Sin lugar a dudas el elemento que define la geografía de Ceuta es el mar. Nuestra ciudad es una península abrazada por dos mares, cada uno de ellos con su propia personalidad. El mar ha sido la base de nuestra economía y el ingrediente fundamental de nuestra idiosincrasia. Si uno observa la historia de Ceuta desde una perspectiva amplia se dará cuenta de nuestro progresivo distanciamiento del mar. No podemos prescindir de él, ya que es indisociable de nuestra realidad geográfica, pero ha pasado a tener un papel testimonial en nuestra economía. Apenas quedan dos o tres barcos pesqueros en activo, al margen de las dos almadrabetas que se calan en la bahía sur. Toda una cultura vinculada al mar está desapareciendo delante de nuestros ojos sin que a muchos le provoque ni una mísera lágrima.
Más allá de nuestra mirada antropocéntrica, el mar posee una riqueza de vida y de paisajes desconocida para muchos. Se trata de un medio hostil para el ser humano que se ha abierto a los ojos del ser humano gracias al desarrollo de los equipos autónomos de buceo. Quienes conocen los fondos de Ceuta comparten la opinión sobre su extraordinaria variedad y riqueza. Diversas iniciativas empresariales han intentado convertir a los fondos marinos en una fuente de creación de empleo y riqueza mediante el ofrecimiento de inmersiones guiadas. Hasta ahora no ha habido demasiada suerte. El precio del barco es una barrera que impide la llegada de visitantes a nuestra ciudad, ya sea para bucear, conocer nuestro patrimonio cultural o disfrutar de nuestra gastronomía y oferta comercial. No obstante, el hecho de que pocos conozcan los fondos marinos de Ceuta no puede ser una excusa para no protegerlos, como nos obliga la propia ética colectiva y las numerosas leyes internacionales, europeas y nacionales dirigidas a la preservación del medio marino.
Para una amplia mayoría de la sociedad ceutí, el mar es el medio que les dificulta sus desplazamientos a la Península y las aguas con las que refrescarse en verano. La estrechez de miras con la que muchos perciben el mar les impide ver otras dimensiones de la realidad. Mientras las playas están atestadas de gente en verano, pocos son los que disfrutan durante todo el año de los magníficos senderos litorales que rodean el Hacho. Estos caminos, como el de Ronda, permiten contemplar bellos paisajes y una amplia diversidad de especies de flora y fauna, principalmente ornitológica. Por desgracia, no es sólo belleza lo que observamos, sino también salta a nuestra vista la gran cantidad de suciedad acumulada en el litoral, los acantilados llenos de residuos, los horribles cableados, los fuertes y murallas abandonados u ocupados de manera ilegal. Para revertir esta lamentable situación nunca hay dinero. La prioridad siempre está en otro popular asunto: las playas.
Las playas han sido y son la única preocupación de los gobiernos del Sr. Vivas en materia de medio ambiente marino. La protección, conservación y difusión de los ecosistemas marinos nunca le ha importado un pimiento al Sr. Vivas. Para ser justos hay que decir que el principal gobierno de la oposición, el PSOE, tampoco le ha interesado demasiado el patrimonio natural marino de Ceuta. Fue el gobierno del Sr. Zapatero el que ejecutó la “degeneración” de la playa de la Ribera, cuyas consecuencias inmediatas fueron el enterramiento de arrecifes costeros de gran valor ecológico y paisajístico, como la desaparecida Peña del Caballa. Otras consecuencias fueron la creación de una cortina de turbidez que tardó años en disiparse y el cierre del foso de las Murallas Reales debido al desplazamiento de las arenas depositadas en esta franja del litoral. Han pasado más de una década desde la ejecución de esta intervención y los daños aún perduran. La baja calidad del sedimento depositado en su momento hace que esta playa resulte incómoda para los bañistas y una tragedia para quienes le gusta observar los fondos marinos con unas gafas de buceo.
Cuando tuvimos noticias del proyecto de “degeneración” de la playa de la Ribera nuestra asociación actuó como una reencarnada Casandra y advertimos de las consecuencias de esta intervención. Todos nuestros pronósticos se cumplieron. Ahora nos enfrentamos a una actuación similar en la playa del Chorrillo, un espacio ya de por sí muy alterado por la mano del hombre. Que sea un sector del litoral muy antropizado no significa que carezca de valores ambientales. En estas aguas de la bahía sur residen especies protegidas tanto en superficie, como las poblaciones de tortugas marinas y cetáceos, como en sus fondos y arrecifes costeros. Además, esta zona de la costa ceutí tiene un elevado interés pesquero, lo que explica que sea el lugar elegido para calar todos los años las almadrabetas.
Los valores medioambientales de la bahía sur pueden verse afectados por la actuación promovida por el gobierno de la Ciudad y para la que esperan contar con la aprobación y financiación del Ministerio de Medio Ambiente. Esperemos que el gobierno central tenga más memoria y recuerde los daños provocados por la “degeneración” de la playa de la Ribera. Lo mínimo que deberían hacer es redactar un exhaustivo informe de impacto ambiental que evalúe las consecuencias de esta intervención a corto, medio y largo plazo. De igual modo entendemos imprescindible que este informe contenga medidas correctoras y un plan de vigilancia ambiental. No es conveniente tomar una decisión apresurada, movida por intereses electoralistas, respecto a la conveniencia de poner en marcha una actuación en el litoral que puede provocar daños medioambientales de imprevisible gravedad y permanencia.
Uno de los aspectos más controvertidos del proyecto de “degeneración” de la playa del Chorrillo es el vertido de arenas procedentes de Caños de Meca. La extracción, transporte y depósito de nuevos aportes de sedimentos es uno de los capítulos más costosos de este tipo de actuaciones en el litoral. Su eficacia suele ser escasa, ya que el mar no tarda mucho en desplazar estas arenas hacia mar abierto o hacia otros puntos de la costa, creando por el camino intensas plumas de turbidez. Estos efectos son todavía más graves cuando se utilizan arenas exógenas. A este respecto resulta poco creíble que puedan traer arenas de Caños de Meca cuando en esta zona de la costa gaditana hay prevista una intervención de regeneración de sus playas con sedimentos procedentes del tómbolo de Trafalgar, un extraordinario monumento natural de alto valor ecológico. En cualquier caso, se trata de arenas de granulometría muy fina que difícilmente aguantarían el intenso oleaje que en ocasiones azota la bahía sur de Ceuta.
En definitiva, pensamos que hemos aportado suficientes argumentos para sostener nuestra petición de realizar una evaluación de impacto ambiental de las intervenciones anunciadas en las costas de Ceuta. Si de algo sirve el pasado es la posibilidad de aprender de nuestros errores y planificar de manera más eficaz las acciones futuras. La “degeneración” de la playa de la Ribera nos ofreció importantes lecciones sobre los daños que pueda provocar una intervención en el litoral más planificada y torpemente ejecutada. Esperemos que en esta ocasión se actúe con mayor juicio.
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