Como es bien sabido, la Legión es un Cuerpo de élite del Ejército español, del que ya digo en mi último y reciente libro titulado “Ceuta, pasado y presente”, que ha prestado servicios muy relevantes a España. Y ahora se ha informado por los medios de comunicación que el nuevo Reglamento de Honores Militares, que ha sustituido al de 1984, ha eliminado los que hasta ahora el Ejército rendía al Santísimo, que en la Legión tiene en el Cristo de la Buena Muerte y Ánimas uno de sus más preciados y emblemáticos signos de fervorosa veneración, siendo su protector bajo cuya advocación está.
Y, sin ánimo alguno de critica, de lo que aquí sí se trata es de dar a conocer razonadamente, de cara a una posible reflexión, lo que tal medida puede suponer y representar para un Cuerpo tan querido y de tanto simbolismo tradicional como es la Legión; pese a que para nadie creo que sea ningún secreto que dicha Institución legionaria y el Cristo de la Buena Muerte son ya cultura, historia compartida, tradición hondamente sentida y profunda vinculación largamente vivida entre la imagen, los legionarios y el pueblo de la mayor parte de España, pero con mayor fuerza todavía en Málaga, Ceuta, Melilla, Ronda, Almería, Canarias y en todas partes donde esté destinada la Legión. Es más, me atrevería a decir que dicho Cuerpo dejaría mucho de serlo sin su Cristo de la Buena Muerte, lo mismo que las procesiones de Semana Santa en las ciudades que he señalado dejarían también de tener buena parte de su signo identitario de especial singularidad sin la puesta en escena por sus calles durante la Semana Santa del Cristo de la Buena Muerte y la Legión. Y esto lo asevera un civil, que si bien admira al Ejército, para nada es vehemente ni visceral.
La imagen del Cristo de la Buena Muerte creo que es, en primer lugar, arte y cultura del pueblo, porque hunde sus raíces más profundas en el antiguo Cristo de Málaga llamado de MENA, que fue diseñado y tallado en 1660 por el famoso escultor Pedro de Mena (1628-1688), notable figura pictórica del barroco, que como se sabe es un estilo emocional, dramático y naturalista que nació más bien contra la difusión del protestantismo. Es un arte en el que predominan las imágenes talladas en madera que realzan los efectos escenográficos propios del naturalismo, representando los sentimientos interiores y la pasión reflejada en el rostro de los personajes, a base de figuras lánguidas y contemplativas. Sin embargo, es de resaltar que, contra aquel Cristo originario de Mena en Málaga, el 13-05-1931 se cometió el bárbaro sacrilegio de romperlo en pedazos, siendo sus partes fragmentadas arrastradas y esparcidas por el suelo y después quemados y objeto de mofa y escarnio, habiéndose podido recuperar solamente la pierna izquierda que se conserva en la Congregación de Málaga. Desde entonces, el pueblo malagueño le profesa honda fe y fervorosa devoción. Dicha imagen fue sustituida por otra hasta que en 1942 fue reproducida una réplica de la antigua por Francisco Palma Burgos, que es la actual restaurada en 2001.
El Cristo de la Buena Muerte es también historia y tradición hondamente sentida en la Legión, porque la advocación del Cuerpo a dicha imagen data de 1921, que es cuando los legionarios quedaron vinculados a la misma - sólo un año después de su creación - cuando el antiguo Tercio de Extranjeros contactó en Málaga con la Congregación del Cristo de Mena manifestando su deseo de encomendarse a dicha imagen y tener al Cristo como su santo protector. Las conversaciones llegaron a buen fin desde el primer momento, habida cuenta de que la Congregación enseguida acogió la idea y se mostró muy complacida de tener a los legionarios bajo su advocación, si bien tal vinculación no fue confirmada oficialmente por parte militar hasta el año 1928, y la iglesia tampoco la oficializó canónicamente hasta el año 2000, en que el entonces arzobispo castrense D. Manuel Estepa Llaurens aprobó el decreto de nombramiento del Santísimo Cristo de la Buena Muerte como protector oficial de la Legión española.
De esa manera quedarían definitivamente vinculados la Legión y su Cristo de la Buena Muerte; dándose entre la imagen y los legionarios algo así como una simbiosis emblemática de mezcla entre lo militar, lo épico y lo religioso, que a lo largo de los años ha ido fraguando en un corpus de costumbres y tradiciones de forma consustancial, que es ya parte de la historia de la Legión, de la Congregación y de España, pues de todos son conocidos el simbolismo, el culto, la devoción y el fervor que siempre ha inspirado el Cristo de la Buena Muerte en dicho Cuerpo, sobre todo, en la celebración del Sábado Legionario y la festividad de su Fundación, con el hondo sentimiento de espíritu de Cuerpo, destreza, marcialidad, realce y vistosidad que los legionarios dan a su Cristo de la Buena Muerte, levantándolo a pulso y portándolo por alto en vilo, acto que está fuertemente unido a la ofrenda reverencial de recuerdo, honor y exaltación a sus muertos, que es algo sublime que llena de emoción y sobrecogimiento, y hace vibrar el corazón de cualquiera, sin necesidad de que se sea católico o incluso aunque se pertenezca a otras religiones.
