"El amo sólo es Amo si tiene esclavos" escribía recientemente Riss, dibujante y editorialista del mucho más que semanario satírico Charlie Hebdo. Y, obviamente, tenía toda la razón.
"Charlie", de todas conocidas pero por muy pocas leídas, es mucho más que una portada elaborada con un sólo dibujo.
"Charlie" siempre resulta incómodo para el Poder y para los intelectos mentalmente cercenados capaces de condenar por indecentes, incorrectos (políticamente, se entiende), injuriosos y/o blasfemos algunos de sus dibujos (conste que en este último punto todas las confesiones religiosas se ponen de acuerdo. Ojalá fuese así siempre para otras miles de cosas).
El semanario, heredero de un mensual irreverente llamado "Hara-Kiri" (de hecho, en sus inicios se llamó "Hara Kiri Hebdo"), inició su andadura con una portada que aludía al funeral del ex Presidente de la República Francesa, el General de Gaulle, en la alsaciana Colombey les Deux Églises.
Con el siguiente titular del dibujante Cavana –asesinado en el brutal ataque a la redacción del semanario- se marcaría la línea de la publicación: "Trágico baile popular en Colombey: 1 muerto".
Era en noviembre de 1970, dos años y algunos meses tras el Mayo del 68 que casi logra darle la vuelta a la tortilla de la Historia. Un Mayo del 68 anarquista donde para ser realista se pedía lo imposible o donde las trabajadoras de la Renault debatían sobre filosofía con las estudiantes de la Sorbonne, de Nanterre y de toda Francia en universidades ocupadas. En este ambiente, De Gaulle fue el elemento decisivo (con la bajuna aquiescencia de socialistas, comunistas y de los sindicatos correspondientes) para que el país se recondujera hacia la cordura, abandonando la ocasión de un segundo 1789, año de la toma de la Bastilla e inicio de una inconclusa Revolución Francesa. Por ello, el ácrata Charlie Hebdo, cuya memoria siempre ha sido muy sólida, quiso despedir al "General" a lo grande. Obviamente, el escándalo estaba servido.
Así, Charlie Hebdo nunca ha tenido vocación de ser comedido, prudente, correcto o condescendiente, pero su contenido va mucho más allá de sus ácidas y divertidas viñetas. Lejos de ahí, los artículos del semanario rivalizan, sin pudor alguno, en profundidad y análisis con los de Le Monde Diplomatique, por ejemplo.
Obviamente, todas conocemos esa tendencia borreguil de que cuando una científica nos muestra una estrella, todas nos solemos fijar en el color de la pintura de su uña pero ninguna de nosotras nos molestamos en querer ver más allá.
Por eso, cuando desde los cuatro puntos cardinales político-religiosos se ofenden con las portadas de Charlie Hebdo, o con sus artículos (que insisto, NO LEEN), yo reivindico la Libertad de Expresión, y más aún cuando es inteligente, anti sistema, defensora de los invisibles y ultrajante para todo tipo de Poder, tenga el color que tenga.
¿Ofendidas por unas caricaturas? ¿En serio?
Más nos valdría ofendernos con las que, por ejemplo, alteran el precio del trigo para hundir a cientos de millones de personas en la hambruna.
Ofendernos, sí, pero con las que alimentan guerras olvidadas para seguir saqueando países aún más olvidados.
Ofendernos, obviamente, pero con las que condenan a la esclavitud a niñas de 8 años cosiendo 16 horas al día talleres infectos.
Ofendernos, por supuesto, pero al enterarnos de que vecinas de esta ciudad deben mezclar leche con agua para que puedan desayunar sus hijas. ¿Necesitan más motivos de ofensa?
Pero no, resulta más fácil condenar a un semanario y a sus integrantes. Me van disculpar, pero eso sí que es una Ofensa a la Inteligencia.
#JeSuisCharlie (por si las dudas).