Colaboraciones

La lectura: lectura rápida y lectura fácil

El Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, ha manifestado en variadas ocasiones que aprender a leer fue lo más importante que le había pasado en la vida. Nuestro Miguel de Cervantes aseveró que la pluma era la lengua del alma. A través de la lectura las personas decodificamos un mensaje transmitido mediante un código escrito. Es uno de los componentes esenciales de nuestra racionalidad, siendo una facultad adquirida que no está en nuestro código genético. Su importancia abarca numerosos horizontes, desde el camino que conduce al conocimiento y a la libertad – decía Santa Teresa de Jesús: “Lee y conducirás, no leas y serás conducido"– hasta el desarrollo de la imaginación y la creatividad. Permite la mejor comprensión del mundo, despierta vías neuronales, activa la memoria, aumenta el vocabulario, fomenta la comunicación y la empatía, sin olvidar que constituye instrumento manifiestamente básico para el éxito profesional.

Pueden citarse importantes personajes en cuya existencia la lectura fue elemento fundamental. De Winston Churchill se dice que leyó durante sesenta años unos siete libros al mes, con un total de más de cinco mil durante su vida y Menéndez Pelayo, en unos quince o veinte minutos, daba cuenta de un libro de 300 páginas. A título de curiosidad, que tal vez quizá sorprenda, conocimos que la actriz Marilyn Monroe era una amante – aparte de los de otro tipo– de los libros e incluso algunas personas de su entorno la calificaban como ratoncillo de biblioteca.

La Federación del Gremio de Editores de España refleja en un informe, que el número de lectores en nuestro país es del 65,8%. Lamentablemente casi un 40% de nuestros compatriotas no hojean nada. Las mujeres son más lectoras que los hombres y, en el tramo de edad de 45 a 54 años, golean al género masculino por 73 % a 52%

Según encuesta del CIS en nuestro país un 1,3% leen al menos un libro a la semana. Los calificados como grandes lectores son quienes leen 50 libros o más en un año y la superlectura parece ser bastante independiente del nivel económico.

Las investigaciones sobre la aparición de la escritura en el mundo hacen que las diversas teorías sean continuamente puestas en entredicho. No puede establecerse una fecha exacta de su aparición, sin embargo hay bastante coincidencia en situarla entre los años 3500 y 3000 a.C. Los sumerios del sur de Mesopotamia pudieron ser los autores del primer escrito, creíble, anterior al 3000 a.C. y con caracteres ideográficos. Posteriormente los egipcios –quizá por influencia sumeria– crearon su escritura a través de jeroglíficos. En Mesoamérica también nacieron formas de expresión escrita como la maya, la zapoteca e incluso la todavía indescifrada rongorongo, de la Isla de Pascua.

El inicio de la escritura fue pictográfica, dibujando el objeto, a continuación se fue transformando en símbolos de ideas abstractas, es decir la ideografía. Cuando se representaron los signos del objeto en forma de sonidos nació la escritura fonética. La cultura griega a partir del año 800 a.C., introdujo la escritura alfabética, que constaba de un alfabeto de 24 letras, procedente de los fenicios, prácticamente la escritura actual.

Inicialmente la escritura se reflejaba en rocas o tablillas de madera, luego sobre el barro húmedo – escritura cuneiforme– posteriormente en el papiro de los egipcios y en el pergamino, hasta la introducción del papel inventado por los chinos. El descubrimiento por Gutenberg en 1440 de la imprenta supuso la gran revolución en la difusión de la lectura.

Hay que esperar a finales de año 900 para que, por un anónimo monje, viésemos incluído en los márgenes de un códice en latín las notas con el primer texto en español e incluso dos en euskera. Son las llamadas “Glosas Emilianenses”, conservadas en el monasterio de San Millán de la Cogolla, en la Rioja.

Vivimos en la desnortada era de la información. La revista científica Science recogió en un artículo que en solo dos días se produce toda la información generada por la humanidad desde sus orígenes hasta el 2013. En España se publican anualmente entre 80.000 y 90.000 libros, aunque en EEUU llegan a los 300.000. No digamos las publicaciones de periódicos y revistas. Para colmo y creciendo –por término medio, contrastando diversos estudios– transmitimos en el mundo, diariamente, la apabullante cantidad de más de 250.000 millones de correos electrónicos. El experto compatriota Alfons Cornella ha creado un término nuevo para esta saturación de información. La ha denominado infoxicación.

