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La quiebra de los valores políticos (I)

{jaimage crop="TC" /}Dicen los textos de Derecho Político que: “La política es el arte de lo posible”; pero, si se quisiera actualizar esa definición, más bien habría que sustituirla por otra nueva que viniera a decir algo así como que: “La política es el arte de decir mentiras, a sabiendas de que se dicen”. Si bien, hecha la excepción de que todavía hay políticos honrados que sirven honestamente al interés general de la comunidad, aunque esto último, que debería ser lo normal, cada vez más, se va convirtiendo en la rara excepción. Y no es que uno pretenda dar aquí primacía a los aspectos negativos de la política, porque la misma, si es honesta, cumple una misión esencial para la sociedad; pero es público y notorio que esto no puede seguir así, que hay que tomárselo mucho más en serio, que hay que poner pie en pared y decir de una vez por todas basta ya y hasta aquí hemos llegado, porque lo que está pasando, con implicaciones de tantos y tantos desvergonzados y ruines desaprensivos, eso hay que cortarlo de raíz. O los políticos responsables terminan con esa nefasta situación, o va a llegar el momento en que el sufrido pueblo tenga que tomar cartas en el asunto, cuyos síntomas de ello cada vez son más acusados. Y es que esto es ya un desmadre y una auténtica vergüenza nacional, con la corrupción generalizada por todas partes y a todos los niveles. La imagen de España está siendo deprimente, un permanente sonrojo que casi a diario aparece en los  medios extranjeros.
Dice la escritora Ayn Rand (1950), en su novela “Atlas Shrugged”, traducida al español como “La rebelión del Atlas”, lo siguiente: "Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no con bienes, sino con favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias y no por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos, sino que, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare en que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada”; cuya frase de la autora parece ser una suerte de anticipo de lo que está sucediendo en España, respetando siempre las muy honrosas excepciones que, insisto, aun quedan.  Y, ¿por qué sucede esto así?. Pues porque, al igual que en mi anterior artículo expuse sobre la quiebra de los valores morales, también quiebran los valores políticos, de los que en adelante me ocuparé, procurando analizar brevemente sólo aquellos valores que más deberían tener en cuenta los políticos, para ejercer en política. Y, a mi modo de ver, serían:            
. “Idea de servicio”.- Consiste en tener una actitud de disposición hacia los ciudadanos de acuerdo con las responsabilidades específicas propias del político, pero también una visión de conjunto de las necesidades de la sociedad. Lo que no se puede hacer, es que la política sea entendida hoy por la mayoría de los políticos, no como una idea de servicio público, no para el interés general, no para servir a los demás y al bien común, sino para servirse y aprovecharse de la política para sí mismo, para enriquecerse personalmente a costa del Erario Público, como si la misma fuera un “modus vivendi” rentable, a costa de los demás, por cuya dedicación necesariamente ha de beneficiarse el propio político, los suyos, sus familiares, afines, compañeros de partido, etc. A la política debe accederse por vocación de servir al pueblo que le vota y al que representa, para resolver los problemas, no para crearlos, que es lo que en la mayoría de los casos hacen hoy los políticos; pero jamás se debe ir a la política para ser servido, que es lo que casi siempre se va buscando. Un sistema de elección de “listas abiertas” es necesario ya, para que los electores puedan tener el derecho a elegir y a no elegir.
“Transparencia”.- Consiste en facilitar el acceso de los ciudadanos, sin barreras ni discriminaciones, a las informaciones que consten en poder del político, en el de su partido o en el ente legislativo, ejecutivo o administrativo, en que desarrolle su actividad, cuando sean de interés para los ciudadanos, para la defensa de sus derechos y libertades, incluyendo la información sobre la propia actividad del político, de acuerdo con lo que indican las leyes y reglamentos. Pero esta transparencia debe darse con decidido propósito de cumplirla y con voluntad determinante de no convertirla en meras efusiones retóricas, pero carentes luego de contenido, porque, sobre todo, cuando se acercan las elecciones, cada partido hace figurar en su programa o en un código ético, solemnes declaraciones éticas, de comportamiento y de conductas, que se hacen solamente de cara a la galería, con el único propósito de “repescar” en las urnas a los electores con tal de ganar el escaño y, luego, si te vi no me acuerdo y hasta dentro de otros cuatro años. Y, claro, eso solivianta a los sufridos votantes, que una y otra vez se ven engañados miserablemente.
