El próximo 31 de diciembre, la ceutí Anissa Jati Bendris cumplirá 63 años. En cuanto los tenga, la asistencia que le ofrece Cruz Roja en Granada se terminará y tendrá que buscar, de nuevo junto a su familia, la manera de poder ir al médico o de que le receten medicinas. Anissa tiene nombre y apellidos, pero nunca ha tenido entre sus manos un documento nacional de identidad que así lo refrende.
Por eso, nunca se ha podido casar. Nunca ha podido ir al médico ni salir de viaje más allá de la provincia de Granada por temor a que pidiesen la documentación y ella no la tuviese. “Mi madre ha tenido que ir asimilando que es como una carga”, admite su hija, María Porto Jati.
María, de 28 años, ha retomado la lucha por la identidad de su madre que comenzó hace tres décadas su padre. “Yo no voy a esperar otros 30 años”, tiene claro. En dos se jubila su padre. María tiene el temor de que Anissa se quede sin nada el día que falte el progenitor solo por el hecho de que no tiene documentación.
Esta ceutí nunca ha tenido un DNI porque no se le registró al nacer. Nació en 1957 en una casa de la barriada de Los Rosales. A los dos años, sus padres la abandonaron y una amiga de la familia le dio cobijo, según se relata en la documentación que ha facilitado a El Faro. Anissa nunca volvió a saber nada de sus padres, de los que cree que tenían origen marroquí. Su etapa en casa de la amiga de la familia fue un tormento: la maltrataba y le dejó una secuela de por vida, una pérdida severa de la audición en uno de sus oídos.
Este problema de Anissa no ha sido tratado regularmente por la imposibilidad de que acuda a un médico. Salvo este año, cuando ha podido beneficiarse de un programa de Cruz Roja en Granada. El resto del tiempo, las medicinas de las que podía precisar las tenían que conseguir sus familiares.
Por este y otros motivos, hace tres años y medio su hija María emprendió una batalla burocrática que le lleva una y otra vez a nuestra ciudad. “La Fiscalía de Ceuta abrió el caso. La partida de nacimiento fuera de plazo se le hizo, dicen que están esperando a que se la concedan desde hace un año. Me mandan un exhorto en el registro de Granada para que le vea un forense, presenta dos testigos, las partidas de nacimiento mía y de mi hermano, que se mandaron antes del verano de 2018. Las mandamos a Ceuta para que se hiciera todo el proceso. Pero cada vez que llamamos nos dicen que no está el funcionario que lo lleva. Nos pusimos con el jefe del registro y nos dijeron que lo tiene que estudiar el juez”.
Durante esta semana, María remitió una carta a un magistrado del Juzgado de Instrucción para que revise el caso de su madre y admita a trámite un registro fuera de plazo que, supuestamente, ya estaba en curso. No obstante, el caso de Anissa “lo conocen”, asegura su hija, en la Fiscalía y en el Registro Civil, donde confirman en febrero de 2017 la ausencia de inscripción de su madre. La única certeza es que Anissa no existe para el Estado.
Las negativas o el ir de una persona a otra durante este tiempo, hicieron que María quisiera ir más arriba: el 29 de mayo de 2018 recibió una respuesta de la Casa Real. Al no ser ámbito de su competencia, remitieron su caso al Ministerio de Justicia. En septiembre de 2018, la carta fue dirigida en esta ocasión al ministro de Justicia. La carta fue remitida a través del Defensor del Pueblo Andaluz, con el que la familia contactó en mayo de 2018.
Al no ver avances, la opción extrema fue acudir, también en 2018, a las dependencias de la Policía Nacional a rellenar los impresos para declarar a su madre, nacida en Ceuta, apátrida. En el impreso de solicitud de apatridia se puede leer: “Se hace mayor y realmente no existe en ningún sitio, no tiene los beneficios que cualquier persona tiene. Es como si viviera en una cárcel, sí, en su casa, pero sin poder salir de viaje con su familia, con su nieto”.
La historia de Anissa tiene un sabor agridulce: tras ser abandonada, fue a vivir a casa de una amiga de la familia que la cuidó hasta que tuvo suficiente desenvoltura como para desempeñar las tareas del hogar. Durante este periodo, asegura su hija, sufrió maltratos por parte de la mujer que le dio un hogar.
Debido a ello, decidió emprender un viaje de no retorno tras conocer a un chico, cuyo padre animó a Anissa a subirse a uno de los barcos que hacía la conexión con Algeciras. Una vez consiguió llegar a la Península, se dirigió a Granada.
En la ciudad nazarí, logró un trabajo como limpiadora del hogar y siguió esta historia de luchas por llegar hasta la meta pretendida.
Al año siguiente, conoció a su actual pareja. Cuando supo que Anissa carecía de documentación, comenzó a moverse para que pudiera obtenerla. Contactó con un abogado de Granada, el cual le pidió “mucho dinero”, asegura María. Pero los trámites cayeron en saco roto: el abogado les decía que se estaba tramitando constantemente. La última respuesta que recibieron de él fue que los papeles se extraviaron.
En ese momento, la pareja de Anissa desistió. El sueño de poder casarse con ella, también.
Años después, los hijos de Anissa retomaron el camino, en especial María, quien ya lleva tres años y medio batallando por el DNI de Anissa.
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