La primera Laureada de Regulares (y II)

La Campaña de Melilla de 1909 había alejado a los rebeldes rifeños hasta el límite del rio Kert. Sin embargo pocos años después volvieron a cruzarlo y a reproducirse las acciones hostiles contra nuestro despliegue, cuya misión entre otras, era garantizar la seguridad de las explotaciones mineras en la zona de la Kelaia y del ferrocarril que unía a éstas con la ciudad española. Esta situación ponía de manifiesto la necesidad de ocupar y dominar las alturas de la divisoria del Kert para evitar de manera eficaz, la penetración de las huestes del Mizzián.
En la madrugada del día 15 de mayo de 1912, se inicia el avance desde distintos puntos del despliegue de 6 columnas volantes formadas por 11.500 hombres. La columna del general Navarro que llevará a cabo la acción principal, se dirige hacia la posición de Haddu Al-lal u Kaddur. Los tres escuadrones de caballería de Regulares forman parte de ella con la misión de cubrir el flanco izquierdo de la misma.
A las nueve de la mañana, la sección del teniente Samaniego rompe el fuego al descubrir al enemigo apostado en las alturas del barranco de Tauria Hamed. Ahora es todo el tercer escuadrón quien se empeña en duro combate.
Samaniego y sus veinticuatro hombres se lanzan en un ataque arrollador montaña arriba para desalojar a los rifeños de sus apostaderos, cuando de repente, del pequeño y cercano barranco de Ajanduc, a menos de cien metros, un grupo de jinetes ocultos al verse descubiertos, abren un intenso tiroteo. Entre los harqueños uno, que por sus ropas parece ser el jefe, les increpa en su lengua con enérgicos ademanes sin dejar de hacer fuego.
Al intentar huir el grupo, el teniente Samaniego carga impetuosamente  contra ellos con su Sección y es en ese momento cuando recibe un primer impacto en la boca, que le hace vomitar sangre insistentemente. El coronel Berenguer manda a su enlace para que Samaniego se retire, pero no puede alcanzarlo.
Los jinetes rifeños intentan reagruparse mientras hacen fuego hacia la sección de Samaniego que sigue avanzando.  El teniente, gravemente herido, se lanza de nuevo a la carga contra el grupo y su sección lo sigue hasta meterse el primero entre la masa enemiga junto con alguno de los suyos. Allí recibe un nuevo impacto en el corazón, su caballo “Liviano” también es herido de muerte y ambos caen al suelo.  El cabo Gonzalo Sauca abate en la refriega a quien momentos antes les gritaba, que cae al suelo envuelto en su jaique blanco  junto al cuerpo de Samaniego. Arrastrado por el ímpetu del choque, el sargento Hassan Mohamed persigue a los que huyen logrando matar a cuatro de ellos.
La Caballería de los Regulares ha llevado el esfuerzo principal de este combate que pronto se demostrará decisivo.
Un soldado indígena de Regulares natural de Segangan, que viene a colaborar en la retirada de los muertos y heridos, ve el cadáver que hay junto al de Samaniego y dice: -Este es el Mizzian.
Según las informaciones posteriores al enfrentamiento, El Mizzian increpó a los soldados indígenas en su lengua, para que se enfrentaran a sus jefes y se pasaran a sus filas, confiando en su prestigio religioso para ello. No fue así y lo que halló fue la muerte. Los otros jefes, El Hach Amar y Bu Rahil lograron escapar y llegaron por los barrancos hacia el zoco del Zebuya donde dieron la noticia de la muerte de su líder.
Los objetivos de la operación se cumplieron con creces y además se había conseguido abatir al Jefe de las cábilas insurrectas, que desde 1909 traía en jaque al Ejército español y al Mazjen.
Si los escuadrones de la Caballería Regular llevaron el protagonismo de la acción de ese día, las tres compañías de Infantería de Regulares, integradas en la columna del General Moltó y desplegadas siempre en vanguardia, entraron en combate desde el inicio de su avance hasta establecerse en el aduar de Kaddur, donde mantuvieron a raya a los rifeños que avanzaban desde Tikermin. En esos combates resultó herido grave en una pierna el Teniente Emilio Mola Vidal.
Con la muerte del Mizzián se pone fin a la Campaña del Kert y la heroica acción del Teniente Samaniego y su sección, reforzó el prestigio de los Regulares. La concesión de la Laureada a uno de sus componentes supuso el reconocimiento oficial al valor, sacrificio y espíritu de combate de estas tropas.
Los reconocimientos públicos que respaldan a los Regulares se suceden. El día 4 de octubre de 1912 desfilan en Cádiz con ocasión de celebrarse los actos del primer centenario de la Constitución de 1812. En 1913 se desplazan a Madrid y el día 9 de abril, son revistados por vez primera por S.M. el Rey Alfonso XIII, que felicita personalmente a los hombres de la sección del teniente Samaniego que abatieron al Mizzián. El día 14 se les otorgará el honor de montar la guardia en el Palacio Real, se encargan de ello la 1ª Compañía y una Sección del 1º Escuadrón.
En el mes de mayo de ese mismo año y ante el deterioro de la situación en la zona occidental del Protectorado español, el General Luque decide enviar allí a los Regulares. Ahora nadie duda ya de su probada eficacia para ser empleados en vanguardia. El camino hacia la gloria no ha hecho más que empezar y la estela del teniente Samaniego será seguida por muchos.
Por deseo expreso de su primer jefe y organizador, el Teniente Coronel Berenguer, el retrato del Teniente Samaniego figura desde entonces en todos los acuartelamientos de Regulares, para servir de ejemplo y estímulo a todos cuantos viniesen a servir en estas Fuerzas. En una carta dirigida a la madre del teniente, dice textualmente “… El nombre de Samaniego irá siempre unido al episodio más glorioso de esta campaña, y al lograr con su sangre el más legítimo timbre de gloria para estas fuerzas, se ha hecho acreedor a un culto que siempre se le rendirá entre nosotros”.