“Responsabilidad”.-Consiste en asumir las consecuencias legales y morales de las acciones y omisiones pasadas y presentes, estando dispuesto a dar cuenta de ellas y a poner los medios razonablemente necesarios para atender sus consecuencias. Esa responsabilidad del político, debe exigírsele por doble vía. En primer lugar, por su propio partido o formación política, en una especie de depuración interior de responsabilidades, de forma que, en cuanto un afiliado esté inculpado por alguna causa judicial, sea civil, penal o de cualquier otra naturaleza, sea su partido el primero en apartarlo de la actividad política, a resultas de lo que en su día dictaminen los órganos judiciales o administrativos sancionadores. Y, muy especialmente, expulsar de sus listas a aquellos candidatos que hayan dado alguna muestra o tengan antecedentes de cualquier acto deshonesto. Y, además, debe promulgarse una legislación adecuada en la queden perfectamente tipificadas las conductas con las que puede delinquir el político, debiéndose poner especial énfasis en aquellos aspectos que pongan de manifiesto una apropiación, aprovechamiento, favorecimiento o malversación de caudales públicos; y que, sobre todo, procuren la devolución íntegra del dinero del que se pruebe que se ha apropiado, porque lo que más alarma social crea en la población es el hecho de que nadie, incluso condenados, devuelve nunca el dinero que se ha llevado. Que nadie salga de prisión sin devolverlo.
“Honradez”.- Conlleva actuar de manera justa, recta e íntegra, adecuando la palabra y la conducta a lo que considera en cada momento que es correcto, sin obtener ventajas indebidas por el trabajo que desarrolla y utilizando las prerrogativas inherentes a su cargo únicamente para el cumplimiento de sus funciones. Pero lo que no puede ser - y más repugna al electorado - es que en muchos casos, sean los mismos partidos políticos los que fomenten o propicien las ventajas y privilegios descarados de los políticos, como, por ejemplo, el trato de favor que reciben a la hora de jubilarse, que les basta con haber cotizado dos legislaturas para poder irse, cuando les llegue la edad, con la máxima pensión, cuando luego a los demás se les exigen cada vez más duras condiciones sobre períodos de carencia, años de cotización, etc; igualmente, a la hora de ejercer la actividad deben de eliminarse toda clase de privilegios, como poder simultanear la política con una actividad privada o el ejercicio de profesiones liberales, etc.
Un Diputado o Senador, debe tener una remuneración en activo o una pensión al jubilarse que sean dignas, pero siempre que, trabajando en el desempeño de funciones políticas, haya servido al Estado y a la empresa pública o privada el mismo número de años que se les exige a los demás trabajadores cotizantes, y habiendo debido trabajar a jornada completa y a pleno rendimiento, tal como se les exige a los demás. No es de recibo, que aprueben normas estrictas de obligado cumplimiento para los demás, y luego ellos, que tienen la capacidad de legislar, con sus propias normas se favorezcan a sí mismo.
“Imparcialidad y justicia”.- La adhesión a las propias ideas y a las del partido, no debería impedir que el político juzgue con objetividad, de acuerdo con sus criterios éticos y con las normas establecidas. Pero lo que debería tener vedado por completo, es servirse del poder o de información privilegiada para obtener favores en beneficio propio suyo o de su partido o de cualquiera de los suyos; es decir, el político debe ser completamente aséptico, y no estar contaminado por prejuicios o parcialidad alguna. Igualmente, debe comportarse teniendo un proceder justo, sin usar de forma alguna de discriminación o actuación arbitraria, esforzándose en la defensa de la equidad y las buenas prácticas actuariales. Y los políticos tienen que dejar de “politizar” todo en las Administraciones Públicas y la Justicia. Ahí está buena parte del problema, porque la politización la hacen para su propia conveniencia e intereses. Y eso no puede ser. La Justicia tiene que ser independiente.
“Gestión y administración de los recursos públicos”.- Este valor, se considera de primer orden, y ha de ir acompañado de la eficacia y austeridad necesarias en la administración de los recursos tanto materiales como humanos. Existe en muchos políticos el criterio de que hay que gastar mucho para que en el próximo presupuesto se les adjudiquen mayores partidas. Flaco favor prestan al país quienes así piensan.
En fin, un breve artículo apenas permite tratar el tema con la extensión y profundidad que exige. Pero algo tiene que hacerse, esto no puede seguir así, el pueblo está ya hastiado de ver cada día más espectáculos de esa naturaleza. Así, el pueblo quiebra su confianza, y se pregunta si para esto sirve la democracia; lo que no deja de ser un grave peligro para la misma democracia. La clase política tiene que regenerarse y ya, de forma urgente.

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