Siempre ha habido personas que han actuado candorosamente. Unas porque así se lo exigía el papel que debían representar en una sucesión de hechos; otras porque así les convenía personalmente y otras, finalmente, porque en ocasiones venía bien que actuaran de tal forma en beneficio de terceros. Ello no quita para que personas de buena fe caigan en esas trampas que, desgraciadamente, se presentan en la sociedad confundiendo a los menos avisados o a quienes son de un natural lleno de candor; buenísimas personas en el fondo pero que caen en las trampas más simples que se producen en las relaciones humanas. Las abuelas - a las que profeso verdadera admiración - están siempre dispuestas a creer lo que le cuentan los nietos para sacarles algún dinerillo o para que intercedan ante los padres.
A finales de los años treinta, del siglo pasado, Alemania empezó a mostrar, en el ámbito internacional, un talante distinto al que había mantenido después de su derrota en la Primera Guerra Mundial (1914 - 1918). Alemania resurgía potente y eso alarmó a otros países, especialmente a Inglaterra y a Francia. Había documentales en los que se mostraban operaciones con carros de combate, que les estaban prohibidos, pero que en realidad eran vehículos civiles con una cubierta que les hacía parecer carros de combate. A los alemanes les venía bien ese sistema para ensayar operaciones y tácticas que, hasta entonces, estaban en pañales. Les fueron pedidas explicaciones que los alemanes supieron proporcionar de forma tal que la ingenuidad del Gobierno británico, en aquél entonces, aceptó como buenas.
Los franceses siempre consideraron posible una nueva invasión alemana y basaron su defensa en un bastión principal, al que dedicaron mucha atención y dinero. Ese bastión conocido como Línea Maginot, era un elemento potente pero estático, nada acorde con la guerra de movimientos que ya se presagiaba . Cerraba un camino pero se estudiaron otros que ofrecían la ventaja de que casi nadie en Francia pensaba que por allí podrían venir las posibles fuerzas enemigas; a éstas, naturalmente, les vino muy bien esa confianza depositada por Francia en la Línea Maginot. Fue una muestra importante de ingenuidad; subestimaron la capacidad de análisis y de medios de los alemanes, así como de sus posibilidades industriales para el suministro de medios de combate.
Hay otros muchos ejemplos de ingenuidad, como el de los norteamericanos subestimando la capacidad de Japón y especialmente de su Fuerza Naval.
Es muy conocido, por las películas que se filmaron sobre el tema de Pearl Harbour y en éstas se pone de manifiesto que no habían considerado la posibilidad de ese ataque - con gravísimas pérdidas- a la Flota por medio de la Aviación Naval japonesa. Fue muy duro ese golpe recibido por un exceso de confianza en sí mismos y menosprecio del posible enemigo. Ingenuidad, a fin de cuentas, tanto por considerar plenamente seguro para su Flota el refugio de Pearl Harbour como de la capacidad japonesa para pensar y , menos aún, llevar un ataque en masa a ese puerto.
La Historia está llena de ingenuidades y he pensado en las que he relacionado en los párrafos anteriores para que se recuerde el daño que pueden producir.
Me preocupa lo que me parece una ingenuidad al tratar el asunto de esa manifestación, tan numerosa, a las puertas del Congreso de los Diputados, y el juicio que sobre ella y los detenidos se ha hecho al ponerlos en libertad y archivar la causa.