja que se tomen esas pruebas en Tarajal. Por eso hay casos en los que, aunque la probabilidad de identificación es alta, no se puede oficializar una muerte por la falta del cotejo de ADN.
La penuria que rodea el tránsito migratorio llega hasta la muerte, tras haberlo perdido todo sigue sin haber facilidades para constatar la identidad de los que mueren en la fosa común en la que se ha convertido la frontera sur de Europa.
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