Quince subsaharianos llegaron ayer a la península, donde serán acogidos en centros de asociaciones y oenegés. Numerosos voluntarios acudieron a despedirlos al puerto
Casi todas las despedidas son tristes. Sin embargo, la que se produjo en la mañana de ayer en la estación marítima estuvo marcada por la alegría y la ilusión. Alegría de quienes han conseguido lo que muchos otros desean y aún no han logrado e ilusión por comenzar una nueva vida. Quince inmigrantes –catorce hombres y una mujer– de origen subsahariano, entre otras nacionalidades de Guinea-Bissáu, Guinea Conakry o Mali, embarcaron ayer en Ceuta a las once de la mañana para llegar más tarde a destinos como Algeciras, Almería, Granada o Valencia, lugares en los que serán acogidos durante tres meses en centros de asociaciones y oenegés.
Como en toda despedida, no faltó la familia de quienes se marchaban. En este caso no la biológica, pero sí la sentimental, que ha dado el mismo resultado. “Eres mi hermano de Mali”, dice Fernando Díaz, voluntario de Elin, al malí Mahamodou Doucoure apretándole la mano momentos antes de que embarcara en dirección a la península.
“Bonne chance” –buena suerte en francés– se decían voluntarios y subsaharianos antes de partir. Abrazos, fotografías para el recuerdo y muchos gestos de cariño entre unas personas que han convivido de manera intensa durante unos meses que han marcado sus vidas. “Cuando llegué a Ceuta fue difícil porque estaba en el CETI, no tenía nada que hacer y pensaba mucho en mis problemas. Después fui a clases de español en la Asociación Elin e hice muchos amigos”. Estas palabras de Doucoure reflejan lo importante que es para los inmigrantes el trabajo de asociaciones y la labor de sus voluntarios.
En la estación marítima también se vivieron sentimientos enfrentados. “Estoy muy contento por salir de Ceuta pero también dejo a muchos amigos, como a los miembros de Elin, a quienes llevo en el corazón”, dice Doucoure pero sin desaparecer la sonrisa de su rostro. “Si un día consigo papeles volveré para hacer una visita a la casa de la hermana Paula [se refiere a la Asociación Elin]”, dice, para después añadir un voluntario de esta organización que si no puede volver a Ceuta a visitarles irán ellos.
Ibrahima Barry, natural de Guinea Conakry, también deja amigos en el CETI, pero tiene claro que algún día se volverán a encontrar en la península. Este joven dice que su estancia en la ciudad autónoma ha sido buena, “porque me han dado de comer y he tenido sitio para dormir, ¿pero qué puedo hacer sin trabajo?”, se pregunta.
Por ello, su viaje a la península no supone conseguir su objetivo, pero sí es “un paso hacia adelante”, dice Barry. Su deseo es formarse, encontrar trabajo y regularizar su situación en España, “porque vivir en un país sin papeles es difícil”, añade. Este joven asegura que “lo primero” que hará será buscar trabajo, ya que su objetivo es quedarse a vivir en España.
Para todos, el trabajo es “lo más importante”, tal y como dice Doucoure. Él espera encontrarlo en España o en cualquier otro país. “Quiero trabajar en la península antes que estar en el CETI. Me quedaré en el lugar en el que encuentre trabajo. Es lo más importante”, añade.
Numerosos voluntarios acudieron a despedir a este colectivo. Entre ellos estaba Lea Arnoult, que realiza prácticas en Elin, una asociación en la que ha tratado con numerosos inmigrantes, gente “muy acogedora y con historias difíciles”. De ellos destaca su tesón. “Han vivido cosas muy duras y aún siguen siendo alegres”, dice. Valora también lo que está aprendiendo en la ciudad autónoma en lo que a inmigración se refiere, ya que “el CETI es África en miniatura, aprendo mucho de ellos”.
Voluntarios de la oenegé Vols que llegaron de Barcelona para pasar un tiempo con la Asociación Elin también acudieron a la estación marítima. En el interior de la estación marítima se vivieron momentos muy emotivos. Minutos antes de embarcar, voluntarios e inmigrantes se despedían y se deseaban suerte. Al pasar al control de la Policía la mayoría hacía gestos de victoria, ya que sabían que estaban dando un paso muy importante en sus vidas, el que han soñado durante muchos años.
Son 15 del colectivo de 60 que saldrá hacia la península
Hace unas semanas se aprobó la salida a la península de un total de 60 inmigrantes del CETI. Esta decisión permitirá descongestionar el centro del Jaral, que acoge en la actualidad a unos 580 inmigrantes por las llegadas que se han producido en las últimas semanas. De esta manera se pretende que el CETI no alcance los 600 residentes ya que es una cifra por encima de su capacidad. Todos quieren ser enviados a la península, pero pocos lo consiguen. De hecho, un colectivo que lleva más de dos años en Ceuta protesta por su situación y considera que tiene más derecho a cruzar el Estrecho que quienes entraron en la ciudad autónoma hace escasos meses. Residentes del centro del Jaral comentaron a este medio que estarían excluyendo de los grupos para salir a personas que llevan más de un año y a los que son solicitantes de asilo. Lamentan que Interior tampoco les contesta cuando solicitan su traslado a un centro de acogida para refugiados.
Familias enteras ya residen en la península
En los últimos años, familias africanas han logrado instalarse en la península, un proceso que les ha llevado varios años. La historia de la nigeriana Promise es un ejemplo.
Entró en Ceuta en el año 2006 cuando tenía 17 años. Estaba embarazada de ocho meses. Comenzó a vivir en el centro Mediterráneo y semanas después de su llegada, concretamente el 17 de marzo, nació su hija.
Del centro Mediterráneo pasó a las Adoratrices hasta que cumplió los 18 años y entró en el CETI. Poco después, en julio de 2007, salió de Ceuta y se instaló en Málaga, donde reside en la actualidad.
Al año siguiente, en febrero de 2008, su marido también llegó a España y ahora el matrimonio vive en Málaga con sus dos hijos. El segundo tiene nueve meses.
Su testimonio deja claro que llegar a la península no les soluciona la vida, ya que se encuentra sin trabajo. Es más, asegura que si encontrara trabajo en la ciudad autónoma se volvería. “Lo importante es trabajar porque hay que pagar comida, alquiler y facturas. Sin dinero no hay vida”, afirma.
En la mañana de ayer, Promise acudió al puerto a despedir a los inmigrantes que se marcharon hacia la península. Años antes vivió ella una experiencia similar. Ahora, totalmente instalada con su familia en Málaga y hablando un español que roza la perfección, busca dar un paso más en su vida y encontrar un trabajo para sacar adelante a los suyos.
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