Querido Javier: Es un día para las lágrimas. Tu Dios te ha llevado de la ciudad de imperios cruzados de otros tiempos y tú has dejado una huella que “supera” a los imperios de encadenados con historia de Ceuta.
Muchas personas que te estimábamos por tu DON personal y científico, lloramos en los silencios de las frías aguas que rodean la ciudad y en el ruidoso estrecho que con los vientos que los surcan, nos secan las lágrimas que te las harán llegar con el sentimiento que consagramos.
Querido Javier, en estos días de silencios prolongados, hemos estado rezando a nuestros Dioses para tu recuperación – no te has visto solo – has elegido un sábado para reunirte con tu Dios. Pero tu Dios no ha calculado el dolor tan fuerte que acusamos las personas que te estimábamos, ni la de tus pacientes, que ponías orden en sus vidas. Este espacio que dejas es como una resaca de los desencuentros entre los vientos en pleno estrecho y todo esto quedará “anidando” es los espacios de nuestra Alma.
No han sido pocos nuestros momentos científicos y sociales que hemos disfrutado, pero son; el no tenerlos abren dolor en mi alma y en las almas de los más fuertes. No sé qué Dios ha elegido tu estancia en esta Ceuta Imperial y de imperios cruzados, no sé qué mensajero de los Dioses de los imperios ha elegido el sábado para cerrar tus ojos.
Estos mensajeros de los Dioses han dejado espacios en las almas de alguna fe; hechos que nuestros sentimientos blasfemaran. Ha sido un duro golpe para las personas que te estimamos, como el barco que sale de un puerto y no llega nunca a su destino; es mi deseo que el destino que te ha deparado tu Dios sea –sereno y tranquilo –
Eras un hombre con vocación galénica “pobre en desencuentros” y - fuerte - en los “cuidados del desaliento de los enfermos” que socorrías buscándoles consuelo. Dedicaste tu vida al cuidado del necesitado y tu Dios, en momentos, te ha dejado solo llorando y buscando consuelo. Javier, son así los Dioses; nos exigen “tanto” que hieren al alma más fuerte.
Hoy en tu nueva morada, tendrás tiempo para dialogar con tu Dios y solicitar explicaciones. A nosotros nos dejas el dolor de tu ausencia que no sabremos sublimar y si recordar al amigo galeno de entrega total por su vocación.
Adiós amigo, adiós “soldado” Hipocrático, te echaremos mucho de menos; es un golpe de la vida tan fuerte, como los adioses de los ángeles a su propio Dios.
Rezaré a tu Dios con las plegarias que me dicte.