Jóvenes marroquíes arriesgan sus vidas para cruzar a nado a Ceuta a pesar de la niebla que impide toda visibilidad. La Guardia Civil trabaja a pie de frontera para detectar las entradas contando con el apoyo de los búhos.
Esta madrugada, al igual que otras previas, las distintas unidades se han activado ante la alerta de varios inmigrantes en el mar.
Omar y Amir han conseguido entrar sin ser vistos. Empapados, con sus pertenencias salvadas en el pecho gracias a unos plásticos, emprendían en torno a las cinco de la madrugada un camino sin rumbo definido.
Lo hacían desorientados tras varias horas en el agua sin saber bien a dónde acudir. Lo que tienen claro es que no desean volver a Marruecos. Uno, descalzo y con una herida en una de sus piernas, se sostenía sobre el otro buscando en tierra la misma solidaridad que halló en el mar. Atrás, dicen, han dejado a sus familias a las que ahora buscan ayudar.
Otros dos jóvenes marroquíes son interceptados prácticamente a la misma hora a la altura de la Almadraba después de una noche de control en la que los guardias civiles se han coordinado ayudados por las indicaciones del COS y de los componentes de las cámaras térmicas.
Durante toda la noche y el día de ayer la Guardia Civil no ha cesado en el número de servicios asociados a la inmigración. Se intercepta a decenas pero los intentos de cruce son constantes, incontables. Hablar de número es equivocado porque no se trata de los localizados sino de los que pasan sin ser vistos y de los que se echan al mar.
Su trayecto, arriesgado, ha terminado en un coche de la Benemérita camino, de nuevo, hacia la frontera.
Es el día a día de este verano en donde la presión de los nadadores es constante. De esto no habla el Ministerio del Interior cuando maquilla sus balances migratorios. Son historias que se suceden en una frontera sur de Europa expuesta a riesgos.
La población joven marroquí ve en la ruta de los espigones la única oportunidad para escapar de Marruecos desde que las restricciones impuestas hayan vetado cualquier entrada a quien no tiene visado.
Nadar y bordear esa línea se convierte en la vía de pase elegida, también en la más temeraria. A las muertes ocurridas ya se suman las cifras incontables de desaparecidos.
La niebla, otra madrugada más, no solo ha complicado los controles de las fuerzas de seguridad sino que también se ha convertido en una trampa para aquellos que aspiran a cruzar a Ceuta a riesgo de perderlo todo.
El pasado domingo medio centenar de jóvenes buscó esta forma de entrada a la ciudad, una semana antes habían hecho lo mismo casi 300. Los balances oficiales del Gobierno de la Nación evitan pronunciarse sobre esto.
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