Categorías: Opinión

La cacería

Desde hace ya bastante tiempo asistimos al acoso mediático y sistemático de la coalición Podemos. Lo último ha sido la suspensión de empleo y sueldo de uno de sus líderes, Íñigo Errejón, por parte de la rectora magnifica de la Universidad de Málaga, en donde tiene un humilde contrato de investigación de nueve meses, con cargo a un programa financiado por la Unión Europea (80%) y por la Junta de Andalucía, para realizar un estudio sobre la vivienda en Andalucía. Desconozco las condiciones de dicho contrato, pero hasta donde yo sé por mi actividad docente, lo importante no es desarrollar el trabajo en el centro, sino realizar la investigación encomendada de la mejor forma posible. Es más, en muchos casos se completan con estancias en el extranjero, o en otros centros universitarios. Y también en la calle (si hay que realizar encuestas), o en distintos centros de documentación, si se quieren consultar bases de datos. Salvo que el trabajo sea de laboratorio, los referidos a las ciencias sociales, como era el caso, no tienen por qué realizarse en las dependencias de la Universidad.
Por tanto, de lo que yo he leído, no se desprende nada irregular en la actividad desarrollada por Íñigo, ni en el director del Proyecto. Tampoco aprecio ningún tipo de incompatibilidad por haber cobrado trabajos para la campaña electoral de Podemos, aunque es cierto que tendría que haberlo comunicado. Pero ya se sabe. En muchas universidades hay personajes curiosos, con afán de notoriedad y vivos deseos de ser buenos “servidores” de los que les han dado estos “carguillos”. Quizás sea este el caso de ese “inspector de servicios”, que posiblemente no sea capaz de ver lo que hay a su alrededor, salvo cuando se trata de “machacar” a un pobre becario, que por méritos propios ha conseguido poner en un brete a la “casta” política de los intocables.
Casualmente, en uno de los puestos de trabajo de la Administración Pública que he desempeñado a lo largo de mi dilatada actividad laboral en la misma (ya peinamos algunas canas), me transmitieron la queja del bochornoso comportamiento de un directivo con el personal de servicios, a los que, en un tono prepotente, les había abroncado por algo que hicieron, añadiendo la coletilla: “...y lo digo yo, que soy profesor de la Universidad de Málaga, y no me suelo equivocar”. Inmediatamente me dirigí a otro cargo directivo competente, compañero y amigo, con la sugerencia de que le solicitara a dicho funcionario la compatibilidad para ejercer la docencia en otra provincia distinta a la de su destino.  Y lo hizo. Evidentemente no podía tenerla. El rector magnifico de la Universidad de Málaga de entonces no suspendió de empleo y sueldo a dicho “profesor”, como ha hecho la rectora actual.  Pero el delegado del Gobierno de entonces sí cesó a mi buen amigo y compañero por su osadía. Lo envío a un centro, casi sin funciones, y hasta sin mesa. Lo que en los libros se llama mobbing. Afortunadamente el tiempo pone a cada uno en su sitio. Este delegado acabó imputado penalmente, condenado e inhabilitado para cargo público. Pero no fue por aquello, sino por una tropelía aún mayor. Aunque también relacionada con el intento de hundimiento de la carrera profesional de otro buen funcionario. Mi amigo, que tuvo la valentía de denunciar a un pillo, se quedó cesado, y durante mucho tiempo marcado por el estigma de la duda por las razones de su cese entre sus compañeros. Actualmente, casi 14 años después, ha sido rehabilitado en su puesto.
Como estamos viendo en la actualidad, muchos poderosos de la “casta” están desfilando por los juzgados y por las cárceles. Pero no nos engañemos. Como nos recordaba El Brujo en su último monólogo, esta vez dedicado a San Juan de la Cruz, lo de ahora no es nada comparado con lo que ha ocurrido en la España anterior y posterior a Isabel (la de la serie). Clásicos como el Lazarillo de Tormes o El Quijote, nos muestran con maestría que España es un país de pícaros casi sin solución.  Por esto Podemos los pone tan nerviosos.
Personalmente no creo en líderes carismáticos, ni en salvapatrias. Tampoco en los de Podemos. La única revolución que merece la pena es la personal. Pero me alegro de lo que está sucediendo desde que han entrado en escena. Y también me gustaría verlos gobernar. Igual muchos se llevaban una sorpresa al ver que el país no iba al desastre, como no lo han ido los países escandinavos, que es de donde los magníficos economistas que les asesoran, Viçent Navarro y Juan Torres, han sacado sus propuestas de política económica. Nos esperan meses apasionantes. Con corruptos desfilando por los juzgados y viejos políticos jubilándose. Pero lo que más me gusta es ver cómo se ponen de nerviosos los de la “casta”.  

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