Entre el ‘Mundialito’, la pretemporada, la Champion, la Supercopa y el propio inicio del nuevo campeonato, la temporada actual y la pasada se nos han entrelazado. ¿Quién da más? En la época franquista, se decía que el fútbol era el opio de las opiniones políticas rebeldes, el opio del pueblo. Ahora parece serlo de todas las opiniones en general. Que la retransmisión del At. de Madrid – Barcelona, del miércoles, en pleno agosto, acapare el 38,4% de cuota de pantalla, unos 4,9 millones de espectadores, no es una cuestión baladí.
Lástima que la competición sea sólo cuestión del Barcelona y del Madrid. Más ahora, tras la fuga de determinadas estrellas nacionales a Europa por la crisis de los clubes. Lo que no sería del todo negativo si ello sirve para que éstos fijen toda su atención en la cantera.
En marcha ya la liga en sus dos máximas categorías, ahora toca a la Tercera División. Oscuro pozo en el que se ve sumido nuestro primer representante. Definitivamente quedó atrás lo de tirar con pólvora del rey cuando la Ciudad cerró su generoso y discutible patrocinio vistos los resultados y el mínimo respaldo de la afición. Ni siquiera la meritoria campaña pasada, con un plantel de equipo tan modesto, consiguió arrastrar a los seguidores deseados.
¿Dónde estarán ahora los 5.331 firmantes de la campaña ‘Salvemos a la A.D. Ceuta’, que reclamaban hace un año el mantenimiento de la subvención municipal? Si esta temporada acudiesen al estadio simplemente la mitad de ellos, cabría pensar en un futuro esperanzador que condujera a la recuperación de una solera futbolística desgraciadamente perdida.
Ha tenido que venir la época de las vacas flacas para que el primer equipo de la ciudad ponga los ojos en la cantera. Si con ella, el pasado campeonato, el Atlético de Ceuta estuvo a punto de disputar el play off, cabría preguntarse cuál sería la realidad actual del club y la ilusión de sus seguidores si una buena parte de la subvención municipal se hubiera destinado a esa cantera.
Atlético de Ceuta, sí. Club al que en el pasado campeonato se le cambió el escudo y el color de su camiseta y ahora hasta el nombre: Agrupación Deportiva Ceuta F.C. Cambio que no acierto a entender por la historia y el cariño que para muchos aficionados, fundamentalmente para los más veteranos, encierra esa nominación de Atlético y su inseparable y tradicional elástica rojiblanca.
Recuérdese que el club nació en 1956, tras la fusión y el abrazo de los dos eternos e históricos rivales, Atlético de Tetuán y S.D. Ceuta. Fusión nada fácil, empujada con el fin del Protectorado, y por las apetencias de otros clubs vecinos, especialmente la Balompédica Linense, por el salto de categoría y la incorporación de algunos destacados jugadores del cuadro de Sania Ramel.
Un Atlético que con sus 11 temporadas en Segunda protagonizó la mayor gloria vivida por el fútbol ceutí con aquella promoción de ascenso a Primera División con el Elche, y al que, años después, dos severas reestructuraciones de la Segunda y Tercera divisiones terminaron sepultándolo en Regional pese a gozar de una discreta posición final en la tabla en ambas.
Hablar del At. de Ceuta es recordar a presidentes inolvidables como José Benoliel y Julio Parres, cuando en nuestro equipo existía la ‘oposición’. Es evocar a grandes jugadores que dieron un timbre de gloria a la entidad como la pareja de volantes López y Lora, la mejor de la Segunda División en su época; a futbolistas como Pirri, Soler, Ayala, Mendi, Totó, Curro, Giner, Rodolfo, Correa, Ocaña, Alonso, etc., tan vivos aún en el recuerdo.
Cómo olvidar, igualmente, aquel fulminante retorno a Segunda de hace medio siglo, a las primeras de cambio, con goleadas irrepetibles como un célebre 11 a 0, para después, en la promoción, dejar atrás a Baracaldo y Calvo Sotelo en eliminatorias de auténtica epopeya, con Guillermo González al frente de la gestora que rigió los destinos del equipo aquella inolvidable temporada.
Perdida la 2ª División en 1968, sería preciso esperar para verle de nuevo en la Tercera a la temporada 1993 – 94, ya como segundo equipo de la ciudad, primero con Jaco Azafrani y después con Conejo. Época en la que estuvo a punto de disputar la promoción a Segunda, con el infatigable Paco Cervantes en la presidencia. Tiempos ya de modestia, pero con la vitola de equipo luchador y carismático con la que retornó hace dos años a esta categoría nacional que disfruta, convertido, de nuevo, en el representante de la ciudad, aunque desposeido de su nombre originario, claro. Una iniciativa que, ya digo, ni comprendo ni comparto a menos que alguien me pueda dar una respuesta convincente y coherente.
Suerte, muchachos, y a por todas.