La primera reunión oficial mantenida para perfilar la inminente OPE 2014 ya ha servido para señalar en el calendario las semanas que deberán ir pintadas de rojo crítico para evitar las escenas tercermundistas del pasado año. Todos nos acordamos de esas interminables colas, de esos bloqueos en el puerto en donde llegaron a intervenir los GRS o de esa explanada del Chorrillo convertida en una zona de retención sin los servicios mínimos para que los marroquíes afectados por las esperas aguantaran con dignidad.
Los errores tienen algo de positivo: de ellos siempre se aprende algo. De lo sucedido el verano pasado se puede aprender y mucho. Nadie puede garantizarnos que no vuelva a suceder un pico de entrada desorbitado que rompa las previsiones establecidas, pero sí se puede disponer de los medios adecuados para evitar que la ciudad quede bloqueada y para garantizar que quienes queden atrapados por esta OPE puedan disponer de una atención mínima y decente.
Queda mucha reunión por delante y quedan flecos por concretar. Cabe esperar, porque es obligación, concretar al detalle los protocolos que deben aplicarse ante sorpresas. Que esos protocolos fallen solo demostraría que el trabajo se ha hecho mal y de eso ya tenemos sobrada experiencia, aunque en ciudad en donde los logros se exaltan y las responsabilidades se ocultan nunca podremos esperar que alguien nos sirva en bandeja la debida asunción de culpas.
Por dignidad, por decencia y por estar a la altura de una ciudad frontera, no queda más que prestar garantías. ¿Nos sentimos ciudadanos europeos para votar y no para ofrecer una atención sin fallos imperdonables en la frontera sur de Europa? Incongruente.