Hablar alegremente de inmigración, de la presión que esta ejerce y ejercerá sobre Ceuta, debería ser algo de lo que escaparan todos los partidos políticos que han tenido mando en plaza. A todos, en alguna u otra ocasión, les ha salpicado un fenómeno que es imposible que sea controlado de forma absoluta porque detrás hay personas que intentan la entrada por un país cuyas relaciones son siempre cambiantes. Y eso lo sabemos, o al menos deberíamos saberlo, todos.
Aprovechando el intento de entrada masiva de ayer, el PSOE vuelve con la misma cantinela, utilizando este asunto para aparecer como partido en posesión de la clave de este conflicto de ámbito europeo. Cuesta difícil entender tamaña torpeza, a no ser que interese tropezar en la misma piedra o, peor aún, no se sea consciente en la dirección de ese partido de la ristra de tonterías presentadas en forma de comunicado.
Y leo textualmente, el PSOE, tras el intento de entrada masivo de ayer, insiste en “la necesidad de adoptar medidas urgentes y retomar políticas de refuerzo de controles... así como la apertura de un diálogo urgente al más alto nivel con Marruecos”. Cuesta pensar que quien diga esto haya sido, y no hace tanto, asesor del delegado del Gobierno, José Fernández Chacón. Y cuesta pensarlo porque solo me caben dos reflexiones: o cuando estaba de asesor no se enteraba lo que sucedía en el área de su competencia, en una época en la que se vivió uno de los peores años de presión migratoria con un CETI desbordado y entradas casi diarias por el espigón que no eran vetadas por Marruecos; o, peor aún, interesa hacer crítica a base de mentiras, lo cual ya dice mucho de la acción de cada cual.
Precisamente porque hay buenas relaciones con Marruecos y porque hay coordinación directa entre ambas fronteras, se pudo evitar la entrada de unas 500 personas. Así que la urgencia para abordar mayor grado de cooperación con reuniones al más alto nivel parece la salida oportunista de turno para cubrir el expediente mediático sin fundamento alguno. La memoria para un político nunca debe ser frágil y menos en políticos que, cuando menos, tienen la obligación de saber.