Y la “historia” continúa, pero esta vez la “FAMILIA DE GAVIOTAS” ha aumentado.¡ JUAN se había enamorado!; la elegida se llamaba PENÉLOPE, una bella “gaviota” que encandiló a JUAN en el momento que éste la vio.
JUAN siguió volando tan alto como siempre, con ansias de volver a la “ciudad soñada”; pero Él sabia que su deseo se había cumplido y sólo le quedaba seguir volando a sus anchas. De vez en cuando se iba con la “bandada” de marcha; las GAVIOTAS habían aprendido de JUAN y volaban muy alto, pero no habían llagado aún a la “ciudad soñada”.
JUAN sobrevolaba mares, montes y montañas, conociendo ciudades maravillosas y cruzándose en su paso con otras “hermanas” con las que enseguida confraternizaba. Fue en uno de estos “viajes” cuando conoció a “PENÉLOPE”. Ésta se encontraba en una preciosa playa; se hallaba en lo alto de una roca contemplando el paisaje. JUAN quedó prendado inmediatamente de ella, y fue recíproco. Enseguida entablaron conversación. Así se tiraron un buen rato.Y tú, ¿cómo te llamas?, le dijo JUAN a la “gaviota”.
Yo me llamo PENÉLOPE y me gusta mucho el mar.
Yo me llamo JUAN, dijo nuestro AMIGO. - De ahora en adelante seremos como hermanos, ¿te parece?
De acuerdo, dijo PENÉLOPE. Y así continuaron en una amena conversación.
JUAN le contaba a su entrañable AMIGA, cómo había conocido la “ciudad soñada”.
Yo siempre volaba buscando “un mundo mejor”, y lo hacía cada vez más alto; así una y otra vez hasta alcanzar metas insospechadas. Mi meta era conocer al mismísimo DIOS, ver su rostro y poder hablar con ÉL,¡y lo pude ver! Fue maravilloso, para ello tuve que sortear muchos “caminos” hasta llegar a la “ciudad soñada”: el CIELO.
¡Qué bonito JUAN!, dijo PENÉLOPE. Me gustaría conocer esta “ciudad” y poder contemplar el “rostro divino”.
Quizás algún día me puedas acompañar y poder cumplir tu deseo, ¿ok?, respondió JUAN.- PENÉLOPE se puso muy contenta por haber conocido a JUAN y todo lo que Él le contaba.
Los días pasaban y nuestras 2 GAVIOTAS sellaban su profunda AMISTAD con un cántico maravilloso en el que hablaban de PAZ y AMOR, fundiéndose las dos en un tierno abrazo. JUAN estuvo durante unos días haciéndole compañía a PENÉLOPE, y ésta le estaba muy agradecida.
¿Qué te parece si comemos un poco?, le dijo JUAN a PENÉLOPE.
PENÉLOPE tenía su cobijo en una roca que ella había elegido y desde ella podía contemplar la maravillosa “puesta de sol”. JUAN le hacía compañía haciendo lo mismo. También le contaba que Él muchas veces cuando dejaba de volar solo, lo hacía con su “bandada” iniciándoles en el vuelo y animándoles a volar cada vez más alto.
Y llegó el día de la partida. JUAN sentía despedirse de PENÉLOPE, invitándola a viajar con Él a su “tierra”. Ella no lo dudó mucho, pues ¡ambos se habían enamorado el uno del otro! Una mañana cálida y maravillosa los acompañaba. Ellos disfrutaban del viaje, pudiendo contemplar maravillosos paisajes. De vez en cuando descansaban buscándose algún manjar que llevarse a la boca.
Ya de regreso a la tierra de JUAN, las GAVIOTAS se alegraron de verlo y más acompañado de PENÉLOPE. Las más “cotillas” hablaban unas entre otras diciendo: “Mirad JUAN qué contento está, y viene con una “niña” muy guapa”.JUAN presentó a PENÉLOPE a todos sus “hermanos” -la “bandada” - y se sintieron muy felices de verlo también feliz. Emprendieron un “cántico” muy bonito como recibimiento al bueno de JUAN, también organizaron una pequeña fiesta con bailes incluidos pidiéndole a éste que no se marchara tan pronto otra vez – JUAN les prometió que no lo haría y que estaría con ellos un largo tiempo.
