Todavía muchos conservadores y liberales no se han dado cuenta de que para los izquierdistas siempre seremos fascistas. La arrogada superioridad moral de la izquierda, con derecho a emitir carnets de demócratas, le produce vértigo al PP. No optar al título de lo políticamente correcto ha dado una imagen de cobardía, de indefinición, de falacia, permeando en una sociedad que apenas tiene opciones ideológicas: o es usted fascista, o de izquierdas, o muy de izquierdas.
Afirmaba Montesquieu que no existía peor tiranía que la ejercida a la sombra de las leyes y bajo la apariencia de justicia. La tiranía de lo políticamente correcto, el pensamiento gris y único, y la enorme falta de cultura, ha construido una sociedad que no se cuestiona nada, que comulga con ruedas de molino con todo lo que se le impone. Ejemplos claros los tenemos en la benignidad con la que se ve la invasión musulmana de la península, las verdaderas causas de la Guerra Civil, o lo malo que fue el bando nacional, y lo bueno y leal que fue el republicano.
De ahí es fácil llegar a que se promuevan reconocimientos honoríficos a una invasión que se hizo a fuego, espada y con opresión (según relatan los historiadores musulmanes del momento) y nos retrasó siglos en avance social y cultural, o los homenajes a auténticos villanos de la guerra fratricida como Carrillo y la Pasionaria; y, como no, la aprobación de una ley histórica, histriónica para propios, cuya aplicación se hace cada vez más injusta y denota la falta de prudencia, sentido común y conocimiento que deberían tener quienes la aplican.
La ley de memoria histórica, lejos de conseguir un objetivo noble: seguir cultivando la paz entre las dos Españas (porque hubo dos Españas, no una frente unos malvados), lo que ha conseguido es ser la ley de la revancha frente a los muertos de los que ganaron la guerra, la aniquilación total del recuerdo a esa España.
Pensar que todo franquismo, que todos los notables bajo el franquismo, o que los ajusticiados y caídos en el frente de batalla de este bando no merecen ser recordados; es lo mismo que pensar que todos los que quedaron en el bando republicano fueron unos canallas. No es cierto ni lo uno, ni lo otro. Existieron gentes torturadas, oprimidas, y ajusticiadas en ambos bandos; y en ambas Españas existieron gentes justas y buenas.
El origen de la enfermedad, la incultura dirigida e interesada, y por tanto del sesgo, proviene de no conocer las verdaderas causas de esa guerra fratricida. Como botón de muestra, el pasado 13 de julio no se recordó cómo en 1936, el líder de la derecha española, José Calvo Sotelo, fue asesinado por un escolta de Indalecio Prieto (PSOE, el mismo PSOE de ahora, el del GAL, los ERES y los 15.000 euros en prostíbulos con dinero público). El asesinato ocurrió después de ser señalado por la Pasionaria (PCE, el mismo IU que ahora está dentro de Podemos); nunca han pedido perdón por esto. El resto de la historia ya la saben.