Este tipo de inteligencia que muchas personas ignoran es crucial para mantener una vida estable. Saber qué sentimos, cómo sentimos y lo que es más importante con qué intensidad lo hacemos.
No todas las personas sienten de la misma forma ya que es exclusivo de cada uno. Entre mis conocimientos sobre psicología esta ha sido una de mis grandes descubrimientos. Con apenas trece años me documenté sobre la inteligencia emocional y los agravios que conllevaba no tenerla equilibrada.
Podemos ser muy inteligentes de manera cognitiva pero, ¿cómo hallamos el conocimiento tan interno que supone el control de nuestras emociones? No va ligado al tipo de persona que seas ni a las características que te hacen ser tú; esto va más allá.
Cuando montamos en cólera o estamos especialmente emocionados se produce un “pico” en nuestra estabilidad. Exactamente es eso lo que cada uno debe trabajar para poder sentir con normalidad si es que a los sentimientos pueden ser clasificados de normales.
Cada sensación es una encrucijada. El ser humano está dotado para aprender y, ¿cómo aprender algo si no aprendes a “racionar” lo que sientes?
Depresión, malestar a causa de cosas que nos golpea; frenesí, amor que no nos deja poner freno. Debemos saber cuándo abrirnos y cuándo racionarnos no porque sea algo negativo en sí sino por el hecho de que no solo puede afectarnos a nosotros mismos sino también al resto. Miles de casos de asesinatos, palizas y discusiones por no saber decirnos “basta”.
Creo que es una parte muy importante para crear un mundo mejor: con menos violencia, más justicia. Sin impulsos atroces que destruyan la humanidad porque a falta de ella perdemos mucho más de lo que podríamos ganar. oscarfrancoc10@gmail.com