Dos años en coma y en el olvido. Así se titula el reportaje que hoy ofrecemos sobre la historia de Samir. Un joven marroquí que lleva todo este tiempo en coma, en una habitación del Hospital. Fue víctima de un accidente que aún no se ha investigado como se debe. Desde aquel golpe fatal ha quedado postrado en una cama. Constituye uno de esos casos, una de esas historias que difícilmente puede ser asimilada, pero es real.
La madre es quien cuida a este joven. Es la propia madre la que siempre ha reclamado que se sepa la verdad, que se conozca lo que ocurrió para que su hijo terminara como está. Siempre ha luchado para que aparezcan los testigos de ese accidente, que cuenten lo que vieron para ayudar a que la verdad se esclarezca y que se sepa realmente cómo se produjo el golpe que terminó en esta situación.
Dos años después de lo ocurrido cuesta entender cómo este joven ha terminado ahí, perdido y olvidado en una habitación del hospital, sin saber qué futuro médico tiene o qué mejoras pueda experimentar su caso. La Defensa de esta familia lucha para que la verdad salga a la luz, pero mientras tanto todo ha quedado ahí enquistado, perdido, sin que haya siquiera una puerta a la esperanza.
“No quiero nada, quiero recuperar a mi hijo”, pide su madre, mientras el joven siente lo que hay a su alrededor y llora al entender que su historia se está contando. Pero no puede ir a más, no puede expresarse y contar qué es lo que ocurrió ese día o por qué los testigos que lo vieron no aparecen para decir con pelos y señales todo.
Hay historias dramáticas, historias que cuesta creer. La de Samir es una de ellas, la de este joven que solo quería viajar y trabajar y que ahora permanece postrado en una cama, sin tan siquiera contar lo que ocurrió ese día de abril en el que todo se volvió negro y en el que terminaron sus trabajos, sus idas y venidas a Marruecos así como su vida sin estar sometido a lo que otros hagan por él.
Dos años en coma, dos años en el olvido y un caso que solo espera una justicia final. “No puede trasladar este cuerpo a Marruecos, es como si fuera un muerto”, lamenta Saadia, su madre, mientras Samir llora porque entiende, porque es testigo de un silencio incapaz de romper.