El exprofesor del Colegio San Agustín que desde el lunes es juzgado en la Audiencia Provincial de Cádiz en Ceuta como presunto autor de hasta ocho supuestos delitos de naturaleza sexual sobre menores de edad solamente ha aceptado este miércoles responder a las preguntas de su abogado. A él le ha explicado que tras cincuenta años dando clases, casi 30 en el Colegio San Agustín, a sus 66 años ha visto pasar como docente por sus aulas a entre 20.000 y 25.000 estudiantes. “Desde hace cinco años no puedo pasear por la calle Real y me han convertido en un leproso: he visto sufrir a mi padre antes de morir por el linchamiento constante”, ha llorado al final de su declaración.
A.D.B., que roza los 70 años y bromea con tener el ‘síndrome de Peter Pan’ y ha pasado las sesiones de la vista oral leyendo el Libro de los Salmos y con un rosario en las manos, no ha aceptado someterse a las preguntas ni del Ministerio Fiscal, que pide que se le condene a más de 40 años de cárcel, ni de la acusación particular (que solicita para él casi 18 años de prisión).
“Yo tenía fama de ser de los más rígidos en clase, pero nunca se ha registrado una queja de mí. Fuera de las aulas hablaba su mismo lenguaje, me mimetizaba con ellos porque me adapto muy bien, y los jóvenes se acostumbraron a ir a mi casa porque daba clases particulares primero, después porque sobre todo hijos de amigos míos que a veces arrastraban a otros veían el fútbol con mi padre…”, ha argumentado quien se ha descrito como un profesor que “no es normal” y cuyas frases se han “descontextualizado” al sacarlas de las “emociones no interpretables en las que se escribían”.
Regalos siempre a cambio de nada
En relación con los regalos ha dicho que ha sido “siempre” de hacerlos y “a cambio de nada”, aunque el saldo “de lo que he dado y recibido es muy a favor mío”. “El otro día me quité las zapatillas de 120 euros para dárselas al tipo más desgraciado que pasaba por El Valle; he llevado cargamentos de comida a los inmigrantes que estaban en el Sarchal tras el salto…”, ha contextualizado sus “detalles” a los menores con otros ejemplos.
A instancias de su letrado ha negado que haya entrado en páginas porno y ha dicho que si accedía a los vestuarios era porque suponía “un lugar conflictivo” en el que había que “mantener el orden”, de lo que se encargan “los nueve o diez docentes de Educación Física con las mismas instrucciones”. Además, ha desmentido que tuviese una corte de preferidos más allá de “las afinidades que mantiene cualquier persona”.
“Yo he dado clase a muchos de los testigos que han pasado por aquí, he ido a sus bautizos, de ahí mis expresiones de cariño, y sus padres son conscientes de mi relación con sus hijos: no me arrepiento de no haber cerrado mi casa porque también me han ayudado mucho por ejemplo a mover a mi madre con cáncer, me han atendido cuando he estado malo…”, ha aseverado antes de asegurar que no paga por ir a El Refectorio, “el único sitio al que voy” porque es propiedad de “dos amigos desde hace 30 años” y donde le visitaban algunos jóvenes “que llamaban desde el botellón”. Ir al Parador tampoco es, a su juicio, ningún lujo asiático (“comes por 15 euros y pasas toda la tarde en la piscina, aunque yo no podía tomar el sol”).
Fotos que tenía porque "soy muy aficionado"
“En mi móvil, ordenador y tabletas tendría unas 200.000 fotos porque soy muy aficionado y mi teléfono los niños lo usaban como un pitorreo, se lo dejaba para lo que quisieran y ellos se pasaban las fotos porque entonces yo ni siquiera sabía usar la aplicación”, ha indicado sin que su letrado le interrogase por las imágenes más controvertidas de las que se ha hablado en la Audiencia Provincial esta semana, las de jóvenes con poca o ninguna ropa.
Según ha afirmado, nunca hubo un ánimo “sexual” o “perverso” en su trato con menores y ha llegado a quitarse la chaqueta y los zapatos para probar visualmente sus “dolores y mareos” de cervicales que supuestamente motivaban que recibiese masajes de un gran número de adolescentes, en realidad “nada sensual, sino apretarme los deltoides cinco minutos sobre la ropa o ponerme la crema que me habían recetado”. “Alguna vez yo he atendido gemelos por un tirón, pero no creo que un masaje sea algo…”, ha excusado. “Tampoco he sido una esteticien”, ha advertido al ser interpelado por las depilaciones a “cuatro o cinco jóvenes” para evitar “que se quemasen con la crema”.
El acusado ha lamentado que una relación con una mujer, “la persona a la que más he querido y me dejó más solo que la una”, se frustrase por un cáncer hace casi 20 años sin poder tener los hijos que soñaba, algo que le llevó a convertir el Colegio San Agustín, la Cofradía y El Refectorio en “mi única vida”.
