Opinión

La leyenda del beso

El 18 de enero de 1924, el teatro Apolo de Madrid tuvo el honor de estrenar la zarzuela “La leyenda del beso”, con música de Soutullo y Vert. Es una deliciosa obra de nuestro género chico, con un famoso intermedio interpretado habitualmente por bandas y orquestas en sus repertorios.

El título de la celebrada obra musical me sirve como pretexto para reflexionar sobre las múltiples facetas de un acto tan corriente, que se celebra millones de veces diariamente, como es el beso. El beso, según el DRAE, es la acción de tocar u oprimir con un movimiento de labios a alguien o algo como expresión de amor, deseo o reverencia, o como saludo.

Etimológicamente procede del vocablo besium utilizado por Catulo para referirse al beso erótico. Puede ser que provenga del celta y se diferencia del latín osculum, referido al beso no erótico. Parece ser, según los investigadores, que las referencias de más antigüedad −año 2500 a.C.− aparecen en los templos de Khajuraho en la India en forma de relieves esculpidos en sus paredes.

También existen datos de los antiguos pueblos semitas, en los textos sagrados hinduistas y aparece en el Kamasutra, en su versión sexual. Puede ser que se transmitiese a Europa con las invasiones de Alejandro Magno. Lo cierto es que está presente en más del 90% de las sociedades humanas.

La tipología del beso es extensa y variada. Excluyendo a aquellos familiares y de respeto, refiriéndonos a los de contenido sexual, no vamos a enumerar los más de treinta que describe el Kamasutra pero si citaremos algunos usuales: El beso tradicional, con unión de los labios con las bocas cerradas.

El beso francés −nuestros vecinos son maestros en gastronomía y sexo− llamado también con lengua. El beso mariposa, inocentón, no involucra los labios y solo es un frotamiento de pestañas.

El beso esquimal se limita a frotar las narices. El cursi beso de piquito, propio de saludos adolescentes y de algunos resabiados. Y no hablemos del beso negro, sin duda para espíritus avanzados. Está presente en el arte: escultura, pintura, literatura, música, cinematografía y otras manifestaciones artísticas. En la escultura son sumamente conocidas las obras de Auguste Rodin, Constantin Brancusi, Antonio Canova o Baptiste Gask.

En pintura los cuadros de Klimt, Hayez, Picasso, Toulose-Lautrec, Magritte, Munch, Marc Chagall y otros. Ha dado título a obras literarias como la trágica y vengativa leyenda toledana de Bécquer, un cuento de Chejov o el extraño “El beso de la mujer araña” de Manuel Puig. Julio Cortázar en un pasaje de “Rayuela” lo describe intensa y explícitamente.

El beso tiene señalada importancia en narraciones infantiles como “La Cenicienta” o “Blancanieves”. La cinematografía está repleta de secuencias con ardientes besos y el primero apareció en un cortometraje en 1896, con una duración de 47 segundos. Cómo no recordar el sugestivo “Bésame mucho” de la mexicana Consuelito Velázquez o el chauvinista pasodoble “El beso de España” de Fernando Moraleda, una loa a la mujer española que siempre besa de verdad.

Hay una serie de besos emblemáticos que, sin ánimo de ser exhaustivo, pueden citarse: En el huerto de Getsemaní, Judas Iscariote entregó a su Maestro Jesús mediante un beso. Se ha identificado la expresión “el beso de Judas”, de uso general, como el acto de traición cometido por alguien en quien tenías confianza.

El final de la II Guerra Mundial tiene sin duda un gráfico referente en el beso improvisado, pero llamativo, que el joven marinero Gleen Edgard McDuffie, propinó a la enfermera Edith Shain −parece ser que no la conocía de nada− en Times Square de Nueva York, el 15 de agosto de 1945. Quedó inmortalizado por Alfred Eisenstaedt en la revista Life. En el cementerio de Poble Nou en Barcelona hay una estatua en cual un esqueleto, representativo de la muerte, se lleva a una joven a su reino con un beso. Se la conoce como el beso de la muerte, representa una tradición mística, según Raimón Arolas, y ha inspirado diversas canciones y películas. Es conocido también, y lo relata Plutarco, el beso que Alejandro Magno, en una fiesta al regreso de una campaña en la India, y ante la petición de sus tropas, propinó al eunuco Bagoas. En Berlín con motivo del 30 aniversario de la creación de la República Democrática Alemana, en 1979, Leonid Brezhnev y Erich Honecker, protagonizaron un, luego muy difundido, fraternal morreo comunista, inmortalizado por Regis Bossu. El filósofo cordobés Lucio Anneo Séneca recoge una tradición existente entre sus paisanos. Si el novio besaba a la novia ante ocho testigos, parientes de alguno de ellos, y posteriormente se celebraban ciertos sacrificios en honor de la divinidad de la tierra, el beso era suficiente para ser considerado como un contrato solemne de matrimonio.

