Agentes de
la Guardia Civil han detenido a primera hora de esta mañana en
el puerto de Ceuta a una joven, de 19 años, que pretendía embarcar con casi dos kilos y medio de
hachís en forma de bellotas, que portaba en una mochila. La detenida cruzaba el control de la Compañía Fiscal a bordo de un patinete eléctrico y con una pequeña mochila a las espaldas, provocando la alerta en el can del Servicio Cinológico que marcó la posible existencia de droga. Los agentes hicieron la comprobación, verificando que efectivamente la joven portaba hachís que, al peso, arrojó alrededor de 2,5 kilos de esta sustancia, por lo que se procedió a su arresto por incurrir en un delito contra la salud pública del que deberá responder en sede judicial. La detenida embarcaba con destino a Algeciras en uno de los primeros ferry que ha salido en esta jornada, día festivo en la ciudad. El hachís intervenido ha sido trasladado al área de
Sanidad para su análisis, mientras que la fémina ha quedado detenida en los calabozos del Instituto Armado. La línea marítima entre Ceuta y Algeciras intenta ser sorteada para traficar con drogas, ocultándolas bien en el interior de los organismos de sus propios pasadores o bien en dobles fondos de vehículos o, como en este caso, en bolsas portadas. La pandemia incidió en un menor número de rotaciones y en una bajada en el número de intervenciones de drogas que se hace en este punto concreto, desviándose el mayor número de aprehensiones a los pases de estupefacientes por mar bien a bordo de embarcaciones de grandes dimensiones o en motos de agua, como ha ocurrido esta semana con varios detenidos. Ceuta, puerta de entrada del hachís procedente de Marruecos que encontraba en
la frontera del Tarajal una de las vías principales de pase, ha visto cómo las pequeñas redes de narcotraficantes han buscado alternativas para su negocio, echando mano por ejemplo de los narcodrones pero buscando siempre surtirse de personas a las que engañan para, a cambio de dinero, utilizarlas para el tráfico de estupefacientes. Personas que terminan cumpliendo penas de más de tres años en prisión a pesar de ser los últimos eslabones de la cadena.