Del hijo de la mujer que le denunció en noviembre de 2017 ha dicho que es “uno de los mejores” niños con los que ha tenido trato, buena persona y estudiante. “Un día en el laboratorio se rieron de él por llevar unas zapatillas marroquíes de imitación y me dio rabia, por lo que fui a un amigo de una tienda que me las dejó a precio”, ha explicado. “Yo no le hice esas fotos en las que está desnudo, aunque lo diga, y no tengo ningún reproche que hacerle: se merece que le vaya bien en la vida porque tiene mucha voluntad e inteligencia”, ha indicado.
Silencio, única respuesta a la acusación
“¿Qué tipo de mensajes son los que enviaba a sus alumnos?”, le ha interpelado en vano la acusación pública sobre el contenido de sus whatsapp con sus chicos “especiales” repasando las singularidades de su desenfrenada interrelación con cada uno de ellos, a los que aludía con términos propios de pareja y con quienes alcanzó un nivel de intimidad muy lejos de cualquier convencionalismo.
El acusado solo ha dado la callada por respuesta a la fiscal Sheila Vilches, que se ha topado durante una hora y 40 minutos (después se ha sentado) con un frontón impertérrito y silente de pie en medio de la Sala. Así ha dejado en blanco desde si conoce a los doce hombres con entre 18 y 33 años que fueron sus exalumnos y desde el lunes han declarado como testigos y posibles corrompidos, si les dio clase y qué asignaturas, si tenía pleno conocimiento de su edad y cómo trabó amistad con ellos en el centro, en actividades deportivas o en la Cofradía de Las Penas.
También si se aprovechó del acceso que le brindaba su profesión para conocer sus números de teléfono móvil, si se aproximó a ellos con ánimo libidinoso, si le gustan sexualmente los chicos (adolescentes o menores), si se ganó su confianza para obtener material pornográfico, si pedía a los menores fotografías con poca ropa “para obtener satisfacción sexual”, si logró que se desnudasen ante él con la excusa de hacerles regalos…
Tampoco ha respondido al Ministerio Público si hizo o recibió masajes con ánimo libidinoso o si con el mismo afán depiló a adolescentes, si sacaba a menores de clase para llevarlos al laboratorio y hacerles fotografías desnudándose, si entraba a los vestuarios mientras los niños se duchaban para verlos y retratarlos, si buscaba consentimiento para tener sexo “por regalos o dinero”.
Interrogatorio incisivo y respuestas
En relación con el hijo de la denunciante se le ha preguntado expresamente sin éxito por las visitas que realizó a su casa, si le pidió o se ofreció a hacerle fotografías “sensuales” a pesar de sus reticencias en repetidas ocasiones a lo largo de meses y al final las consiguió, si le invitó “en multitud” de veces a cenar o a comprarle unas zapatillas y hasta “un tanga sexy”.
El acusado se ha negado a ver, entre otros, uno de los vídeos incluidos en el sumario que de acuerdo con la fiscal muestra a un menor “azorado” rechazando participar en escenas subidas de tono e igualmente ha guardado silencio sobre qué entendía por fotos “mejores” cuando ya las había conseguido en ropa interior o sobre por qué no rechazaba la recepción de imágenes impúdicas de menores y, en su lugar, las elogiaba en términos de ‘maquinón’, ‘toro’ y ‘top model’.
“¿Se ponía celoso porque los chicos preferían estar con sus novias a con usted? ¿Sacaba a los menores de clase para llevarlos al laboratorio? ¿Tenía conversaciones de madrugada de índole sexual sobre las experiencias de los menores? ¿Les animaba a que fuesen con él a hoteles?”, ha repasado los cientos de conversaciones acumuladas por el acusado con menores en Whatsapp especialmente entre 2016 y 2017.
“¿Llevó a los menores a normalizar la recepción de regalos a cambio de hacer cosas que a usted le gustasen? ¿Regateó con un mayor de edad sobre cuánto dinero le daría en función de cuántos vídeos le mandase masturbándose? ¿Pidió que borrasen sus charlas si usted las considera normales o pretendía conseguir beneficios libidinosos? ¿Me podría explicar las fotos de niños totalmente desnudos en viajes o su casa? ¿Se inspiraba en imágenes de páginas porno para colocar a los niños?”, ha seguido Vilches, que ha recordado que seguía siendo profesor directo hasta los exámenes de septiembre de cada curso.
La acusación particular se ha limitado a preguntar, igualmente sin éxito, si el acusado visitó al hijo de la denunciante en su casa aprovechando la ausencia de la progenitora para intentar que fuese retirada, si animó a presionar al joven con el mismo objetivo y si es cierto que llegó a exhibirle material pornográfico en su domicilio.