La noche caía sobre la “tierra” de JUAN y él y PENÉLOPE habían buscado su “refugio” cerca del mar como gustaba a PENÉLOPE. Estaba en lo alto de un tejado desde donde se divisaba la playa. El resto de “GAVIOTAS” también tenían su refugio y muchas lo hacían cerca del mar. Las GAVIOTAS son amantes de la playa.
Un manto de estrellas caía sobre el horizonte divisándose a lo lejos las luces de la ciudad.
La noche transcurría en PAZ y ARMONÍA. Las suaves olas del mar hacían la noche dulce y serena. Alguna GAVIOTA más espabilada emprendía el vuelo e iniciaba un suave cántico (croac, croac). El día se iba perfilando en el horizonte y las GAVIOTAS iban despertando de su letargo. El Sol brillaba en el horizonte y sus rayos caían sobre el mar, la playa y la ciudad. Un nuevo día para disfrutar del vuelo, del agua, de la AMISTAD....
PENÉLOPE y JUAN estaban muy contentos y más de encontrarse entre tantos “hermanos” con los que compartir y reír. En el tiempo que JUAN estuvo fuera de su tierra, las hermanas gaviotas -algunas de ellas- formaron “parejas” y estaban todas felices. JUAN los felicitó pues habían sido amigas desde hacía tiempo. Volvió a ver a SERAFÍN y EVELYN, las más adultas de las GAVIOTAS. Algunas se preguntaban por qué ellos dos no eran “pareja”, pero eran tan sólo dos buenos AMIGOS.
Los días transcurrían plácidamente entre los vuelos, los bailes y los cánticos, ¡cómo no, siempre había un buen manjar que llevarse a la boca!
JUAN y PENÉLOPE pensaban en aumentar la FAMILIA y decidieron que iban a tener un “niño”. Los dos estaban muy contentos de que así fuera, y ya pensaban en el nombre que le iban a poner, sería el de JUAN SALVADOR PAVANA; si era niña ya lo pensarían. Mientras tanto, disfrutaban del agua, de la playa, la conversación con otros “hermanos”... y sobre todo la ilusión de ser padres por primera vez. Algunas “GAVIOTAS” también aparecían rejuvenecidas pues habían volado tan alto que llegaron a visitar la “ciudad soñada” y ver el rostro de DIOS.
Los días iban pasando y las “GAVIOTAS” se veían más felices y fraternas que nunca. JUAN y PENÉLOPE seguían en su nidito de amor. JUAN volaba en busca de todo lo que le parecía que iba a servir para construir el nido, donde estaría depositado “su hijo”. Mientras tanto PENÉLOPE procedía a la incubación para que el “bebe” naciera en condiciones. Pasaban los días y llegó el momento del nacimiento del hijo esperado. De un huevecito blanco con manchitas nacería JUAN “junior” llamado “pavana” y Salvador por su padre. Todos estaban muy contentos del nacimiento de JUAN. Tuvo muchas visitas de las “hermanas gaviotas”; éstas la emprendieron con bailes (“la danza de las gaviotas”) y con bellos cánticos que hicieron emocionar a los recientes padres.
JUAN SALVADOR PAVANA, era una GAVIOTA preciosa, de pelaje grisáceo y bellos ojos. Rodeado de sus padres, emergía en un intento de andar sobre sus frágiles patas, pero aún era pronto para ello, y tendría que pasar un tiempo en el que emprendería el vuelo. La tarde caía sobre la ciudad, la playa. Las luces intermitentes se reflejaban en el mar. De vez en cuando se escuchaba el “croar” de alguna GAVIOTA, como anunciando el anochecer y la hora de dormir...
...Y amanecía un nuevo día con nuevas ilusiones y ganas de vivir. JUAN SALVADOR GAVIOTA emprendía nuevamente el vuelo en busca de algún que otro material para “avivar” el nido, y algo de alimento para el “pequeñín”. Éste alzaba su pico en un intento de tomar, de comer del buen manjar que su padre le había traído. PENÉLOPE sonreía gozosa y protegía con mucho cariño a su pequeño, quien en dulces sonidos emitía algún “croar”, como queriendo manifestarse. Dicen que cuando una gaviota es aún una cría, su pelaje suele ser oscuro hasta que pasado un tiempo impera el color blanco aunque sus plumas sean oscuras.
