Desde que las Cofradías se conocen como tal siempre ha existido cierto machismo, relegando a unas pocas de actividades la labor de las mujeres. Muchas veces actuaban de simples consortes a la sombra y no saliéndose nunca del guión establecido. Ese papel, afortunadamente, ha ido cambiando para convertirse en pieza fundamental en el engranaje de la maquinaria cofrade.
La mujer ha ido creciendo en sabiduría cofradiera y ha ido encontrando su hueco, la posición merecida por sus facultades, por su preparación y por ser parte inalterable del mundo de las hermandades.
Ellas han ido colmando los distintos puestos de la jerarquía cofrade, enriqueciendo nuestras corporaciones que estaban ancladas en otros tiempos. Antiguamente sólo ocupaban labores de costura, mesas petitorias, auxiliares de priostía y limpieza, únicamente dejándoles la oportunidad de opinar en círculos muy cerrados, siguiendo a pie juntillas la opinión de su pareja para no destacar. Verdaderas sumisas que muchas veces llegaban a las hermandades obligadas por imposición de su marido y ocupando el rol de inferioridad que imperaba en otras épocas. (No dudo que esto último siga pasando en muchas hermandades, de todo hay).
Las abuelas como educadoras de valores fueron las primeras en transmitirnos la fe de nuestros mayores y nos explicaron el por qué del padecer del Señor y el amor de su bendita madre María. Ellas, costureras de nuestras ilusiones nazarenas, nos orientaron en el camino del respeto, guiándonos e impartiendo unas pautas de comportamiento no escritas pero llenas de sencillez y de cariño. Primer referente cristiano y cofrade en nuestras vidas e impulsoras de nuestra pasión infinita por la Semana Santa.
Las funciones que desempeñan las mujeres en el mundo cofrade son diversas y enriquecedoras, desde los grupos jóvenes, formación, caridad, acción social, captación de hermanos, a los puestos relevantes en juntas de gobiernos y consejos locales de HH y CC. También fuera de nuestras corporaciones encontramos mujeres comprometidas en el campo periodístico, pregoneras, integrantes de formaciones musicales etc.
Son ellas mismas las que se han labrado este camino que las ha situado donde se merecían, logrando sustituir con brillantez, en muchos casos, a hombres que no alcanzaban las expectativas que de ellos se esperaban. La mujer cuenta con la ventaja de saber en los errores que han caído los hombres en la dirección de nuestras corporaciones, y nunca deben repetirse ni servirse de las hermandades como trampolín de influencia para promocionarse y revindicarse.
Ellas son las verdaderas integradoras del modelo de familia en el mundo de las hermandades, diversificando nuestras casas de hermandad y compartiendo los valores cristianos en la comunidad. No podemos perder la oportunidad de abrir nuevos horizontes, ni debemos cerrarnos en debates acotados acerca de los lugares a ocupar por las mujeres, tales como la “mujer costalera”, “la mujer acólito” etc. Esto sólo perjudica a todas las que luchan por causas importantes, sin tanto debate público, pero con mucho más valor para el crecimiento de la mujer cofrade y por ende de nuestras hermandades.
Escribir sobre la importancia de las mujeres en las cofradías no es una casualidad y más ante la importante cita del próximo domingo, donde Julia Regén pregonará la Semana Santa de Ceuta después de cuarenta y cuatro años sin contar con una mujer delante del atril. Quizás la mayoría de nosotros sólo la conocemos por las referencias de la prensa desde el momento que fue designada. La experiencia en cuanto a pregones y a oraciones poéticas la ha desarrollado en su totalidad en Melilla, llegando a exaltar a nuestras hermandades en la ciudad hermana. Desde el melillense barrio de la Victoria a la plaza de las Culturas desarrolló su actividad cofradiera, en la actualidad la Cortadura del Valle de Ceuta es testigo de su labor. La oportunidad de pregonar, anunciar y exaltar la Semana de Pasión debe ser un acicate para impregnarnos de ilusión y sentimiento por todo aquello que está por venir. Hasta ese momento, valoraremos la entrega, el sacrificio de la dedicación en estos meses y sin dejar pasar por alto un cierto atrevimiento para enfrentarse a un evento tan importante.
Las jornadas de Cuaresma se suceden y se atisba la llegada, enmarcada en esta dulce espera, momentos de recuerdos y añoranzas de aquella mujer sencilla que alimentó y le dio alas a mis cofrades sueños. Permítanme la dedicatoria como broche final de mi artículo a la madre del mejor prioste y abuela del trotamundo costalero que les escribe:
Ahora que todo comienza,
inundándonos la primavera,
ser chiquillo yo quisiera
y de nuevo mi alma sintiera.
Como aquella vez primera
y de nuevo descubriera
el olor de la inocencia
y abrir de nuevo la puerta,
y que siempre allí estuviera,
aquella que mi antifaz cosiera,
esa que me mostró la belleza
de la educación y las maneras.
Llenándome de fe verdadera
acerca de María y su Realeza,
mostrándome la gracia cofradiera
con la intimidad de quien reza.
¡Con Dios que habita a la vera!
allá en la misma Gloria eterna,
Protectora de Gracia llena,
madre de mi madre y Abuela.