Opinión

“La muñeca catalana”

Brigite Piedfert, profesora de Lengua Española en Caen, capital Normandía, quedó alucinada el día que, paseando por la zona alta de la ciudad portuaria del Havre, alguien le dijo: “Ahí estaba el orfelinato español”. Intrigada por el hallazgo, inmediatamente comenzó a investigar y, poco a poco, a través de numerosas consultas a archivos y periódicos antiguos, fue completando la historia de aquel centro infantil. Su nombre exacto era “Orfelinato Francisco Ferrer” y los niños que albergó en sus tres años de existencia, todos procedían de España y, víctimas de los bombardeos de la aviación franquista, habían perdido a sus padres o se hallaban desaparecidos. Los huérfanos del criminal bombardeo de Guernica –26 de abril de 1937- fueron los que estrenaron el orfelinato, pero después llegaron niños de los más diversos puntos de España, sobre todo catalanes.  Cuando en 1940 Alemania invadió Francia, el orfelinato Francisco Ferrer fue cerrado por el odiado gobierno de Vichy y sus niños, los que no habían tenido la suerte de emigrar a algún país de América o encontrar acomodo en el seno de alguna familia francesa, fueron reenviados a España. Brigite Piedfert pierde la pista de la mayoría de estos niños, ahora hombres y mujeres que ya han pasado los ochenta años.
Con todo el material obtenido en sus investigaciones, más el considerable complemento de una fecunda imaginación, Brigite Piedfert ha sabido crear una novela histórica extraordinariamente interesante y evocadora. Su título es ‘La poupée catalane’ (‘La muñeca catalana’) y sus protagonistas son dos: una niña de cinco años y su inseparable muñeca de trapo, único vestigio y recuerdo que aún le queda de su pasado feliz en Barcelona antes de la guerra y el exilio. A través de esta niña y su muñeca el lector asiste a los principales acontecimientos de aquellos años clave de la Historia de España: ilusionada proclamación de la República, inicio de los grandes proyectos republicanos, -todos echados por la borda con la sublevación de los generales fascistas en julio de 1936-, años de guerra y bombardeos en la capital catalana y desastrosa y dramática huida hacia la frontera de Francia en los comienzos de 1939. Viaje primero en un viejo camión, atestado de gentes que huían el avance de las tropas fascistas, y luego, averiado el camión, a pie por una carretera salpicada de muertos y desvalidos, y un frío glacial que el paso de los Pirineos aún hizo más insoportable. Así hasta la llegada a tierra francesa en aquel triste e inolvidable febrero del 39. Todo esto, tantas veces contado y repetido, aquí tiene un encanto, infantil y doloroso, muy especial: la narradora es una niña de cinco años, protagonista, muy a su pesar, de una tragedia colectiva que no comprende. Pero, como otros tantos niños, malvive y sufre.
En la segunda parte de la novela se suceden varios narradores: Salvador, Elvira y Francisco. A través de ellos vamos atando muchos cabos que en la primera parte habían quedado sueltos. Entre otros pormenores el lector descubre que, dentro del grupo de los personajes más traídos y llevados del libro, casi todos muy aficionados al esperanto, hay un traidor que informa a los fascistas de todos los movimientos de los republicanos en el Cambrils asediado del final de la guerra, y muy especialmente del grupo de estudiosos del esperanto.
Este grupo de esperantistas tiene una importancia muy especial en el libro. Junto a los personajes de ficción, la escritora introduce otros reales cuyas simpatías con el esperanto ha tenido que buscarlas en archivos y hemerotecas. Tal es el caso de Sidonio Pintado Arroyo o de Julio Mangada. A mí me ha llamado poderosamente la atención la vinculación al esperanto del granadino general Emilio Herrera, que incluso llegó a ser vicepresidente de asociación “Amigos del Esperanto” de Madrid. Es un aspecto de su biografía que casi nadie conoce y Brigite Piedfert recoge en su novela.
Brigite Piedfert, que tiene en su haber varias novelas anteriores, casi todas ambientadas en la Normandía medieval o el camino Santiago,  sabe dar a su narración un ritmo y encanto que hace que jamás decaiga el interés del relato. Valga de ejemplo este fragmento sobre la proclamación de la República el día 14 de abril de 1931. Traduzco:
La República había sido proclamada en España por segunda vez. (…) Barcelona toda entera vibraba con una alegría indecible. (…) Una multitud de barceloneses, que repetía por doquier los vivas a la República, se había apropiado de las calles y las plazas de la ciudad. El rojo, el amarillo y el morado de la bandera republicana, se desplegaba en todas las fachadas y ondeaba en las plataformas de los tranvías.
Pero este interés aún se hace mayor en la parte final del libro, cuando han entrado los fascistas en Cataluña y comienzan la caza de los republicanos que no han logrado pasar a Francia. Traduzco:
En estos finales de enero los rebeldes habían entrado en Cambrils y no convenía errar por las calles de la ciudad. Había patrullas permanentes y no fue sin dificultad que yo logré comunicar con algunos camaradas, tan aislados como yo. (…) Declararse discípulo de un Sidonio Pintado o de un Julio Mangada, suponía claramente una toma de posición antifascista y el esperanto, calificado de jerigonza judía, os incluía en un abrir y cerrar de ojos en la lucha obrera o, peor aún, en el comunismo. Confesar vuestra vinculación a la escuela del doctor Zamenhof, os llevaba a una muerte segura. Yo he sabido después que los miembros esperantistas de Córdoba habían vivido tan amarga experiencia: ni uno solo había sobrevivido a la carnicería franquista.
Frente al horror franquista, que había convertido a España en una inmensa cárcel, el orfelinato Francisco Ferrer aparece en la novela como un remanso de paz donde los niños, divididos en varias secciones, estudian, aprenden, juegan, van de paseo y tratan de olvidar los horrores vividos. Pero hasta aquella isla de paz van llegando las malas noticas. Un día es la muerte de Antonio Machado, ocurrida en Colliure el 22 de febrero de 1939, y los niños, guiados por sus maestros, organizan un pequeño homenaje en su honor; otro es la novedad de que Francia acaba de reconocer el gobierno del genocida Franco; otro, el fusilamiento, tras un paripé de juicio, de Sidonio Pintado en Tarragona; otro, que ha estallado la segunda guerra mundial y Francia, tras nueve meses de lucha, acaba siendo invadida por los nazis… Los adultos que se ocupan del orfelinato en seguida se hacen la terrible pregunta: ¿Qué va a ser de estos niños?

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