“Le pedí tan poco a la vida y hasta ese poco la vida me negó. Una hebra de sol, el campo, un poco de paz con un poco de pan, que no me pese mucho el saber que existo, y no exigir nada a nadie, ni que nadie exija nada de mí. Todo esto me fue negado, …..” “El libro del desasosiego” de Fernando Pessoa.
Supongo que un número considerable de personas nos habremos sentido así en algún momento de nuestras vidas.
Ante esta crisis del COVID-19 me gustaría resaltar el valor de la mujer ante la misma, ellas, tanto en esta generación como muy especialmente en anteriores, supongo que han debido sentirse completamente invadidas por el “desasosiego” que Pessoa nos describe.
Las mujeres están luchando en primera línea contra este mal y las consecuencias del desmantelamiento de nuestro sistema de bienestar, con la sanidad a la cabeza.
Presencia femenina hay en todos los sectores de la sociedad, FCSE, policía local, militares, sociedad civil, etc. Y están haciendo frente a esta pandemia y ayudando a todos. Pero me gustaría centrarme en dos campos concretos, por ser en ellos mayoritaria la presencia de las mujeres.
La profesión sanitaria, donde la representación de las mujeres es abrumadora, y las empresas distribuidoras alimentarias, donde igualmente lo es.
Los números no mienten, si no se manipulan como hacen otros. Algo más del 50% de los médicos son médicas; casi el 85% de los enfermeros son enfermeras; aproximadamente el 72% de los farmacéuticos son farmacéuticas; en cuanto a las empresas de distribución de alimentos, las cajeras de supermercado son alrededor del 70%.
Como es fácil de comprobar he seleccionado, sin intención de menoscabo del resto de mujeres implicadas en otras labores y sin menospreciar el trabajo de los hombres, aquellas cifras que hablan por sí solas. Hay más, pero mi intención es centrarme en estas.
Las mujeres están dando la cara, como ha sido siempre, por nuestra sociedad. La cara y la salud. Como han hecho siempre. No hay mal momento para reclamar la igualdad, pero ahora, justo ahora, es más obligatorio y justo, sí cabe. Una enfermera no puede ganar un 10% menos que un enfermero, por ejemplo.
Me gustaría recordar en este punto la Constitución del 31 porque fue la que realmente comenzó a reconocer el camino de la igualdad, y digo camino por lo que aún queda por recorrer, desgraciadamente, para llegar a esa anhelada igualdad. Decía Antonio Machado: “Caminante, son tus huellas el camino …..” y hacia esas huellas nos giramos.
Durante la Restauración la mujer era preparada para ser madre, y además una buena madre y esposa, la que estaba supeditada a los deseos de su marido y entregada a la crianza de sus hijos. Recibían clases de urbanidad, algo de música y algún idioma. Todo ello encaminado a destacar como distinguidas esposas. Resumiendo, se las preparaba para servir al hombre exclusivamente, relegando su papel no solo en la sociedad, sino en la humanidad, a la procreación, crianza y satisfacción de los deseos del hombrecito de turno sin tener en cuenta los suyos propios y aún menos los que tuvieran alguna connotación de índole sexual.
¡Un momento! Estamos describiendo a la mujer acomodada de la época porque las pobres eran educadas para una doble servidumbre, la de género y la de clase. Tenían que ser ¡por supuesto! buenas madres y esposas, con idéntico sentido que el expresado en el anterior párrafo, pero además desde bien pequeñas, si tenían suerte, debían aprender a servir en la casa de los señoritos. Y si no, en sus propias casas, donde además de las tareas del hogar, debían tener conocimientos, en función del contexto, del mundo rural y conocer las tareas agrícolas.
¡Qué alegría vivir bajo el yugo de una sociedad conservadora, y más aún si eres mujer! (Ironía)
Como vemos los avances de la mujer eran proporcionales al beneficio que de ellos obtenían los varones.
Años después de finalizar la Primera Guerra Mundial comienzan a llegar las primeras fragancias del movimiento feminista a España.
La llegada de la II República permite cambios significativos en la posición de la mujer en la sociedad, siendo considerado por un gran número de historiadores como el período de mayor igualdad de nuestro país. La Constitución del 31 en su artículo 36 extendió el voto a las mujeres en igualdad con los hombres. Cosa inexistente anteriormente.
La imagen de sujeto pasivo en la sociedad pública dio paso a una identidad propia, con la posibilidad de decidir su destino independiente y autónomamente, alejadas de las restricciones machistas del anterior y posterior régimen. Las medidas tomadas en materia de educación hicieron que el número de alumnas se duplicara en todos los niveles, incluida la universidad. Se fomentó la incorporación de la mujer al mercado laboral, significativamente en el acceso a la función pública, fue admitida en las carreras de Registradores y Notarios pudiendo desempeñar la abogacía en igualdad con los hombres y en cualquier otra actividad relacionada con la actividad pública, el adulterio femenino fue despenalizado, se permitió el divorcio, etc
Comenzó a participar en la vida política, el PNV, por ejemplo, contaba con 20.000 afiliadas. Dolores Ibárruri indiscutible en el Partido Comunista. Llegaron a ser diputadas (Victoria Kent, Clara Campoamor, …), ministras (de Sanidad Federica Montseny).
La mujer era sujeto de pleno derecho, ¡al fin!, en nuestra sociedad. Aprobación del matrimonio civil, reconocimiento del derecho a la patria potestad a las madres, deber por parte del Estado de proteger la maternidad. La mujer adquiría derechos, tanto en la familia, como en el matrimonio que eran de justicia. En el mundo laboral el Estado reguló el trabajo femenino, entre otras cosas promulgando leyes para garantizar la igualdad salarial, o prohibir el despido por maternidad o por contraer matrimonio, o crear el Seguro Obligatorio de Maternidad, etc.
Este intento por comenzar a andar en busca de la igualdad, todos sabemos cómo terminó: “¡Una, Grande y Libre!”, que en realidad significó, ¡Sola, insignificante y esclavizada! Así quedó la sociedad española.
“Mi mente es tan libre como le permito, siendo yo tan libre como la sociedad me permite” Soul Etspes tras leer a Virginia Woolf en “Una habitación propia”.
En una sociedad realmente libre no existe libertad individual sin libertad social.
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