Cuando comenzó la crisis, al Gobierno le dio por recortar donde más nos duele a los ciudadanos: en políticas sociales. Las políticas de igualdad, las prestaciones sociales, la sanidad y la educación han sido las mas resentidas. Mientras el sector bancario no cesaba de recibir todo tipo de ayudas por parte del Estado, otros sectores de mucha mayor importancia como la Educación Pública se tuvieron que enfrentar a una agresión inédita y continuada. Recortes recaídos contra una Educación Pública que ya arrastraba muchas carencias del período de boom económico.
De hecho, todos los informes señalan que el Estado español nunca se ha caracterizado por tener un gasto educativo “excesivo”, sino más bien todo lo contrario.
Hemos tenido la desgracia de asistir a un proceso de desmantelamiento de la Educación Pública. Todas las medidas gubernamentales que se han tomado en estos últimos años nos arrastran a un impacto muy negativo en el ámbito de la educación: subida de tasas universitarias, reducción y restricción de becas, recortes presupuestarios, reducción del número de profesores, recortes salariales y laborales a las y los docentes, etcétera. Y mientras tanto, mientras unos recortan y otros luchamos para reivindicar una educación pública de calidad, una educación verdaderamente pública y no la que tenemos ahora, desagradables situaciones se sigue repitiendo curso tras curso. Situaciones que suponen el desembolso de cientos de euros por niña o niño en educación Infantil, Primaria o Secundaria y al que muchas familias no pueden hacer frente porque sus recursos son limitados (en algunos casos hay familias que no tienen ni con qué subsistir) y porque los gastos en libros y materiales escolares se disparan exageradamente. Eso en una ciudad como la nuestra, donde el fracaso escolar campa a sus anchas ante la mirada anonadada y la actitud pasiva de Gobierno central y local, es especialmente sangrante. Nuestros niños y niñas son los que peor panorama educativo tienen de todo el país. De toda Europa. Y ese dato guarda una relación directa con que seamos la ciudad que ocupa el primer puesto en el ranking de la pobreza.
Si cualquier familia de clase media, con alguno o varios de sus miembros trabajando, nota el mes de septiembre en sus bolsillos, imagínense aquellas en las que ninguno de sus miembros trabaja. Si una familia apenas tiene recursos con los que mantener a su familia y subsistir, ¿de dónde cree el Gobierno que va a sacar los recursos para desembolsar todos los euros necesarios en libros y materiales? Ah, sí, que para eso están las becas, una becas que en el mejor de los casos no empiezan a llegar hasta una vez finalizado el primer trimestre con todos los retrasos que eso supone.
Capítulo aparte merece el desembolso y el esfuerzo que hay que hacer para cursar enseñanzas universitarias. Hasta tal extremo que parece que hubiéramos vuelto a esa época en la que sólo se pretendía la formación de aristócratas y nobleza restringiendo el acceso a las familias más humildes. Las reformas legislativas en el ámbito educativo no deberían ser nunca para retroceder en la calidad de la educación. No es un juguete al capricho del PP. O al menos, no debería serlo.
El futuro de las próximas generaciones, el nuestro mismo, depende de la educación que reciban los más pequeños. Esa educación debe garantizar la igualdad de oportunidades entre los hijos de las familias pudientes y los de las familias que apenas tengan recursos salvo que se quieran perpetuar las diferencias y condicionar el futuro educativo y profesional según de quien seas hijo/a.
Falta un compromiso expreso en el ámbito educativo por parte del Gobierno local que, sea del color que sea, debería luchar para que en Ceuta la educación no se resintiera tanto... Y mientras, las familias siguen teniendo que buscarse la vida para que a sus niños no les falten esas herramientas básicas con las que poder tener una oportunidad en un futuro no muy lejano.