La clase política en general se empecina en mantener su visión de la vida para que no se le joda el invento. El poder es tan apetitoso que solo les interesa que el discurrir de nuestras vidas fluyan por el sendero que ellos marcan. Si ese sendero no se corresponde con la realidad, no importa, porque lo que realmente interesa al poder es su propia supervivencia. A usted y a mí, padres y madres de hijos que heredarán nuestro mundo, ajenos a los placeres de ese ambicioso poder, nos interesa algo más. El alarmismo es el concepto más manejado por los mandamases. Contar la verdad de la calle choca con sus planes, aunque ocultarla sea peligroso, demasiado. Por eso preñan sus discursos de críticas a los que trasladan la realidad acusándoles de alarmistas, amarillistas, mentirosos y todas esas cosas. Ellos no, ellos están por encima del bien y del mal, nos mandan para el bienestar colectivo creado de forma artificial a su puro interés.
En los últimos meses se han recuperado armas en el transcurso de distintas operaciones. Son solo un tanto por ciento de lo que hay oculto en Ceuta, producto de una época en la que el poderío de la delincuencia del narcotráfico atrajo un blindaje en forma de armamento de todo tipo, más del que se puedan imaginar. Cuando hablábamos de esto, nos decían que éramos unos alarmistas, porque en esa Ceuta del bienestar interesado no podían caber ese tipo de informaciones. Hoy, cuando ya no se trata del interés sino de un fenómeno que nos afecta a todos, de una amenaza global, más de uno debería recordar la época del silencio, de la dejación, del mirar hacia otro lado sin preguntar de dónde salía el dinero y qué consecuencias podía tener.
Ya no son épocas de jugar a cuentos de hadas, sino de recuperar el tiempo perdido y el daño causado. No nos jugamos nuestro futuro, sino el de nuestros hijos.