Hace días que la comunidad educativa llena páginas en los medios de comunicación debido a los problemas de violencia en las aulas que sufrimos en nuestra ciudad.
Que una grapadora vuele por el pasillo de un instituto es un hecho tan escalofriante como aleatorio. Esta vez les ha tocado a los compañeros del IES ‘Almina’, mañana cualquier otra manifestación violenta puede ocurrir en cualquier otro centro.
Los falsos expertos, los que debaten sobre educación sin haber cogido nunca la tiza, esos tienen siempre la irritante habilidad de acotar situaciones y parchear problemas sin detenerse a meditar en profundidad sobre lo que subyace ni hablar con valentía de un problema mayor.
El entorno educativo no es más que el espejo público de la sociedad de nuestra ciudad. ¿Debemos seguir hablando de la violencia en las aulas? ¿Por qué no hablar del aumento de los actos delictivos en nuestra ciudad? ¿Hablamos de las conductas agresivas que suceden en el ámbito familiar? ¿Podemos hablar de la violencia de algunos padres en el trato con los docentes? La familia como primer escenario donde deben adquirirse comportamientos normativos y reglas de convivencia es, en ocasiones, el origen de conductas agresivas a veces por la ausencia de modelos de autoridad o por excesiva permisividad o incluso por dejadez y abandono. Pueden seguir llamándola violencia escolar, como si delimitarla en el espacio pudiera menguar el problema. Para nosotros los docentes es sencillamente violencia. Si los falsos expertos quieren ponerle apellido a la violencia se engañan a sÍ mismos, pero no a los que hacemos la escuela.
Escolar y violencia, aula y violencia son términos tan antagónicos por separados como peligrosos juntos. ¿Por qué siento un pinchazo en el estómago cuando se intenta meter esas dos palabras en el mismo saco? Puede que sea por la indignación compartida por todos los docentes de Ceuta, puede que sea por la impotencia sentida por un sistema educativo que se derrumba delante de nosotros sin que a nadie parezca importarle, puede que sea por la impasibilidad de los políticos de esta ciudad, que siguen mirando a otro lado sin querer comprender las tremendas consecuencias que el fracaso escolar de hoy tendrá en esta ciudad mañana. Señores políticos: sigan poniendo apellidos a la violencia, sigan queriéndola encerrar en la aulas para que la frenemos los docentes, sigan jugando a que en la escuela todo cabe, pero tengan cuidado porque el vaso siempre rebosa. Se llama violencia y está en nuestras calles.