Opinión

Jesús recorre Galilea

Había estado hablando con Myriam sobre el sistema pedagógico que aplican en Israel para que ningún niño fracase. Me contó lo contentos que estaban todos, pues Hadasi se ponía muy nerviosa estudiando los exámenes y no podía dormir bien. La madre fue a consultarle el problema a la maestra y después de mirar lo que le vendría mejor a la cría, han decidido que le darán las preguntas del examen para que ella se centre y sepa lo que tiene que contestar y no suspenda. “Ahora saca unas notas estupendas”, dice su abuela.
Me contó que un palestino que tenía una tienda en Jerusalem y vivía en un poblado árabe cercano a la capital, casado y con tres hijos, se lió a metrallazos desde su coche y mató a un policía jovencito y una mujer que bajaba del autobús, con muchos heridos. Nadie se lo explicaba, porque estaba considerado como un hombre tranquilo. También me volvió a hablar de Clara, “me das descanso en el espíritu, cuando vienes a la reunión”, le ha dicho a Myriam. Ella ha visto morir a sus tres hijos y a duras penas supera el dolor. Cuando estaba en la choá pasaban mucha sed. Ella se iba a una fuente en pleno invierno, el agua estaba congelada, pero tenía la santa paciencia de llenar gota a gota la cantarilla, para todos los de su barracón. “Luego me sentaba en la nieve para llorar con la ropa congelada”. Su tío, hermano de su madre, las buscó incansable. Cuando al fin las encontró, hablando con ellas feliz, allí mismo se murió, había cumplido su objetivo. “¡Ya ves cuántas historias están aquí sin escribir! No sabes lo bien que lo he pasado estos tres días de fiesta sin salir de casa. Eché las persianas, me quedé a oscuras, dormí mucho y estuve con los ojos cerrados todo el tiempo. La anestesia que me ponen en los ojos para la intervención, es muy fuerte. Otro día me he llegado a la empresa donde trabajaba, todas dicen que me echan mucho de menos. Les dije “marjabí matobá”, y nos pedimos perdón mutuamente, y por si yo también les había causado algún daño”. Por mi parte yo le comenté lo que sabía sobre la situación actual del mundo. No hacía mucho había visto un video de una monja recién llegada de Alepo dando un testimonio sobre las atrocidades que allí ocurren, en concreto, la que más me llamó la atención fue una en la que ella había sido testigo al ver bolsas de basura grandes con cuerpos de cristianos descuartizados, con unos carteles pegados que decían “¡cuidado, cristianos!”. ¿Hasta qué punto puede llegar este fenómeno que se extiende poco a poco por el Occidente europeo, de intolerancia y violencia?. Algunos judíos han comentado también esta barbarie. Es el caso de David Harris, secretario ejecutivo del American Jewish Committee, en su artículo “Silencio ante la persecución de cristianos”, publicado en e País el dos de octubre de 2013. Ante la opresión no podemos callar. Se asesinan a judíos y a musulmanes. Pero los cristianos están sentenciados en muchos países: Corea, Iraq, Eritrea, Afganistán, Siria, Irán, Egipto, Palestina y Jordania, según el autor Oscar Garrido en “Arrancados de la Tierra Prometida”. Al parecer, en estos países se proponen la desaparición de los cristianos. Los cristianos árabes sufren todo tipo de acorralamiento y exterminio, y no sabemos las consecuencias que ello pueda traer consigo. Es difícil vivir la interculturalidad, porque muchos no la aceptan. Myriam está de acuerdo en todo… Salieron de Sicar y se dirigen a Ennón. Es de noche, sólo la luna ilumina un poco el sendero por donde caminan. Encuentran unas oquedades y se quedan a dormir su cansancio. Jesús continúa y se adelanta, casi vuela atravesando un riachuelo, y al fin llega a una cueva entre la maleza. “¡Juan!” Jesús ha venido para visitar a Su primo y despedirse de él hasta que se encuentren en el Cielo. Cuando el Profeta se da cuenta de Quien le llama, se pone en pie y emocionado, le pregunta cómo es posible Su visita. Jesús sabe que Juan lo quería ver, por eso ha venido hasta este pobre lugar tan recóndito. Juan es puro hueso de tanto ayuno, y su vestimenta consiste en una piel de oveja. Sus cabellos y sus ojos son negros, de aspecto beduino, al contrario que Jesús, rubio y de ojos claros. El Maestro le da las gracias por su trabajo como Precursor. Juan sabe que pronto estará en la paz del Señor, por lo que Le pide bendiciones. Jesús lo conforta con sus palabras. “Y Yo tendré que dar el testimonio de la sangre”.