Obra de teatro ‘Los niños perdidos de la señorita White’
Pocos asientos quedaban vacíos cuando el bullicio que reinaba en el patio de butacas del Auditorio del Revellín comenzó a amainar, avisado de antemano por unas luces que bajaban de intensidad mientras una voz salía de los altavoces y demandaba silencio en la sala.
Adultos y pequeños tomaban asiento mientras los más rezagados serpenteaban entre los colmados pasillos para ocupar esas últimas butacas que hacían colgar el cartel de ‘completo’. Sin duda un éxito de asistencia congregó la segunda representación que lleva a escena la escuela ‘Art Factory’ con una obra que ya cautivó en su estreno, hace casi un año.
Sin embargo, después de casi doce meses en los que esos pequeños actores han tenido margen para pulir ciertos aspectos, ‘Los niños perdidos de la señorita White’ sorprendió con una ambiciosa obra, que despegó en nivel con respecto a la primera, donde las dotes actorales de los más pequeños y la cuidada puesta en escena se coronaron como los grandes protagonistas.
‘Los niños perdidos de la señorita White’ sorprendió por su madurez y su cuidada estética. En el mismo sentido cabe mencionar el poder que adquirió la obra gracias a unos acertados efectos sonoros, que fueron imprescindibles en el formato y sentido que adoptó la función.
Una obra añeja que destila carcajadas
Más de 20 personajes configuraron el imaginario de la señorita White a lo largo de una obra que arrancó carcajadas desde el primer instante en que se levantó el telón. Una función con sabor añejo y que se ambientó en tiempos pasados, pero que puso sobre la palestra temas universales.
Ese grupo de niños que debe enfrenarse a una serie de adversidades demostró el poder de la infancia y de perseguir los sueños. Un poder que visualizaron a través de armas tan potentes como la amistad, la búsqueda de los sueños y el compañerismo.