Posiblemente inspiró a Constantino que, en el 336 instituyó la Ley del Osculo. Se refiere al destino de las donaciones esponsalicias cuando no se realiza el matrimonio, según se haya producido o no el citado ósculo. En Pattaya, al sur de Bangkok, una pareja, de resistentes enamorados tailandeses, aguantaron de manera casi inverosímil más de dos días, con sus noches −58 horas, 35 minutos y 58 segundos− amarrados como siameses por los labios.

Sin duda es el beso más largo del mundo. Precisamente parece ser que como homenaje a tan extenso beso, desde 2013, se ha instituido, el 13 de abril −aunque de manera no oficial− como el Día Internacional del Beso.

Muchas parejas en el mundo se enfrascan esa fecha en tan agradable y voluptuoso acto. Con anterioridad, a partir del 2006, el 6 de julio de cada año se celebra el Día Internacional del Beso Robado. Parece ser una conmemoración que, ignoro el motivo, se inició en Gran Bretaña en el siglo XIX, como Kissing Day.

No podía la ciencia dejar de moverse en este campo y apareció la filematología. Estudia fundamentalmente los elementos que intervienen y las reacciones físicas y mentales que provoca. Por el contacto labial se involucran cinco de los doce nervios craneales.

Los sentidos del gusto, el tacto y el olfato intervienen de forma simultánea y se ponen en movimiento hasta 36 músculos de la cara. Aumenta el ritmo cardiaco. Se liberan endorfinas y hormonas como la dopamina y la oxitocina − responsables de la felicidad− reduciéndose los niveles de cortisol y de la hormona ligada al estrés.

Se reduce la presión arterial y se previene la formación de hormonas glucocorticoideas responsables del alto colesterol, la alta presión e incluso del insomnio. Cada beso puede quemar unas dos o tres calorías por minuto, aunque hay diferentes cifras dependiendo de la intensidad y pasión. Además es un poderoso analgésico y aumenta la autoestima. Hay una transmisión de bacterias −de unas trescientas especies− entre diez millones y un billón en ambos sentidos, que contribuyen a reforzar, por tanto, el sistema inmunitario. La saliva contiene sustancias que según la neurocientífica Wendy Hillnoss, sirven para detectar la idoneidad de la persona a la que besamos.

Por ello diversas investigaciones coinciden en que el 66% de las mujeres y el 59% de los hombres, manifiestan que la calidad del primer beso puede determinar la continuidad de una relación.

Por otra parte, la generación de mayor cantidad de saliva combate las caries al reducir la placa bacteriana. Estadísticamente parece ser que mientras las mujeres dan al beso una gran importancia cara a mantener una relación permanente, los hombres suelen utilizarlo como un medio para conseguir algo más.

De hecho solo una de cada siete mujeres, confiesa que llegaría al sexo sin haber besado anteriormente. Entrando en datos curiosos, otros análisis concluyen que del 75 al 80 % de las personas inclinan la cabeza hacia la derecha al besarse. La explicación científica me parece un tanto peregrina ya que arguye que esta preferencia está relacionada con la posición fetal de las últimas semanas en el útero. No obstante, y para ser objetivo, es correcto hacer constar que ciertas enfermedades pueden transmitirse.

Algunas leves como resfriado, verrugas o caries y otras un poco más complicadas como la mononucleosis e incluso, menos corrientemente, la meningitis. Con adecuada prevención no deben suponer un condicionante negativo. Puede concluirse que a la vista de los efectos positivos del besuqueo, podremos prescindir de cardiólogos, nutricionistas, odontólogos, psicólogos y psiquiatras. No cabe duda que su práctica lleva a vivir más años y, lo que es más importante, mucho más divertidos.

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