No sé en que momento de nuestras vidas decidimos aparcar la humanidad. Quizá pensamos que lo más básico o lo más sencillo no nos podía dar suficiente felicidad y así optamos por subirnos al carro de lo moderno llevado al extremo.
La Inteligencia Artificial sonaba a algo extraño hasta hace nada, ahora es utilizada hasta para hacer noticias. La población consume así los mensajes enlatados sin vida, sin personalidad. No los cuestiona. El espíritu crítico hace tiempo que pasó a un segundo plano hasta caer en el olvido porque molesta en una sociedad aborregada que prefiere invertir su tiempo en hablar sobre el sexo de los ángeles.
Hoy te suplantan la imagen, la voz y hasta la identidad. No nos asusta, lo vemos hasta normal. Aceptamos como válida la manipulación y nos entregamos a ella dándole altavoz al compartirla. Ese es el mundo en el que al parecer nos sentimos cómodos. Y da miedo porque nos hace ser cada vez menos humanos, menos fuertes y resolutivos transformándonos en seres débiles incapaces de levantarse ante una derrota, lastimeros, sin lucha y sin personalidad.
Hace unos años íbamos por la calle y nos mirábamos a la cara, nos reconocíamos, invertíamos el tiempo en hablar. Hoy miramos el móvil, nos escapamos unos de otros, ni siquiera nos llamamos por teléfono y los cafés se comparten mientras se interactúa en redes sociales. Modificamos nuestro mundo, nuestro aspecto y nuestras relaciones entregados a ese mundo virtual que idealizamos aunque no lo tengamos.
El presente de hoy nos anuncia un futuro extraño en el que ya no se sabe diferenciar qué puede ser verdad y qué mentira. A los que tuvimos la suerte de disfrutar de una niñez de pueblo, de calle, de imaginación nos asustan los tiempos que dejamos a nuestros hijos y el futuro al que se nos condenará a nosotros como ancianos.
Aparcamos lo sencillo creyéndonos mejores en este alocado mundo del cambio cuando lo que hemos conseguido entre todos ha sido perder en el camino lo que nos definía. Qué hay de verdad y de mentira, en nada seremos incapaces de marcar líneas que separaban. Los humanos somos capaces de cargarnos todo hasta nuestra esencia. Así nos va.