Lo lleva en la sangre, lo ha visto y lo ha vivido desde bien pequeño, en realidad nació entre arte y artistas. Él es la herencia de su padre “con algunos matices”. Juan Orozco, hijo del conocido acuarelista caballa, sigue la estela de su progenitor. Es autodidacta y polifacético, pero siempre arraigado al mundo artístico. Músico, pintor, escultor y con carreras iniciadas en casi todos los campos, aunque fue la pintura la que ganó la batalla y se convirtió en su profesión.
“La pintura es la forma de expresar mis inquietudes”, confiesa. Y de expresarlas en una servilleta de papel decidió que quería hacer de ello su forma de vida. Fue el momento en que decide estudiar Bellas Artes y realmente instruirse en el mundo artístico. Durante su formación experimenta con todo tipo de técnicas pictóricas y se inicia en otras vías de composiciones artísticas, pero es la acuarela la que emana de sus manos con más fuerza. La acuarela va en los genes y en todas las experiencias vividas junto a su padre, Pedro Orozco. Un hombre al que venera, admira en lo personal y en lo profesional y con quien ha recorrido un largo camino en el mundo de la pintura, adquiriendo y absorbiendo técnicas y conocimientos que le han llevado a formarse como el artista que hoy es. Aunque también acuarelista, explica que se distancia de su progenitor en varios aspectos. “Él tiene la mente mucho más abierta al arte, además es un artista muy innovador, es uno de los aspectos que más admiro de él porque en el fondo todos los artistas buscamos el renovar, el conseguir el cambio en nuestra obra”, explica.
Pese a su breve carrera, cuenta con una colección que le avala. Confiesa que se considera impresionista y que ha sido la luz de Ceuta el elemento que más ha influido en su obra. Una luz blanca que destaca en todas sus composiciones. Su pintura es luminosa, aunque también áurea y un tanto difusa y que ahora enseña a través de un nuevo proyecto que acaba de iniciar. “En el mes de septiembre decidí comenzar a impartir clases de pintura a niños y tras la buena recepción estoy sumergido en la campaña de promoción para las enseñanzas de adultos que quiero empezar a impartir”, explica. Unas lecciones que imparte en la escuela Art Factory los viernes. Allí pretende que cada niño saque sus emociones y las refleje a través del arte de la pintura. “No baso mis clases en unos patrones porque cada persona es diferente y lo son sus sentimientos”, explica Orozco “por ello lo que pretendo es que cada niño, cada artista, busque su esencia y con ella florezca su propio arte”, comenta.
Esta es su nueva andadura en la que ha depositado una gran ilusión. Explica que tiene muchos proyectos relativos a sus clases en las que quiere innovar y salir del aula, pretende que esos niños que hoy ocupan el lugar en el que un día estuvo él, hagan del arte la mayor expresión de sus emociones.
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