Y es que el simbolismo del Cristo de la Buena Muerte lleva también de antiguo inseparablemente asociada la canción “El novio de la muerte”, creada por Costa y Prado en 1920, que exalta la figura épica de aquel legionario al que recogieron muerto en el combate y en su pecho le encontraron un retrato y una carta de una divina mujer que, entre otras cosas, decía: “Por ir a tu lado a verte/ mi más leal compañera/ me hice novio de la muerte/ la estreché con lazo fuerte/ y su amor fue mi ¡Bandera!”. Con ello se rinde culto a la muerte y se minimiza el miedo natural a la misma que, según el Credo Legionario, no es tan horrible como parece, sino que para un legionario lo más horrible es vivir siendo un cobarde. Desde entonces, el Cristo de la Muerte es popularmente conocido como el “Cristo de los legionarios”, existiendo en cada acuartelamiento una réplica de la imagen. Y nadie en el Tercio ni en el pueblo entendería bien a la Legión ahora sin su Cristo de la Buena Muerte, porque Éste, el pueblo y la Legión están indisolublemente hermanados y unidos.
Pero el Cristo de la Buena Muerte y la Legión tienen una honda connotación también con el pueblo de Málaga. Los malagueños, desde que en 1931 se cometiera la alevosa afrenta con su Cristo de Mena, profesan a la imagen gran fervor religioso y una profunda devoción. De manera que, por las fechas de Semana Santa, que fue cuando aquel año se cometió tan irreverente y bárbaro atentado, existe la tradición de exposición solemne de la imagen ante el pueblo para que éste la contemple y venere. Y también desde ese mismo año existe la costumbre de que fueran los legionarios los que a partir de entonces dieran guardia a su protector el Cristo de la Buena Muerte, para mejor vigilancia y mayor seguridad. Y es por ello que desde aquellas fechas la Legión nunca falta a la cita de dar guardia a su Cristo desde el Domingo de Ramos hasta el Miércoles Santo. La Guardia de Honor se la dan con el estandarte del Cristo de la Buena Muerte, que está orlado con los guiones de los cuatro Tercios legionarios: Gran Capitán, Duque de Alba (con sede en Ceuta), Don Juan de Austria y Alejandro de Farnesio.
Nadie entendería una Semana Santa en Málaga sin la Legión dando escolta y procesionando a su Cristo “de los legionarios”, como popularmente se le llama, por todo el recorrido, habiéndose convertido ya en una costumbre hondamente sentida y querida, cuya celebración consiste, primero, en el acto solemne del recibimiento en el Puerto a la embarcación que lleva toda una oleada engalanada de color verde: los legionarios. Es uno de los momentos más esperados y más vibrantemente vividos por el pueblo malagueño, que da así fe de su inconmensurable afecto y cariño hacia la Legión; hasta cerca de cien mil personas van cada año hasta la zona portuaria para no perderse tan apoteósico acontecimiento, siendo uno de los actos que concita mayor expectación de la Semana Santa de Andalucía.
Después, nada más salir los legionarios del buque que les transporta, portan su Cristo y entonan la canción “El novio de la muerte”, el público enfervorecido estalla en una atronadora serie de vítores y aplausos. Desde el recinto portuario parten hasta la iglesia de Santo Domingo, que está situada en la plaza Fray Alonso de Santo Tomás, donde se aloja su trono. Las hondas gargantas y los pechos henchidos de los legionarios, van cantando por las calles procesionales de Málaga (yo diría que más bien rezando en alto) su inconfundible y emotivo “Novio de la muerte”. Y, finalmente, trasladan la imagen hasta la casa hermandad de la Congregación para su posterior entronización y desfile procesional el Jueves Santo, momento en que vuelven a escoltar a su Cristo en procesión por las calles principales en medio del calor, el cariño y las ovaciones del pueblo de Málaga que inunda el centro de la ciudad y no cesa de vitorearles. Y eso es lo que el Cristo de la Buena Muerte representa para la Legión y para el pueblo: arte y cultura, símbolo emblemático de una tradición hondamente arraigada y una profunda expresión de fe y fervor religioso que, a mi modesto juicio, son aspectos todos muy dignos de ser tenidos en cuenta.