El Ministerio del Interior difundió ayer, por fin, las estadísticas que reflejan la evolución de la criminalidad en lo que va de año. El jefe superior y el delegado del Gobierno estarán dando saltos de alegría porque se les veía a la legua las ganas que tenían de que el ministro compareciera y diera publicidad a unos datos que ellos ya se encargaron de airear que eran positivos. Ya se ha hecho, dándose radicalmente la vuelta a las famosas estadísticas. Hemos pasado de ser el lejano Oeste a más a o menos convertirnos en un paraíso de tranquilidad e inseguridades subjetivas. Ceuta ocupó las planas al aparecer como la zona en donde más había aumentado la criminalidad (año 2012) a ser la primera por lo contrario: por los datos de bajada en cuanto a delitos y faltas.
El juego de las estadísticas está ahí y sirve para lo que sirve: para que quienes tienen responsabilidad política ganen en tranquilidad y tengan una respuesta a mano con la que callar cualquier tipo de crítica. Hasta ahí nadie les puede arrebatar su parte de razón: los números sirven para eso, para la venta de la gestión político-policial. Luego está la soledad del mando, cuando ya no tiene que dar explicaciones de cara a la galería y solo tiene que mirarse al espejo y dárselas a sí mismo. Preguntarse si el sistema funciona como debe, si las reclamaciones sociales de mayor seguridad no casan con la realidad, si lo que está sucediendo es más el impacto mediático que estamos dando a lo que pasa en la calle o es el resultado de un mal uso de las políticas en busca de un beneficio determinado. Ahí, en la soledad de cada uno, se produce el análisis que se muere en esa misma privacidad.
Ayer el ministro del Interior compareció con los datos de una buena gestión en su cartera, en un momento de crispación social en la que a la Policía se le está poniendo contra las cuerdas, en un momento en que las estadísticas que se reflejan en unos documentos no casan con los resultados judiciales que se obtienen a posteriori. Curiosamente son esos resultados los que nos interesan a todos, porque una condena significa el mayor logro en esa presión sobre el delincuente.
Hoy llegará el momento de las reflexiones, de las interpretaciones, de las conclusiones de un trabajo u otro. Valoraciones pintadas del color que se seleccione para el titular pretendido, sin llegar a la impresión que cada uno se guarda en su rincón particular. En el mío no tengo reparos en publicitar lo que pienso, aunque hacerlo sea mal interpretado por quienes no saben leer y por quienes, aun sabiendo, se niegan a hacerlo correctamente. A mí los juegos estadísticos no me gustan, prefiero pisar la calle y ver lo que pasa, y lo que veo no está bien, ni lo estaba antes ni lo está ahora. Mi valoración no la adorna un dato porcentual, solo el sentimiento. Subjetivo, claro.