La muerte de Karim Mohamed el 24 de julio del año pasado no hizo sino engordar un año negro marcado por tiroteos -muchos de ellos sin esclarecer todavía- y muertes, como la del vecino de Poblado Legionario, Tarek, al que dispararon un tiro en la cabeza y del que no hay pista alguna para seguir investigando y poder así detener a los implicados en este asesinato. El caso tuvo que archivarse de manera provisional ante la falta de hilos que seguir. Como este caso otros más. Recientemente se han dictado sentencias absolutorias por disparos ocurridos en ese mismo año, lo que, en la práctica real, se traduce en una conclusión: el autor, a ojos de la justicia, de estos atentados sigue en libertad.
Más problemas aún: muchos de estos casos están relacionados, al menos tras analizarse los exámenes de Balística llevados a cabo, que han venido a concluir que existe relación entre muchos de estos tiroteos. Lo que no se encuentra es el arma, pero se sabe que, por ejemplo, los casquillos hallados tras la muerte de Karim eran de la misma arma que se usó en al menos otros dos tiroteos distintos.
El asesinato de Karim Mohamed siempre se dijo que fue un error. Que quienes lo mataron no iban realmente a por él, sino que, sencillamente, se les cruzó en el camino. Los autores, fueran quienes fueran, ocultaron las armas y se presume que habían consumido drogas. Quienes ahora están detenidos tienen en su contra testificales contradictorias en muchos casos e informes policiales.