Cabillas pidió al tribunal del jurado que valorara la prueba adecuadamente y perfiló varias circunstancias para que los once componentes del jurado las analizaran con el ánimo de que lleguen a las mismas conclusiones por él mantenidas.
La primera, la declaración del acusado. “Había comentado que iba a matar a su padrastro” y lo hizo sin que éste pudiera defenderse. El hecho es claramente constitutivo de asesinato, para lo que el letrado, que representa los intereses del padre e hijos del fallecido, considera que no cabe justificación alguna.
¿En los malos tratos? Según el abogado no, ya que en todo el acto de juicio oral “no ha habido prueba alguna que lo demuestre”. Para Cabillas decir que el fallecido maltrataba a Ángel José sólo ha sido una manera de “desviar la atención de lo realmente relevante”.
Hay otra circunstancia de peso. Según la Acusación Particular, el trastorno de Asperger que sufre el acusado no influyó en su posterior acción criminal. “Estamos convencidos de ello, no hablamos de que no tenga ese síndrome, sino de que haya podido influir”, aclaró, dibujando al acusado como una persona que utiliza su enfermedad para lo que quiere.
Cuando se le detuvo, se encontraron pastillas de su tratamiento en su mochila, una clave que Cabillas recordó al jurado para que supieran que no había actuado bajo los efectos de la falta de medicación, es decir, bajo un brote. “Se quiere vender la imagen de que su madre es mala y le había dejado sin medicación para irse al Rocío”, apuró, cuando “él sabía lo que iba a hacer, se quitó la ropa antes de atacar a su padrastro para que no se le manchara de sangre y se colocó unos guantes para no dejar huellas porque lo que quería hacer era matar e irse... sabía perfectamente lo que estaba haciendo”, sentenció.
Al igual que el Ministerio Fiscal, para el abogado de la Acusación Particular tampoco concurre la atenuante de confesión, al considerar que el detenido sólo dijo lo que había hecho cuando le detuvo la Policía y nunca antes.
Las claves de la fiscalía
El trastorno no influyó en el crimen cometido
Considera que puede darse un atenuante, de ahí la rebaja propuesta de 20 a 17 años de cárcel, pero eso no le exime de haber preparado la muerte de su padrastro con intencionalidad de llevarla a cabo.
El tipo de muerte
Se llevó a cabo con un cuchillo jamonero y con la intencionalidad de matar, no sólo amenazar. Entiende además que no ofreció defensa alguna al padrastro, al sorprenderle durmiendo, con la luz apagada y sin defensa.
¿Malos tratos? Nadie ha declarado al respecto
El Ministerio Fiscal recalcó que no puede creerse que Ángel José es un chico maltratado por la víctima ya que en el juicio no se ha contado con testigo alguno que corrobore su versión ratificando este extremo.
Sin colaboración
El fiscal sostiene que el acusado no prestó colaboración porque confesó los hechos cuando ya se le detuvo, pero no antes, teniendo la posibilidad de haber ido a comisaría a entregarse nada más cometer el crimen.
De los besos al crucifijo... a la indignación de su familia
El acusado Ángel José Pascual contó ayer con la asistencia, en sala, de varios de sus amigos y familiares cercanos. Con ellos intercambio gestos de cariño, pidiéndoles calma cuando éstos se mostraban indignados al escuchar al Fiscal y a la Acusación Particular negar la existencia de malos tratos del fallecido hacia el acusado. Al término del juicio, el magistrado Jesús Bastardés, permitió al acusado decir unas últimas palabras. Éste aprovechó para decir que había sido maltratado y que algunas marcas que tiene en su cuerpo lo demuestran. Señaló de hecho una cicatriz encima de la ceja que, dijo, se la habían hecho rompiéndole un vaso.
Mientras, entre el público, sus familiares lloraban y afirmaban con gestos que eso había sido así. ¿Por qué no declararon? Según manifestaban indignados entre los pasillos, no sabían qué tenían que hacer, ni se habían enterado de quién era el abogado de Ángel José ni a dónde debían acudir para decir que era una persona maltratada.
Esta era la parte final de un juicio en el que, en la última sesión de ayer, se le permitió al acusado colgarse un crucifijo al cuello, extremo último de un rosario bendecido que le había dado su familia en los calabozos.
Algunos de sus familiares también llevaban símbolos religiosos al cuello. En algunos momentos de la sesión judicial, Ángel José Pascual rompió a llorar, sobre todo cuando narraban cómo había sido el crimen o cuando aludían al modo de vida que llevaba.
En varias ocasiones se santiguó y se quitó y volvió a colocar el crucifijo al cuello de manera compulsiva y matemática. Algo que fue comprobado por los miembros del jurado.
Tras que se les entregó el objeto del veredicto ayer tarde, ya han comenzado a deliberar para alcanzar sus conclusiones respecto a la persona que han tenido delante desde el pasado lunes, mañana y tarde. ¿Es un asesino o un homicida? De sus conclusiones se derivará la posterior sentencia que dice el magistrado Bastardés.