- “Fortalece al último mártir de Israel y dime si deberé esperarte mucho tiempo”.- “No, Juan. Pronto estaré contigo. Tú, Mi primo y hombre santo”. Juan Le transmite su preocupación por las “ovejas” que le siguen, pues no sabe qué será de sus discípulos, y Jesús le asegura que las acogerá como suyas. Luego Juan se postra en tierra para adorar a su Señor, piensa que un siervo no merece tanta atención. Jesús le recuerda a Su Madre, cuando estuvo con Isabel, asistiéndola. Le recuerda cuando Él fue al Jordán a que Juan lo bautizase. Luego se dan la paz y se dan un beso de despedida. “Vive y muere en paz, y en el Cielo te daré el ciento por ciento”. Jesús le pone las manos sobre su cabeza y ora mirando al Cielo. Es una escena de gran solemnidad en medio de la noche. Cuando regresa, los discípulos se sorprenden, saben que no pasó la noche con ellos, pero ignoran dónde estuvo. Zelote quiere echarle su manto por los hombros, pues piensa que siente frío, pero Jesús rehúsa, dice que Él está acostumbrado a las inclemencias. “Peor lo pasan los infelices del Valle de los Muertos. Son leprosos que todo el mundo desprecia”. Iscariote no quiere ni oír que ellos estuviesen conviviendo entre la gente. Y Pedro piensa igual. Incluso Su primo Santiago Alfeo es de la misma opinión. Jesús los ha escuchado, e interviene también:”No sabéis con cuanto sufrimiento viven, pues no ven la justicia por ningún lado. Y por otra parte, ¿quién les habla de Dios? Deben conocer la Misericordia. He curado a leprosos, y ahora que Me arrojan de Judá los poderosos, iré a los miserables de Israel, a los leprosos del Valle de los Muertos, pues sé que allí ha evangelizado uno que fue leproso”. Simón Zelote se extraña que Jesús lo sepa. Él fue leproso y está yendo por aquel lugar para ayudarles. “¿Cómo es posible, Señor mío, que lo sepas todo?” Jesús le advierte que Él conoce todos los corazones. Pedro entonces, se alarma, ya que él no piensa bien a veces. Jesús le llama la atención por la poca piedad que tuvo con la mujer del pozo, incluso con aquella sociedad que necesita del perdón de Dios. “Tendréis que desear sólo la voluntad del Altísimo. Debéis avanzar, pues ya ha pasado el primer año de Mi Evangelización y seréis pronto Mis futuros sacerdotes”. Juan, tan bondadoso y afable, pide al Maestro que les enseñe a orar, y Judas Iscariote Le insta a que también les enseñe a hacer milagros. “El milagro viene de Dios. Si aprendéis a ser muy buenos, el Señor os concederá esta Gracia”. Todos desean saber dónde pasó la noche, pues aún están en las estribaciones de Samaría y la zona está llena de paganos. Él les responde que estuvo con alguien que prono morirá y fue a darle felicidad a su corazón, y a recoger su “herencia”. Pedro se sorprende, pues Jesús no trajo ni oro, ni plata. “Recogeré las riquezas cuando Mi amigo haya fallecido, antes no”. Pedro sigue pensando que recogerá dinero y Jesús le dice que hay cosas más valiosas. “Recogeré a unos discípulos que han sido preparados por el santo”. Entonces comprenden que es el Bautista. “Señor, pero si es santo, no necesita que lo conforten”. El Rabbí vuelve a la explicación:”Mis santos serán llevados al martirio ante los jueces, y deberán gozar de virtudes para poder soportar las persecuciones. Bartolomé piensa que el Maestro no puede referirse a ellos, que son muy débiles. “Cuando recibas el bautismo del Espíritu, aceptarás el sufrimiento, y Yo os ayudaré, pues estaré siempre con vosotros". Sus primos y Zelote dicen que quieren la Gracia especial para ser fuertes. Iscariote afirma que él quiere morir junto a Jesús. Los demás también piden esa Gracia. Andrés dice con fervor:”el mundo Te amará, porque yo seré incansable en predicarte, Señor”. Juan agrega:” no querría verte sufrir, sino estar a Tu lado en la agonía y luego viviría muchos años para servirte, Jesús mío”. El Maestro le sonríe, lo trae consigo y le besa la frente. “Mira Juan, Dios te ha revelado el misterio de la santificación. Cuanto más os entregáis, más os da Dios, que crea obras maestras de santidad. Pedidle siempre a Él”. Han llegado a Nazaret. Jesús camina más rápido que los demás, tiene mucha prisa por ver a Su Mamá. Ella va hacia la casa acompañada de Simón primo de Jesús, que lleva un haz de leña para María. Son muchos meses sin verse, así que la alegría es inmensa. “¡Mamá!”