Para realizar la campana en los Territorios próximos a Ceuta, O´Donnell tenía en principio dos alternativas, o bien atacar Tánger o dirigirse contra Tetuán. La primera tuvo que ser descartada, ya que lo avanzado de la estación hacía poco recomendable un desembarco en la costa atlántica. Quedaba pues, la segunda.
Lo ideal, desde luego, era operar directamente contra Tetuán, desembarcando lo más cerca posible de la ciudad. Pero también ahí se tropezaba con un obstáculo: la escasez de medios navales no permitía llevar a tierra todas las tropas a la vez. Hacerlo en varias oleadas implicaba exponerlas a ser batidas en detalle por el enemigo. Se decidió entonces que el primer cuerpo, de Echagüe, desembarcara en Ceuta y, tras asegurar las alturas que rodean la Plaza, marchara por tierra para reunirse con el resto del Ejército, que la Armada habría llevado a Cabo Negro.
En la práctica hubo que modificar el plan. En cuanto llegó a Ceuta (el 18 de noviembre de 1859), Echagüe tropezó con la muy dura resistencia del enemigo que le obligó a entablar una serie de combates y a pedir refuerzos para sostenerse. Los días 28 y 29 desembarcaron el segundo Cuerpo y la División de Reserva, que inmediatamente tuvieron que entrar en acción.
Aún entonces O´Donnell quiso atenerse a su plan primitivo, pero las autoridades navales le informaron que carecían de medios incluso para transportar a la parte del Ejército que quedaba en la Península.
Por fin, se resignó a lo inevitable y el tercer Cuerpo, la División de Caballería, el resto de la Artillería y las columnas de transporte son también enviados a Ceuta. Como siempre, el embarque de la Caballería fue complicado: “los caballos españoles son generalmente nerviosos y resulta difícil colgarlos (para subirlos a bordo de los buques) si hay algo de mar, resulta difícil desembarcarlos”. Hubo días en que se empleó una mañana entera en transportar sólo 80 caballos. Hasta mediados de diciembre no estuvo todo el Ejército reunido.
El 1 de enero de 1860 empieza la marcha sobre Tetuán, quedando como guarnición en Ceuta el primer Cuerpo, cuyos Escuadrones no habían intervenido en las acciones realizadas hasta entonces por haber tenido lugar en terreno impracticable para las tropas montadas.
El avance por tierra hasta Tetuán presentaba enormes problemas. De ahí que O´Donnell sólo emprendiera cuando no tuvo otra alternativa. Habría que abrir un camino para la Artillería y el Ejército en su marcha tendría a la derecha una serie de montañas desde las cuales el enemigo podría atacar, mientras que el mar estaría a su izquierda. En caso de derrota, la retirada era casi imposible. El terreno, además era extraordinariamente difícil: las estribaciones de una serie de sierras que llegaban casi al mar obligaban a ir superando continuamente pendientes, interrumpidas por algunos valles.
El primero que se encuentra es el de Castillejos y allí se dio la primera batalla importante de la campaña. Se entabló a consecuencia de la impetuosidad de Prim, el Comandante de la División de Reserva, que formaba la vanguardia del Ejército. Esta llevaba en la cabeza los dos escuadrones del Regimiento de la Princesa, el primero y el cuarto, a pesar de que en teoría pertenecían a otras Grandes Unidades.
A su llegada a Castillejos, los españoles habían tropezado con una cierta resistencia enemiga, pero la habían superado de acuerdo con las órdenes dictadas por O´Donnell. Sin embargo, Prim, al ver que todavía permanecía el enemigo en unas lomas que cerraban el extremo sur del valle y al divisar contingentes de Infantería y Caballería que aparecían por una cañada decidió atacarlos.
Contra los primeros, en las alturas, envía una docena de Batallones. Contra los segundos, a los Húsares, algo menos de 200 hombres.
La carga de Princesa, con razón, ha encontrado en las leyendas del Arma. En un principio, estuvo dirigida contra el centenar de jinetes del enemigo que se ofrecía a su vista, a los que dispersaron. Pero en vez de detenerse, los Húsares, que divisan tras las espaldas de sus enemigos, su campamento, continúan la carga, penetrando por un estrecho desfiladero. A la salida del mismo, se abre un foso a sus pies, en el que se hunden hombres y caballos, habían caído en una emboscada.
Pero no por eso pierden su ímpetu. Mientras algunos de ellos ayudan a los compañeros desmontados, el resto atraviesa la masa de Caballería enemiga que había acudido a rematarlos y llega hasta el mismo campamento. En él, el Cabo Mur se apodera de un Estandarte, tras dejar fuera de combate al que lo llevaba.
Sólo entonces los Escuadrones deciden retirarse. Lo harán en orden, pasando, por segunda vez, a través del enemigo y sin dejar un solo prisionero ni un herido. Tan pronto como se reúnen con el resto del Ejército, ocupan, imperturbables, su puesto en formación como si regresaran de un simulacro de carga durante unas maniobras.
Las bajas de los Escuadrones, según parte oficial, sumaron 50 hombres y 59 caballos. Sólo dos Oficiales resultaron ilesos; los dos Comandantes resultaron heridos, así como tres Capitanes. Murieron dos Tenientes. Hay que destacar la lealtad de la Tropa hacia sus Mandos, al menos dos fueron salvados de la muerte por sendos Húsares.
Mientras que los Húsares añadían esta brillante página a su impecable historial, la Infantería había conseguido rechazar al enemigo tras una serie de furiosos asaltos a la bayoneta. Prim derrochó valor personal al encabezar un asalto blandiendo la bandera del Regimiento de Córdoba.
Tras esa victoria, todavía se desarrollaron algunos combates antes de que el Ejército llegara al valle donde se asienta Tetuán. La Caballería no intervino en ellos, pero ya en los Castillejos había establecido su reputación.