El tiempo iba pasando y JUAN SALVADOR PAVANA crecía con normalidad; empezó a volar sin alejarse del hogar paterno, siempre bajo la supervisión de sus padres. JUAN y PENÉLOPE emprendieron el vuelo sin alejarse mucho del nido, para no perder de vista al pequeño. De vez en cuando recibían la visita de una GAVIOTA AMIGA, incluso SERAFÍN y EVELYN se daban una vuelta por el hogar; la anciana MARY también giraba alguna que otra visita.
Y llegó el día en que JUAN emprendió el vuelo solo, sin la compañía de sus padres. Le encantaba pasear por la playa, alzar pequeños vuelos, sin retirarse mucho de sus padres.
JUAN SALVADOR GAVIOTA estaba orgulloso de su pequeñajo y de vez en cuando le acompañaba en sus “correrías”. PENÉLOPE también estaba muy contenta de ver cómo su hijo progresaba y con algún “croac” animaba al chico también.
El tiempo estaba cálido y el volar era un permanente entre las GAVIOTAS que volaban cada vez más alto iniciando entre ellas la famosa “Danza” llenando el firmamento de bellas piruetas y dibujos. El Sol resplandecía arrojando sus rayos sobre la bella playa donde las “GAVIOTAS” pasaban la mayor parte del día. Mientras tanto JUAN SALVADOR PAVANA se mezclaba con aquéllas haciendo de su vuelo un enorme gusto por estar al lado de su “hermanas”.
Pero el tiempo pasaba y JUAN “padre” deseaba que JUAN “junior” volara cada vez más alto y junto a PENÉLOPE seguía iniciando a su hijo en las “alturas”. Lo que en el fondo deseaba es que éste pudiera llegar un día a la “ciudad soñada”, y poder contemplar también el “rostro divino”. Por eso cada vez que la ocasión lo requería, llevaba a su hijo a sobrevolar espacios y adiestrarlo en los vuelos por lugares donde JUAN “junior” pudiera dar rienda suelta de lo aprendido. JUAN SALVADOR PAVANA iba creciendo desarrollando un cuerpo muy bonito y estilizado, estando ya dispuesto a traspasar espacios y fronteras en busca de la “ciudad soñada”. “¡Vuela SALVADOR, vuela, que tus hermanos esperan tu respuesta: PASIÓN! , le decía JUAN “senior” a su hijo.
Y después de muchos e increíbles vuelos, llegó el día en el que JUAN “junior” llegaría al lugar soñado: el CIELO, en donde vería el “rostro divino, un SER lleno de luz y color. Éste le diría: “Bien JUAN, has sido como tu padre y como Él has alcanzado la “ciudad soñada” y por ello te felicito. “Gracias, señor”, le diría JUAN a DIOS. “Me ha encantado conocerte pues mi padre me ha hablado mucho de ti”.
Juan sabía que su paso por la “ciudad soñada” sería único y tendría que aprovechar su estancia allí. Cuando pasó un tiempo prudencial, emprendió un largo vuelo hacia el infinito donde se reencontraría con los suyos. Cuando volvió a encontrarse con su “tierra” las hermanas fueron a recibirlo con aplausos, bailes y cánticos. JUAN padre y PENÉLOPE se encontraban muy satisfechos de su hijo y lo felicitaron una y otra vez. JUAN “junior” les contaba lo bello que había sido el viaje y la estancia en la “ciudad soñada”. Algunas de las GAVIOTAS más avanzadas compartieron con Él su sueño, ya que algunas habían podido viajar también a la “ciudad de la luz”.
El día transcurrió muy alegre, divertido y ameno. Se permitieron tomar un buen manjar como regalo a nuestro AMIGO; éste le daba las gracias a todos: “GRACIAS CHICOS POR VUESTRO RECIBIMIENTO y VUESTRA FIESTA. NO LO OLVIDARÉ NUNCA”.
Y aquí termina la historia de JUAN SALVADOR PAVANA, hijo de JUAN SALVADOR GAVIOTA y PENÉLOPE, una familia de GAVIOTAS que tuvieron la suerte de compartir con sus muchos “ hermanos” sus experiencias y ganas de vivir.
INTERPRETES:
GAVIOTA VARÓN:
JUAN SALVADOR GAVIOTA
GAVIOTA HEMBRA:
PENÉLOPE
GAVIOTAS ADULTAS:
SERAFÍN Y EVELYN
GAVIOTA ANCIANA:
MARY
GAVIOTA JOVEN:
JUAN SALVADOR PAVANA
EL RESTO:
LAS GAVIOTAS
Terminado del 24
de Julio 2019