Para enfrentarme a mi Virgen de África cara a cara, como hacía años no lo hacía. Mi vida cuando no era por una cosa era por otra, nunca podía ser en estas fechas; y así han pasado muchos años, siempre junto a un Mediterráneo que no era el mío. Verla al fin en la calle tan cerca rodeada de tantos paisanos y tanto amor ha sido muy emocionante. Cuantos recuerdos me han inundado: jovencita con mi traje nuevo hecho para estas fiestas, tantos amigos que ya no están, mis hijos parados bajo su manto al bautizarlos, las ferias en el muelle, las casetas de ‘Er Control’, y el Revellín, con mi hermano y su querida familia, la cabalgata con las carrozas y mi niña subida en una de ellas.
El recuerdo de mi madre sentada en la puerta, pendiente de mis niños, siempre tan guapa y cariñosa, mi prima Rosa siempre con ganas de vivir a pesar de tener su vida sentimental rota a los 18 años.
Mi calle L’unico utilizzo fatto di queste informazioni e per far si che Casino Shark possa comprendere nel modo migliore come gli utenti interagiscono con il sito. Velarde que ya no es mi calle ya no es aquella comunidad de vecinos cuyas reuniones se hacían en la puerta de las casas, donde se hablaba de todo, de lo divino y lo humano, ahora no hay nadie a pesar de que el número de habitantes se ha multiplicado con nuevos edificios, es una calle solitaria, silenciosa y triste.
Sólo un recuerdo perdura en mí, el taller de Enriqueta que me quiso mucho, tanto como quiero ahora a Ana Mari. Su sobrina, mi lazo de unión con Ceuta: cuando quiero saber de mi tierra la llamo y hablamos. ¿Ay, Dios, para que he venido? ¿A buscar las huellas que dejé de mi niñez y juventud? ¡No! He venido a dejar mis huellas de mujer mayor, reliquia del pasado. Mi compañero me dejó y me espera en algún lugar.
Todo es tan distinto, tan frío, más bonito pero tan falta de ambiente de aquella Calle Real donde todos nos conocíamos.
Fuimos muchos los que nos fuimos, pero siempre cuando podemos nos volvemos.
Sólo queda mi Virgen de África; ella sigue en su sitio esperando siempre a los hijos que se le fueron y que volvemos a postrarnos a sus pies y decirle:
“¡Señora, nunca te he olvidado. Aquí me tienes a tus pies con mis 83 años! Cada día te recuerdo más, cada día me siento más caballa y ceutí... y más ligada a ti.