Los meses pasaban y yo no sabía ni siquiera cuál era mi profesión. Una noche tuve la visita de mi abuelo, a través de un sueño. Me dijo: “Luis soy tu abuelo Juan. Tú me tienes que recordar, o si no yo te daré detalles. Te llevaba al campo en lo alto de mi caballo blanco. A ti te gustaba muchísimo. Aunque lo que más te encantaba era meterte en la alberca. Allí pasabas horas y horas. Te traje un perrito de color negro. Era una mezcla. Parecía un pastor belga, aunque era un pelín más chico. Te llevé a las pistas de nieve de Granada y aprendiste a esquiar. Eras un bicho malo. No te quedabas quieto. Pero te quería mucho. La abuela procuraba traerte por cualquier excusa al pueblo y pasabas buenas temporadas aquí. Muy especialmente en verano. No te preocupes que te iré dando información de tus tendencias”. Eran buenos datos pero no me daban nada de pistas de ¿cómo había sido por ejemplo mi matrimonio? ¿Cómo eran mis hijos? ¿De qué vivíamos? Eran unas incógnitas que yo ya estaba un poco mosqueado.
Todos me querían mucho. Eso era lo que había desprendido de las visitas de mis familiares. Pero nadie me decía mis fallos en el pasado. Si debía de cambiar. Una sabia ignorancia. Fue la matización de mi padre. “Luis, es mejor empezar de cero, que ser un cero que avanza hacia una zanja grande”. Podía ser una filosofía barata o un buen consejo. Pero yo ¿qué sabía de la vida? Las experiencias fueron muchísimas. Mis primeros pasos en las barras para caminar. Muchos dolores pero que se reconfortaron con el futuro poder aprender a andar. ¿Y después que vendrá? Pues muchas cosas. Según parece mi pensión y mis ahorros eran grandes ya que cuando fui a trabajar de nuevo al cabo de tres años, a mis empleados le tuve que confesar que no sabía nada de fontanería. Primero me miraron con una cara de sorpresa y después comprendieron que no era ninguna broma. Tenían que enseñarme de la A a la Z . Incluso las bromas clásicas y todos los trucos de la vida pública. Gozaron, como me confesaron más tarde. No era normal que un gran profesional se le tuviera que dar tantas lecciones. El fuerte golpe que sufrí había borrado todos los recuerdos. Según me dijo la que había tenido la suerte de ser mi mujer,Yolanda, estábamos a punto de el divorcio y ahora estaba chocheando conmigo. Era una persona nueva. Una joya en nobleza, atención y paciencia. En fin un hombre nuevo. Mi mujer me confesó que Dios me había dado una segunda oportunidad y que no debía de desaprovechar la. Pero no era yo. Creo que era mi educación. O mejor dicho mi reeducación la que me había transformado en el hombre que era ahora. Yo me sentía feliz y satisfecho y los míos igual. Pero tenía una pequeña duda. ¿Cómo había sido en mi anterior vida? ¿Sería verdaderamente una segunda oportunidad? Muchos interrogantes. Pero yo quería seguir como estaba ahora. Era feliz y los míos igual. Pues sólo quedaba de gozar del día a día actual. Podía ser que estuviera actualmente en un universo paralelo como me dejó de caer mi nuevo amigo Armando. Yo a estas alturas no se que quería decir. Sólo se que estoy aquí en este mundo que todos dicen que es cruel pero que yo creo que conmigo se ha portado muy bien. Y más dándome está segunda oportunidad. Que seáis todos bendecidos.
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