Las tentaciones existen siempre y el ser humano tiene debilidades de uno y otro tipo. Es precisamente la primera lucha que unos y otros - mujeres y hombres - debemos mantener en nuestras vidas para actuar siempre dentro de las normas morales que rigen el comportamiento humano.
Siempre ha habido situaciones delicadas en medio de las cuales se ha debido combatir y justo e decir que no siempre se ha caído en la tentación. Ha sido muy positivo el balance en ocasiones, pero en otras ha crecido el número de las transgresiones. Hay una serie de factores que propician la mala conducta en beneficio propio o de un determinado grupo. Siempre hay algo nuevo pero la constante es la debilidad del ser humano.
Una vez más sale a relucir la necesidad de que nosotros, los seres humanos, sin exclusión alguna, debemos mejorar y saber plenamente la responsabilidad de cualquiera de nuestros actos. A veces puede parecernos que tal o cual cosa no tiene la menor importancia, pero sí que la tiene en cualquiera de las múltiples facetas que una acto cualquiera puede ser contemplado y ejercer una determinada influencia, cuando no una caída completa. No se trata de ser poco activos y olvidarse de la audacia; ésta hay que considerarla como una virtud humana, pero hay que saber mantenerla limpia de adherencias que le pueden restar brillantez y claridad. La atención del ser humano a cuanto hace debe ir acompañada, siempre, del máximo rigor moral.
En una publicación del año 1990, titulada La verdad os hará libres, se trata con cierta extensión este problema, al que haya que añadir –siempre– la experiencia personal tratada con toda limpieza y responsabilidad. Hay un párrafo - entre otros muchos - de esa publicación que puede ser considerada de plena actualidad y general, aunque se refiera exclusivamente a las personas de religión católica. Dice así: “31. Los recientes cambios culturales y sociales de la sociedad actual han incidido fuertemente sobre nosotros y han dejado a la intemperie a muchos católicos, carentes cuando menos de una formación moral suficiente y a la altura de las necesidades de los nuevos tiempos”. Ni que decir tiene que lo que se dice con relación a los católicos puede ser aplicable a los de otras religiones y, por supuesto, a quienes no siguen los preceptos ni consideraciones de orden moral como la que se acaba de transcribir. Todo ser humano está incluido en esa advertencia, que puede afectarle en mayor o menor grado según sean sus condiciones morales, las que aplica a cualquier actividad de la vida que pueda llevar a cabo y cualquiera que sea el puesto que ocupe en la sociedad, desde los más encumbrados hasta los menos importantes y cualesquiera que sean sus condiciones personales.
El ser humano vale mucho y es necesario que actúe siempre de acuerdo con ese valor que que debe cuidar y desarrollar o de cualquier otro, para el que debe prepararse para ser capaz de atenderlo debidamente.
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