La Riquísima de la Plaza Azcárate tuvo que echar el candado y cerrar las persianas. Una inspección de sanidad decidió un cierre cautelar de uno de los bares más populares de Ceuta.
No entro ni salgo sobre las razones que han llevado a tomar esa decisión tan drástica y tajante: doctores tiene la iglesia y razones objetivas habrán llevado a las autoridades sanitarias para paralizar un negocio emblemático de nuestra Ciudad.
El propietario del negocio argumenta que "en el expediente incoado no aparecía ningún motivo de peso: el agua caliente, que realmente existía porque había un calentador, pero el inspector no lo vio y una tapadera de uno de los aseos, que no estaba puesta”. “No ha existido nada de intoxicación alimentaria”
El dueño del negocio alegó que las deficiencias se podrían subsanar de un día para otro, pero no se ha dado un plazo razonable para subsanar estos problemas. El cierre cautelar del local supone unos perjuicios que, como dice el refranero español “va a ser peor el remedio que la enfermedad”.
El Gobierno de Ceuta se cura en salud y da una respuesta de perogrullo: “la Riquísima abrirá de nuevo cuando las deficiencias señaladas por la inspección sean corregidas”.
Me imagino que muchos lectores habrán desayunado, tomado cafe, unos churros, tostadas, bocadillos de kefta, tapas y exquisitos shawarmas.
Todo tipo de clientes quedamos allí a distintas horas del día: los muy madrugadores, los profes del colegio, trabajadores de la zona que paran en su descanso de media hora, cafeteros vespertinos, madres y padres con sus hijos cuando salen de particulares y los que acudimos al aroma de las brasas y nos cenamos los pinchitos de la riquísima de cordero o ternera.
Me imagino que nadie estará en contra de las inspecciones ni de la vigilancia de la salud, pero lo que no puedo comprender es la rigidez y las distintas varas de medir del consistorio.
Aseos del parque de perros, despilfarros varios y deficiencia en las instalaciones. Cagadero de perros cerca del edificio pirámide, escombros de obras en calles y en el monte, socavones, cucarachas bailando flamenco, aseos cerrados en la marina, hedor en el urinario oficioso de la caseta cercana a las pistas de tenis de la Marina.
Vamos a inspeccionar todo, anotar, denunciar y cerrar cautelarmente todos los bares, chiringuitos, restaurantes, mercados. Luego veremos los contratos de los trabajadores a ver si hacen horas y turnos fuera de la ley. Estudiaremos los gatos callejeros y el lavado de manos del aAyuntamiento.
También entraremos en las instalaciones de las guarderías municipales, residencias de ancianos y piscinas municipales.
Ya que nos ponemos vámonos a las instalaciones de las playas, a los parques, a los kioskos de chucherías, a las tiendas y estancos que venden alcohol y tabaco a menores.
Si nos queda tiempo iremos a los enchufes consistoriales y a las corrupciones archiconocidas. También podemos ver las empresas licitadas que no cumplen los contratos ni pagan a los currantes.
Todo suspendido cautelarmente hasta que se subsanen las cuatro cosas.
Ceuta cerrada, la inspección hace su trabajo. ¡Bravo por la inspección!
¿No será La Riquísima una cabeza de turco? ¿Es la primera vez que entra sanidad? ¿Siempre ha cumplido la normativa hasta ayer? Porque la Riquísima lleva unos años, que yo sepa.
¿Y ahora? ¿Qué le decimos a la clientela? ¿Cómo reaccionarán?
De momento la noticia ya es la comidilla ciudadana.
Y es que, como suele decirse, habla de mierda el cagao.
Señor Rafael Martín, si invitara a almorzar a los consejeros todos los findes otro gallo le cantaría.
El cañonazo sonará con fuerza cuando la Riquísima vuelva a ver la luz.