Días atrás me encontré con mi buen amigo Germinal. Nos dimos un abrazo de los de verdad. Nos conocemos desde que era él casi un adolescente (yo soy algo mayor). Cuando aún vivía su padre, Juan, con el que también me unía una entrañable amistad. Todavía recuerdo su atronadora voz cuando intervenía en las asambleas de taxistas, o en las de los trabajadores del transporte público de Málaga. Era difícil que sus palabras no cautivaran a la audiencia. En ellas no había ni trampa ni cartón. Fue un luchador incansable a favor de la causa de los más débiles. Hasta que un tumor maligno se lo llevó para siempre. Su hijo también es un luchador y una persona tremendamente solidaria y comprometida con los demás. Por eso me dio tanta rabia cuando me enteré que habían atacado la ambulancia de la Cruz Roja en la que él iba a realizar algún servicio. Mucha más al ver y palpar el perdigón que se le había quedado incrustado en la cabeza, cerca del ojo izquierdo, en una zona en la que los facultativos consideraron que era mejor no tocar. ¡Hasta en las guerras de verdad se respetan las ambulancias!.
Evidentemente, los que hacen estas cosas, o son tremendamente irresponsables, o tienen muchos deseos de desestabilizar la Ciudad, o ambas cosas a la vez. De lo que no hay ninguna duda es de que son unos “chorizos”, en el más amplio sentido de la palabra. La solución no es sencilla. Pero es urgente. Y debe abordarse desde múltiples puntos de vista, con intervención de todas las Administraciones Públicas con competencias en la materia y con distintos horizontes temporales. De lo que estoy hablando es de la necesidad de que se elabore un Plan de actuación especial, similar al Plan Nacional sobre Drogas, o al Plan contra la Violencia de Género, por citar algunos ejemplos. Evidentemente, los ejes de actuación han de ser tres. Los estrictamente policiales (corto plazo), los sociales (corto y medio plazo) y los educativos (largo plazo).
En el aspecto policial es claro que la actuación ha de ser contundente. Y además hay que dejarse de prejuicios y de simplezas. Los delincuentes son delincuentes, independientemente de la religión que profesen, de su condición o de su raza. En esto quizás no debería de olvidarse la denominada teoría de las “ventanas rotas”. La han aplicado con éxito Alcaldes de una y otra tendencia ideológica (Nueva York o Barcelona). La cuestión es muy simple. Un barrio descuidado, con las calles sin pavimentar, con las casas semiderruidas, a lo que llama es a los delincuentes, que poco a poco se van haciendo con el control de la situación, hasta que expulsan del mismo a las personas honradas y trabajadoras. Esta tendencia es la que hay que cambiar en zonas como el Príncipe, por ejemplo. Pero para ello no hay que mirar para otro lado, ni dejarse ver por allí sólo en época de elecciones. Hay que invertir y adecentar la barriada. Y la policía acudir con más frecuencia, no sólo cuando ocupan el barrio armados hasta los dientes, provocando así más indignación entre el vecindario. Si así lo hicieran, quizás dejarían de ostentar el record nacional de ser una de las policías más ineficientes, si esto lo medimos por el número de delitos esclarecidos. Lo he explicado en artículos anteriores. Desde el punto de vista social, se hace urgente un plan especial contra el paro, especialmente diseñado para Ceuta. Algo similar a lo que se hizo con el famoso Plan de Empleo Rural en Andalucía y Extremadura. Las cifras de paro de nuestra Ciudad son insostenibles desde todos los puntos de vista. El Delegado del Gobierno y el Presidente de la Ciudad deberían de olvidarse de Planes de Empleo orientados hacia la captación de votos. Quizás tendrían que contar con la opinión de los agentes sociales. Pero el odio irracional a alguno de sus dirigentes produce ceguera. En el aspecto educativo, la pasada semana se presentaba en la Facultad de Educación y Humanidades un trabajo de investigación sobre las causas del abandono escolar temprano en las ciudades de Ceuta y Melilla. A él me remito. Pero los datos son desoladores. Encabezamos los indicadores educativos de abandono escolar, los de menor número de titulaciones en todos los tramos educativos o menor número de ingresos en la Universidad. Y todo ello, según manifiestan los autores, a pesar de que en ambas Ciudades se dan unas tasas de inversión superiores, en términos relativos, a otras zonas geográficas (solo en algunos aspectos). Culpables. Todos y nadie. Padres con poca atención a sus hijos. Viviendas con escasas o nulas condiciones de estudio. Situación de inestabilidad y precariedad económica y social en las familias. Problemas de adaptación. De lengua. Falta de atención de algunos profesores. Elevadas ratios de alumnos por clase, consecuencia de la falta de aulas. Inestabilidad laboral del profesorado. Falta de planes y de actividades extra educativas. Desajuste entre las especialidades de formación profesional ofrecida y la realidad del mercado laboral local. Todo esto lo dicen los expertos. Yo me limito a transcribirlo. En cualquier caso es una realidad que ya conocíamos.
Para finalizar recomiendo la lectura del artículo del reciente premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, en las páginas del País del 19 de diciembre de 2010, titulado Rinkeby. En él nos cuenta la maravillosa experiencia iniciada por el profesor Börge Ehrstrand, bastantes años atrás, en una escuela de esa localidad sueca, en la que se hablan 19 idiomas distintos y los chavales proceden de múltiples nacionalidades. De no querer estudiar nadie allí, hasta tener en la actualidad listas de espera para matricularse. El secreto, la tolerancia. También la constancia y la discusión del plan del centro con los alumnos, profesores y padres. Si todo esto se aborda con urgencia, quizás descubramos que la convivencia es posible. Si alguien sobra en esta empresa son sólo los intolerantes.