- “¡Hijo Mío Bendito!”. Los primos se saludan con emoción. Sabe María el odio del Sanedrín contra Jesús, por eso llora. Él la consuela y la abraza,  para que esté tranquila: “NO TENGAS MIEDO, que aún no ha llegado Mi hora”. Ella está apenada al no poder verlo cada día y Le pide ir con Él a todas partes, “así Te defenderé”. Y Jesús accede. Por la mañana va Jesús con Sus primos camino de Caná, donde esperan los demás discípulos. Van a casa de Susana, el lugar de Su primer milagro de la conversión del agua en vino, (en las Bodas). Susana está muy enferma y su esposo pide al Maestro entre llantos que la sane. En esos momentos llega un oficial del Tetrarca de Galilea. Jesús se asoma fuera y le pregunta qué es lo que quiere. El oficial Le pide que vaya con Él a Cafarnaúm, pues su hijo se muere, “y Tú eres Dios”. Pero Jesús le recrimina que ellos persiguen al Precursor del Mesías, el santo de Israel, y que son unos incrédulos. “Aunque seamos unos crueles pecadores, Señor, ten piedad de mí. Vi el milagro que hiciste con Juana de Cusa, cuando ya estaba casi muerta, y creo en Ti”. Jesús lo tienta más, le dice que su generación es incrédula y perversa. “No creéis si no veis prodigios”. El romano le da la razón, pero Le insiste:”ven pronto antes que mi hijo se muera. Buscaré una barca a Tiberíades, así llegaremos antes”. -“Ya no hace falta que vaya, tu hijo está curado”. El hombre no cabe en sí de gozo. Lo invita a su casa, que su familia Lo conozca y Le presente honores. Y Jesús le promete ir. “Adiós, la paz sea contigo”. El ilustre romano se marcha a caballo con una gran felicidad. Ya  en la casa, el marido de Susana Le recuerda  que Él convirtió el agua en un vino excelente. “¡Cúrame a Susana, Señor!”. Jesús le promete que la volverá a la vida, pero la quiere como discípula del grupo de mujeres que Él mismo va a formar. “Yo imitaré a Abraham al ofrecerte el sacrificio, Señor mío”. (Se refiere a Gén. 22,1-18. El Señor pidió a Abraham que tomase a su hijo Isaac para ofrecerlo en holocausto en el monte Moria… Abraham obedeció al Señor. Isaac preguntó quién iba a ser la víctima y Abraham le contestó “Dios proveerá… Tomó el cuchillo para inmolar a su hijo… Pero un ángel de Yahvé le sujetó la mano. Un carnero enredado en una zarza que vio Abraham le sirvió para el sacrificio). Entonces Jesús apremia a todos:”Se acerca la hora imparable de Mi sacrificio. Debo cumplir Mi Misión. Podría haber hecho más, pero la maldad del corazón Me lo impide. Mi Madre y María de Alfeo vendrán con nosotros, así irán las mujeres a otras poblaciones adversas. Habrá con el tiempo mujeres que servirán al Señor. Para ello, pido permiso a sus padres, o a sus maridos, así que te pido a Susana, que ya está curada. No le digas nada, ella sola vendrá a Mí. No morirá su amor de esposa, te amará más en el espíritu”. El fiel marido dice al Rabbí como decía el santo Job en su total ruina: “Dios me la dio, Dios me la quita. Bendito y alabado sea el Altísimo cuando nos da y cuando nos quita”. Ahora tocaba el turno  de visitar a Salomé, madre de Juan y Santiago Zebedeo, que también la quiere como discípula. Esta vez Le acompañan Pedro, Andrés, Simón Zelote y Mateo, además de los anfitriones Juan y Santiago, que se encuentran felices junto a su madre. Ella los acaricia y ellos abrazan a la mamá. Han terminado el almuerzo. Jesús permanece en silencio. Salomé aprovecha para dirigirse al Señor y pedirle que la deje ir también con el grupo de mujeres. “Estoy segura que vendrá Juana de Cusa, Señor”. Jesús le pide que lo piense, ya que lleva cuarenta años casada y no es cuestión de dejar solo al marido durante un tiempo. “Yo amo a