No cabe duda que procesar o acceder incluso a parte ínfima de la tamaña cantidad de datos, requiere mucho tiempo. La solución está, en parte, en leer más rápidamente y por ello – sin excluir a un buen número de avispados que vieron apetitoso negocio– surgieron a finales de los años cincuenta los cursos y técnicas de “Lectura Rápida”.

La capacidad de lectura media está entre 200 y 250 palabras por minuto. Muchos patrocinadores de estos cursos garantizan que siguiéndolos se podrá llegar a 900 o 1.000 palabras. La verdad es que, sobre muchas de estas técnicas anunciadas, no existen estudios o comprobaciones científicas. Sin embargo, sí es cierto que corrigiendo ciertos errores, aplicando mejoras y rodeándose de favorables elementos externos puede aumentarse la velocidad de lectura.

A titulo referencial algunos de los aspectos aconsejados son: Eliminar la regresión o no volver a leer, la vocalización – pronunciación de lo que se lee– y la subvocalización o repetición mental de lo leído. No leer palabra por palabra –ya que podemos comprobar que somos capaces de leer frases con palabras incompletas e incluso tapando la mitad inferior del texto– sino agrupar varias ellas educando la visión periférica. También utilizar, aunque hay opiniones contrarias, un marcador o guía, dedo o bolígrafo, para ir siguiendo la lectura.

Todo ello complementado con una buena postura, una buena iluminación, una incidencia vertical a 90º sobre el texto, a unos 30 o 35 cm, serán elementos para conseguir la mejora.

En justicia hay que tener en cuenta otro enfoque que debe darse a la lectura. La UNESCO reconoce que en los países desarrollados el 30% de la población presentan dificultades para entender la información escrita con lo que tienen dificultades para incorporación al proceso educativo, cultural e incluso laboral. Los Derechos Humanos, la ONU, nuestra propia Constitución y normativas legales, recogen la obligatoriedad de proteger este aspecto de integración.

Surge de este modo la denominada “Lectura Fácil” como un proceso en el cual pueda hacerse accesible la información a personas que presentan una dificultad de comprensión de la lectura. Mediante una serie de recomendaciones se dará a los escritos claridad y sencillez.

Como receptores de este tipo de redacción y presentación están aquellas personas con discapacidad intelectual, pero también aquellas con deterioro mental por la edad o enfermedad, baja alfabetización o inmigrantes con desconocimiento del idioma. Lógicamente en virtud del grupo a quien esté dirigida la lectura fácil habrá varios niveles, desde las ilustraciones al empleo de palabras accesibles.

Entre las pautas a seguir en el desarrollo de esta técnica están: utilización de frases cortas, evitar el subjuntivo, inclusión de imágenes o pictogramas, evitar abreviaturas, siglas, signos poco habituales, metáforas o comparaciones confusas. Utilización de vocablos cotidianos, redacción directa, resaltando las ideas principales y otras muchas.

Tengo que citar que la Asociación Española de Normalización (UNE), de la cual formo parte en su Junta Directiva, ha publicado la norma UNE 153101:2018 EX “Lectura Fácil. Pautas y recomendaciones para la elaboración de documentos”. Constituye la primera vez en el mundo que un organismo normativo institucional emite una norma sobre el tema.

En Suecia el año 1968 se editó el primer libro en lectura fácil. En 1984, también en el país nórdico, apareció el primer periódico en este formato. En 2013 se dictó en México la primera sentencia mundial en lectura fácil. En la actualidad en España últimamente también se están dictando sentencias de este tipo y varios diarios están incluyendo páginas de noticias asequibles. El año pasado se editó en nuestro país el primer periódico digital en lectura fácil.

Sea como sea y cualquiera que fuere el enfoque que se dé a la lectura, tendremos presente a nuestro ínclito Don Miguel de Cervantes, que escribió: “El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”

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