¿Cuántos puntos de luz son necesarios para colegir una imagen? Y en circunstancia paralela: ¿cuánta información necesitamos para tener conciencia sobre algún tema?
Por debajo del umbral que marca la intensidad no sabremos reconocer la forma que tiene la imagen, pues será borrosa. De la misma manera, la información dispersa no despertará nuestra conciencia.
La conciencia es la salida en el laberinto de la confusión.
En estos pensamientos andaba yo para entender porque no hay una imagen, una conciencia colectiva sobre la salud mental y los procesos que la rodean. La información que se presta no está bien focalizada y es superficial; son como algoritmos prefabricados e inconexos que no explican el universo interior de las personas afectadas, y no contribuyen a la solución de nuestros problemas de incomprensión.
Si los puntos de luz no tienen color nunca sabremos los matices. Si las palabras sobre salud mental no responden a un argumento no habrá una narrativa, y no podremos entender nuestra experiencia mental. Las palabras sirven también para sembrar la duda (estado incipiente en el despertar de la individualidad).
Al no haber un discurso social inequívoco el sistema pierde eficiencia, pues perduran el estigma y el rechazo hacia mi colectivo, no hay detección temprana, y la intervención es tardía cuando el trastorno ya ha mostrado su virulencia.
Pongo por caso el ejemplo de mi familia, de clase media y ciertos estudios. Resulta que, a fecha de entrar en crisis, en mi casa jamás se había hablado de salud mental. Cuanto camino no podríamos ahorrarnos si socializamos unas cuantas nociones.
Es precisamente aquí donde encuentro mi rol más útil, intentar construir una narrativa que facilite un lenguaje social sobre salud mental, para que la luz tenga imagen, la imagen tenga luz, y la información que son las palabras nos conduzcan a la conciencia.
Cuando el lenguaje alcanza cierta calidad lo llamamos conocimiento, por lo tanto, determina el nivel de conciencia; como la definición nos ayuda a disfrutar mejor de una imagen. Mientras tanto, la perfección nos sirve de referencia y nos motiva para la superación.
Si ensanchamos el territorio conceptual sobre salud mental, y nos acostumbramos a discutir sobre su virtud, nos estaremos fortaleciendo sobre manera, y facilitando a las personas apocadas por el entorno a que expresen su mundo de sentimientos, sean de la naturaleza que sean, aprendiendo los unos de los otros.
Así, continúo buscando un mejor inicio que me lleve a un mejor desenlace. El otro día tuve ocasión de poner en práctica un discurso sobre salud mental en primera persona, el cual está todavía en formación. Cada día que doy con una clave me ilusiono, y la incorporo.
Sigo evolucionando en ese marcador tan importante que es el lenguaje.