De sus manos penden, desde hace diez años, las riendas de la ONCE en Andalucía, Ceuta y Melilla, zona en la que coordina a 24.000 trabajadores y a 15.000 afiliados. Patricio Cárceles (Murcia, 1968) recoge hoy la Medalla de la Autonomía con la que Ceuta reconoce 75 años de vocación social en favor de los invidentes. –En tres cuartos de siglo la ONCE ha cosechado decenas de distinciones. Ahora suman el máximo galardón a este lado del Estrecho... ¿Satisfecho?
–El sentimiento es abrumador, porque es el máximo título que otorga la Ciudad, y también de orgullo por cumplir 75 años de servicio a un colectivo vulnerable. Es lo máximo a lo que podíamos aspirar en Ceuta.
–En pocos meses ha recogido además las medallas que conceden sus tres zonas de influencia: Andalucía, Ceuta y Melilla...
–Los aniversarios ayudan al reconocimiento, son como una luz que te ponen encima. La Medalla de la Autonomía de Ceuta no es cualquier cosa, es un orgullo. Quizás por ese vínculo tan estrecho que nos une, pero también porque Ceuta es el ejemplo de la mejor sociedad, una ciudad ejemplo de la mejor España posible. Se suma a otros reconocimientos que estamos teniendo, pero para nosotros tiene un carácter muy especial.
–Refrenda además una complicidad de décadas entre la organización y los ceutíes.
–Sí. Siempre hemos estado presentes en Ceuta, desde nuestros inicios en 1938, pero con sede y presencia administrativa desde 1958, así que hemos cumplido 55 años en Ceuta.
–¿Cómo se traduce esa presencia en empleo y atención social?
–En la actualidad contamos con 38 trabajadores, atendemos a 162 afiliados y damos apoyo educativo a 22 alumnos en Ceuta.
–¿Qué han logrado transformar en 75 años para que el reconocimiento ahora sea unánime?
–Pues ha cambiado lo más importante: al colectivo se le ha dotado de educación, formación, empleo, autonomía personal, eliminación de barreras. Pero el principal logro de estos 75 años es que las personas con discapacidad hemos pasado de la beneficencia a los derechos, de la lástima a la dignidad. Es la clave. Hemos conseguido cambiar la percepción, que nos consideren personas como el resto, ciudadanos como los demás. No queríamos ser más, pero tampoco menos.
–También han sabido difundir el mensaje de que el dinero invertido en un cupón, aunque no toque, se transforma en beneficio social.
–Efectivamente. La ONCE no es una institución que venda productos de juego. Es la herramienta económica que sostiene una labor social. Existimos para la prestación de servicios sociales a las personas ciegas. Lo que se esconde detrás de cada cupón es dignidad, inclusión, normalización, integración... Tras cada cupón hay una historia. Y siempre toca, en premio o en inversión social.
–¿Y cómo revierte en Ceuta ese respaldo ciudadano?
–Pues fíjese, el año pasado ingresamos en Ceuta 2,3 millones de euros por ventas y el 90 por ciento, 2,2 millones, lo devolvimos en la ciudad, bien en premios o en inversión social. Por eso se nos tiene tanto cariño: la gente sabe que allí donde obtenemos dinero lo reinvertimos.
–¿Cuáles son las líneas maestras de sus programas de apoyo al colectivo?
–Las políticas de inclusión siguen siendo las mismas de hace tiempo, aunque mejoradas, porque al principio eran sólo de educación, rehabilitación, autonomía personal, apoyo psicológico, eliminación de barreras... Eso ya está conseguido porque la sociedad está muy concienciada. Pero la verdadera inclusión social se tiene que conseguir a través de la educación, que es la primera palanca hacia el empleo, y éste a su vez, no nos engañemos, es el mayor título de dignificación: un contrato de trabajo. Si los índices de desempleo en Andalucía, Ceuta y Melilla están por encima del 35 por ciento, en el caso de personas invidentes están sobre el 65 por ciento. Por tanto, los planes de inclusión social de la ONCE tienen que pasar por buena formación, educación y empleo de calidad.
–¿También les azota la crisis?
–Son momentos complicados. Los productos de juego no son de primera necesidad, no es pan ni leche. Cuando el gasto se retrae, el juego lo hace. Vamos bajando un poco en nuestros ingresos, pero estamos aguantando bien. Hace años empezamos un plan de modernización para poder afrontar los retos del presente y del futuro. Hemos puesto en marcha un plan de internacionalización que lleva el modelo de juego responsable a otros países. Colaboramos con América Latina, Europa, Marruecos, Túnez... También hemos creado el primer juego europeo, el Eurojackpot, que ayuda a capear estos tiempos complicados.
–Los nuevos juegos ‘on line’ deben de ser una dura competencia...
–Sin duda, porque han irrumpido con mucha fuerza. El año pasado el Gobierno autorizó 52 licencias nuevas de juego privado on line. Eso nos quita un trocito de la tarta. La ONCE es el operador más pequeño de juego del país, con sólo un 7,3 por ciento del sector. El juego on line, en sólo un año, tiene un 10,5 por ciento.
–¿Se imagina al colectivo de invidentes sin la ONCE?
–No es posible. Sólo hay que ver cómo están en otros países los ciegos. En Portugal es habitual verlos pidiendo en la calle. En el norte de Europa o en Francia se les ha dado mucha cobertura, pero bajo el principio de “los protegemos, pero están mejor en su casa”. La integración no es sólo cubrir la necesidad con pensiones, sino lograr que sean útiles para la sociedad. Una persona con trabajo es lo más útil que se puede tener.
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