Zebedeo, Señor, pero a Ti Te amo de otro modo, porque has introducido esta maravillosa semilla en mi corazón”. Va a consultar a su esposo el deseo que tiene, se arrodilla ante él y espera. Zebedeo dice que lo que desee Jesús. “Piensa Salomé que deberás dejar además de tu casa, tus colmenas que te dan tanta miel, tu telar con el que confeccionas tanto, tus nietecitos, todo”. Ella permanece humilde ante el Maestro. “Lo que de verdad me dolerán son mis nietecitos, pero, ¡tómame Señor, como Tu alumna! Sed buenos todos y ayudadme”. Como está segura, dice Jesús:”Ven, Salomé. Eres apta para entrar en Mi familia”. La mujer está tan agradecida, que no hace más que dar gracias a Dios y pedir perdón a todos por el nuevo camino que va a emprender. Ya están ellos otra vez a solas. A Pedro no se le ve muy contento. Jesús le pregunta el por qué. “Tú no quieres a mi mujer en el grupo, Maestro”. El Señor dice que está equivocado, que es Dios quien da a cada uno lo que necesita. Bartolomé, que está casado, Felipe, que además tiene dos hijas, consideran que sus esposas no podrían seguir al Maestro. Iscariote también cree que su madre no podría dejarlo todo. Pedro ha recapacitado y se tranquiliza. Jesús, sonriente, les dice a todos: “Unas mujeres pueden seguirme y otras deben quedarse en casa. Ahora organizaremos la marcha, pues ellas tienen que quedarse a dormir en casas amigas, no podemos tentar jamás a la Providencia. Ellas deberán esperarnos cuando el recorrido sea superior a sus fuerzas. Nos protegerán de la maldad del mundo. Fijaos que hago un viaje rápido por toda Galilea. Nos ayudaremos unos a otros. Ahora marcharemos para Cesárea, allí vamos a encontrar creaturas que esperan al Dios verdadero. Comienza la primavera y ya se ven flores por los árboles, coincide con la primavera de Mi Iglesia. Nuestras hermanas nos servirán de lección con su dulzura y paciencia. Es la hora de la Mujer, y en Mi Iglesia habrá una eclosión de vírgenes, esposas y madres santas”. Cesárea marítima es una ciudad muy bella.(Hago un alto, pues recuerdo que hace treinta y dos años la visitaba por primera vez y quedaba impresionada por su hermosura. Era verano, hacía mucho calor, pero no pudimos bañarnos a la playa, pues no llevábamos bañadores, tan sólo nos remojarnos los pies en la orilla, con una niñita en brazos, de once meses, que disfrutaba con todo. Hoy se han construido muchas mansiones de gente adinerada). Se ven galeras a remo surcando el mar; unas entran y otras salen del puerto. Los romanos llevan a Roma materias primas necesarias al Imperio. Jesús entra triunfante caminando  hacia el puerto, por una amplia avenida que se alarga hasta el mar. Los discípulos se extrañan que su Maestro se dirija hacia un lugar donde habitan los paganos. “¿Quién Te escuchará aquí?”, pregunta Pedro con cierto desdén. Los otros también están contrariados. Pero el Rabbí levanta la voz:” El hombre que tiene poder y está sano, es un necio si se pregunta por qué va a observar una ley, si no necesita nada. Y aunque pueda hacerle daño a los demás con su actitud, no le importa”. La voz de Jesús es fuerte y sonora, y podría surtir efecto si fuese oída por muchos, pero allí en esos momentos apenas se ve alguien en el puerto. Sin embargo, algunos hombres de naves circundantes que han oído al Maestro, sienten curiosidad por Sus Palabras. “Cada hombre que reflexiona y vive en la virtud, se acerca a Dios. Debéis pensar que un día tenéis abundancia y poder, y otro día sólo miseria y debilidad. Pero si el hombre no tiene a Dios, no puede llevar su vida hacia el bien y Satanás puede causarle grandes estragos”. Uno de los que escuchan es el ilustre romano que llegó a Caná, para pedir que sanase a su hija, y Jesús la sanó. “Así es, te dije que vendría y aquí estoy”. El romano se sorprende que hable en un lugar de paganos. Y Jesús le pide que Le acerque hasta los remeros de su nave. El ilustre pagano lo lleva a los esclavos, pues Jesús quiere hablarles… BIBLIOGRAFÍA :María Valtorta, “Poema del Hombre Dios” T III; Luc. 1,46-55; Reyes2,1-10; Ju.46-54; Gén.22,1-18.

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